viernes, 25 de enero de 2008

Mi padre RUDOLF HESS


por Wolf Rudiger Hess

Rudolf, mi padre, hijo de Fritz Hess y Clara Münch quienes contrajeron matrimonio en 1892. Mi padre nació el 26 de abril de 1894 en Egipto y fue bautizado en el templo alemán evangélico de Alejandria con los nombres de Rudolf Richard. El ámbito oriental, con sus características y pecularidades, dejó a mi padre -el primogénito- una marcada huella, ya en aquellos primeros años. Décadas más tarde escribiría al recordar de Egipto desde Spandau que "recibo con la fuerza vital de la juventud que me ha dejado, como segunda Patria, huellas imborrables". Hacia finales del siglo, papá Hess se hizo construir en Reichsgoldgrünn, en las montañas del Fichtel, una gran casa de campo. La casa fue a partir de aquel instante el objetivo de viajes anuales de vacaciones. Despertaron en mi padre, en años juveniles, el amor por la naturaleza, que tan sugestiva se muestra en aquellos rincones de la Alta Franconia.

La vida cotidiana de su niñez transcurrió, empero, en Alejandría, donde ingresó en el año 1900 en la escuela evangélica alemana. Pero como la tarea escolar estaba al cuidado del escaso número de familias alemanas y el pequeño número de familias alemanas y el pequeño número de alumnos no parecía de acuerdo con lo que esperaba y exigía papá Hess, quitó a sus dos hijos de ese colegio y les puso al cuidado de unos preceptores particulares, que les daban las clases en el propio domicilio, con vistas a prepararles para los futuros quehaceres, en la empresa paterna. Mi abuelo quería que su primogénito fuese comerciante, continuando los casi cuarenta años de tradición de "Hess y Co." Pero las aficiones de mi padre se dirigían a la astronomia. Más tarde experimentó una gran inclinación por las matemáticas y la física. Pero el severo padre no podía aceptar aquellas "diversiones pasajeras" como una auténtica profesión. Y cuando dirigió un día a su hijo la concreta pregunta sobre lo que quería ser "en tono que por sí solo nos helaba la sangre" no le fue posible a éste más que articular con dificultad la palabra "comerciante".

Con semejante objetivo se le envió en el año 1908 al Pedagogium Evangélico de Bad Godesberg. Su retorno a la Patria fue para ingresar, pues, en un internado alemán de jóvenes donde se puso de manifiesto su talento y aptitud técnico matemático y donde tuvo ocasión de expresar por vez primera su secreto deseo de seguir la carrera de ingeniero. Por desgracia la voluntad paterna estableció también en ello una frontera: tras conseguir la denominada "prueba de madurez media", tuvo que cambiar el Pedagogium en la Ecole Superieur de Commerce de Neuchatel. El respeto a las opiniones del padre, era total. Entre padre e hijo se había creado, a pesar de la rígida y severa dictadura paterna, una relación entrañable, hecha del mayor afecto mutuo. Así como el hijo respetó en los años juveniles la voluntad del padre, en los años últimos del padre sucedió lo contrario. El hijo había terminado por no ser comerciante, sino haberse dejado llevar por una labor idealista que mereción, en definitiva, el máximo respeto paterno. La verdadera atracción para mi padre eran los libros: día y noche se entregaba a la lectura con verdadera pasión.

Voluntario de guerra
En aquellos años estuvo asimismo poseído de un fanatismo marino. Poseía abundantes catálogos y volúmenes. Al lado de su interés en los aspectos técnicos se ofrecía en ellos un primer atisbo de preocupación política. En el decisivo mes de julio de 1914, la familia Hess se encontraba en el Reicholdsgrün reunida para pasar unas semanas de vacaciones allí. Para el jóven aprendiz de comerciante no hubo un segundo de duda: dejó que los estudios continuaran sin él y se alistó inmediatamente y contra el deseo de su padre como "voluntario de guerra". Nada hubiera podido detenerle. Se dirigió a Munich, donde ingresó el 20 de agosto de 1914 como recluta de la sección suplementaria del 7mo. Regimiento de Artillería de Campaña, del que fue traspasado el 18 de septiembre al arma de infantería. El día 4 de noviembre entró en campaña y fue adscrito finalmente a la compañía del Regimiento Bávaro de Infantería número uno, llamado "del rey". El 21 de abril de 1915 fue nombrado cabo y pocos días despues, obtuvo la Cruz de Hierro de segunda clase, siendo promovido algo más tarde -el 21 de mayo de 1915- a la categoria de suboficial.

Su regimiento estuvo destacado por espacio de varios meses en el Somme; en el invierno de 1915-16 pasó al Artois y en junio de 1916 lanzado a la batalla de Verdún. Ante el fuerte de Douaumont fue herido, el 12 de junio de 1916, por un casco de granada. A mi padre le ocurrió lo que a tantos jóvenes alemanes de entonces que se fueron al campo de batalla con el himno en los labios y el ardor en el corazón. La crueldad de las mortíferas batallas de material hizo que aquellos muchachos que apenas habían dejado atrás la adolescencia se convirtieran de pronto en hombres maduros.

Uno de los que fueron entonces sus camaradas en el Regimiento Bávaro de Infantería número uno me ha explicado: "Tu padre pertenecía a aquellos que tras un breve conocimiento y tras intercambiar las primeras palabras era admitido como un auténtico camarada. No se apartaba un instante de sus hombres y muy pronto se convirtió en uno de los más prominentes soldados. Cuando se trataba de encontrar voluntarios para patrullas de reconocimiento o grupos de asalto, aparecía con frecuencia entre ellos. Durante los ataques era un ejemplo por su sangre fría y su escasa preocupación por sí mismo. Pero no sólo venerábamos a tu padre por su valor personal y su arrojo, sino por sus juicios y criterios sobre lo hechos y situaciones de las que éramos protagonistas".

Tras reponerse de las graves heridas sufridas en Douaumont, pasó a formar parte el 4 de diciembre de 1916, del REgimiento de Infantería de Reserva número 18, como jefe de pelotón de la Décima Compañia. Le enviaron de nuevo en campaña, aquella vez a Rumania. Del 25 de diciembre de 1916 al 8 de enero de 1917, tomó parte en la batalla invernal de Rimnicul-Sarat y los decisivos combates de persecusión. Estuvo en la batalla de Putna y en los combates de posiciones del Sereth y fue herido de nuevo, aunque en esta ocasión levemente, por un fragmento de granada en el antebrazo, en los Cárpatos transilvanos. En las luchas en el Moldava occidental y la marcha por las estribaciones carpáticas, cuando ponía cerco a Ungureana, un disparo de fusil le penetró en el pulmón izquierdo. En lucha con la muerte fue transladado al hospital de campaña de Bezdivasarhely, justamente a tiempo para que pudiera salvarse. Siguió una convalescencia de varios meses; mientras se reponía llegó, el 8 de octubre de 1917, su nombramiento como teniente. Fue transladado a los servicios de vuelo. Siguió una brevísima instrucción, en la primavera y el verano de 1918 (Escuela de Aviadores número 4) y en octubre de 1918 fue destinado a la escuadrilla número 35 y finalmente al servicio de vuelo, tomando parte en los últimos combates aéreos de la Primera Guerra Mundial, del 1 al 10 de noviembre, sobre Valenciennes. Tras el armisticio, la escuadrilla fue pronto disuelta: se le concedió permiso para regresar a Reicholdsgrün y el 13 de diciembre fue licenciado sin destino del servicio militar activo, tal como decía el documento oficial.

Derrota
La guerra había terminado y quienes salieron hacia el frente con las banderas desplegadas, regresaban derrotados y endurecidos. Mi padre escribía en 1927 una carta a su prima donde decía: "Sabes que sufro por la situación a que se ha llevado a nuestra Nación antes tan orgullosa. He luchado por el honor de nuestra bandera allá donde un hombre de mi edad tenía que luchar, allá donde resultaba más duro, entre la suciedad y el barro, en el infierno de Verdún y de Artois, y allá donde tenia que ser, arrostré el peligro de la muerte en todos sus aspectos, me sacudió durante jornadas enteras el estrépito del fuego, dormí en un hoyo donde yacía el cadáver de medio frances, pasé hambre y sufrí, como los luchadores del frente sufrieron y pasaron hambre. Tiene que haber sido todo ello en vano?"

En la Alemania del invierno de 1918-19, sacudida por alzamientos comunistas y aotrmentada por "consejos de obreros y soldados", reconoció que a pesar de todos estos elementos de derrota, existían todavía posibilidades para su país y su pueblo. Su principal anhelo fue oponerse con todas las fuerzas a la visible situación de servidumbre en que había quedado Alemania: un anhelo que se trocó, paulatinamente, en irritación y concentrada ira.

En enero de 1919, mi padre telegrafió a Potsdam en solicitud de un puesto como instructor aviador, con experiencia en el frente. La respuesta fue negativa. Entonces mi padre se dirigió a Munich, para inscribirse en la Universidad como estudiante. Mi padre fue empleado por un antiguo camarada de guerra en la pequeña empresa Munchner Wohnungskunst GmgH., ejerciendo con ello una actividad remunerada y entró también mediante el jefe de la empresa en contacto con un importante círculo de correligionarios: la sociedad "Thule". Con estos camaradas formó, en los almacenes de la razón social y también en los locales de la sociedad, un verdadero arsenal que jugaría su papel en las luchas decisivas por la liberación de Munich. Cuando el choque con el gobierno de los consejos llegó a su punto culminante, con el tronar de los cañones en el perímetro exterior de la ciudad, a cuyas inmediaciones llegaban ya las tropas del gobierno procedentes de la Alemania del norte y Wurtemberg, así como el Cuerpo Franco bávaro de Epp, fueron asesinados siete miembros de la sociedad Thule, entre ellos una mujer, la condesa Westarp. Mi padre escapó entonces, por milagro de la detención y el fusilamiento e incluso llegó a conseguir, mediante un golpe de mano, un cañon que el Cuerpo Franco en retirada había tenido que abandonar en el Altheimer Eck, uno de los reductos rojos situados en el centro de la ciudad.

Cuando las luchas en Munich terminaron, mi padre llevó a cabo los planes trazados ya en Reicholdsgrün e ingresó por cinco meses en el Cuerpo Franco Epp (5a. compañía de Alarma) como voluntario temporal.

Su jefe en la Wohnungskunst GmbH le presentó a mi padre al general del Estado Mayor bávaro. En 1921, Haushofer fue llamado a una cátedra de la Universidad de Munich. En el jóven teniente Hess no sólo encontró Haushofer un interesante oyente, sino también un decidido interlocutor. Para mi padre fueron aquellas conversaciones el primer paso del pensamiento político instintivo al concreto y para ambos hombres, constituyeron el principio de una auténtica amistad que se prolongó durante un decenio.

En la primavera de 1920, mi padre fue llamado a prestar servicio en el aerodromo de la Reichswehr de Sleissheim, a raíz del levantamiento espartaquista en la región del Ruhr, el 29 de marzo de 1920. Una semana más tarde voló para llevar un aparato a la Escuadrilla Häfner, en la región del Ruhr y terminó así su servicio militar. Y queda lacónicamente informado así en la lista del escalafón de guerra: "Separado el 30 de abril de 1920".

Adolf Hitler
Debió ser por aquella misma época cuando -al lado de Haushofer- una segunda personalidad influyó en la vida de mi padre. Según el relato de mi madre, fue durante un acto oratorio, en la sala de actos de la Sternecker Brau, en el Münchener Tal, donde el estudiante Rudolf Hess oyó hablar por vez primera a Adolf Hitler. Casi inmediatamente se sintió atraído por él . Unos dos años después, remetió a un concurso convocado por la asociación estudiantil, patrocinado por un alemán del extranjero que vivía en España, un trabajo, que no solamente fue importante por haber obtenido el primer premio sino más aún: porqe -sin citar el nombre de Hitler- describía las reflexiones y esperanzas que habían hecho que mi padre se convirtiera en uno de los primeros partidarios de aquel hombre. El tema era el siguiente: "Cómo tiene que ser el hombre que devuelva a Alemania a su nivel?" Mi padre respondió aquella pregunta, en la que se caracterizaba precisamente la situación alemana a la sazón: "Si queremos buscar lo probable para el futuro, tenemos que mirar atrás en el pasado".

La historia se repite a grandes rasgos. El desencadenamiento de idénticas enfermedades hace que los políticos formados sean igual a médicos. De qué sufre el pueblo alemán? Ya antes de 1914, el cuerpo no estaba sano. Los trabajadores intelectuales y los manuales aparecían enfrentados, en vez de obrar conjuntamente. El intelectual contemplaba con una cierta soberbia al manual. En vez de dar líderes de sus filas, dejó a los otros abandonados a sí mismos, como pasto propicio a unos cabecillas que aprovecharon las injusticias para hacer mayor el abismo. Se tomaron el desquite cuando tras el enorme esfuerzo de los cuatro años de guerra, fallaron de pronto los nervios. La derrota fue en primer lugar obra de aquellos líderes y los apoyos que se encontraron entre el enemigo. Desde entonces, Alemania aparece presa de la fiebre. Apenas se mantiene en pie. Una hemorragia en sus principales arterias, como consecuencia del Tratado de Versalles; una administración dilapidadora, con las cajas vacías, y una circulación fiduciaria enfebrecida, con una grotesca desvalorización del dinero. Entre el pueblo, brillantes y lujosas fiestas al lado de una miseria clamorosa; buena vida al lado del hambre, usura al lado de la propiedad y la honradez. Las últimas fuerzas parecen haber desaparecido".

Y describía así el "hombre" capaz de dominar aquella situación:

"Con sus discursos lleva a los obreros hacia el nacionalismo, destruyendo la ideología internacional-social del marxismo. En su lugar presenta el concepto nacional-social. Además, educa a los obreros manuales como a los llamados intelectuales: el interés general tiene que superar al interés personal; primero la Nación y luego el "yo" personal. Esta conjunción de lo nacional con lo social es el eje de nuestro tiempo tiempo como fueron las reformas del barón Von Stein antes de las guerras de la liberación. El jefe tiene que recoger las ideologías sanas de su tiempo y transformarlas en unas ideas incendiarias que vuelvan a ser efectivas entre las masas".

También los pensamientos de Haushofer se identificaban en algunos párrafos:

"El destino de un pueblo se determina por la política sobre la economía. Todas las reformas internas, todas las medidas económicas serán inefectivas mientras esten en vigor los tratados de Versalles y St. Germain. El hombre guía, político-geografico, deberá tener un concepto general del mundo. Conocer a los pueblos y sus infueyentes particularidades. Según las necesidades y circunstancias, tendrá que pisar con las botas de coracero o anudar hilos con dedos cautos hasta en el quinto océano. Su tarea más destacada será el restablecimiento de la dignidad alemana en el mundo. Saber lo que es imponderable; saber que la antigua bandera bajo la cual se desangraron millones en la fe por su pueblo, tiene que volver a ondear; saber que hay que llevar a cabo la lucha contra la mentira de la culpabilidad con todos los medios. El fuerte sentido nacional en el interior, la fe en sí mismo, fortalece a un pueblo tanto como la salvación del honor en el exterior".

El trabajo premiado terminaba con una llamada con versos de Dietrich Eckart:

"Todavía no sabemos cuando el hombre intervendrá para efectuar la salvación. Pero millones tienen la intuición de que aparecerá. Habrá llegado el día contado por un poeta:

Ataque, Ataque, ataque.
Suenan las campanas de torre en torre.
Llaman a los hombres, los ancianos, los niños
Llaman a los durmientes en sus estancias
llaman a la muchacha que desciende la escalera
llaman a la madre que está junto a la cuna.
Tienen que retumbar y resonar en el aire.
Enfurecerse entre los truenos de la venganza.
Llamar a los muertos de su sepulcro.
Despierta Alemania !

(Dietrich Eckart)

Cien francos oro
Entretanto, y para facilitar los estudios de mi padre, afectados por la desvalorización creciente del dinero, una hermana de su padre que vivía en Suiza, había decidido remitirle mensualmente cien francos oro. Esto le permitía llevar un tren de vida efectivo, aunque sin lujos. Así es que pudo despedirse de la Munchener Wohnungskunst GmbH, y con el abundante tiempo libre conseguido, mi padre se dedicaría a la política. Sobre el principio de esta actividad, hya aparecido al efectuar la investigación de los documentos de aquel tiempo en los archivos oficiales bávaros, una carta de mi padre con fecha del 27 de mayo de 1921, dirigida al presidente del consejo de ministros, Von Kahr. La carta decía: "Y el punto central es que Hitler se halla convencido de que solamente es posible un restablecimiento de la postura mundial de Alemania si se consigue atraer a la gran masa en especial a los trabajadores, hacia lo nacional. Pero esto es solamente concebible, con un socialismo razonable y honrado. Por de pronto, antiguos elementos comunistas y miembros del USP han ingresado en considerable número en el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán". Al final de un arrebatador discurso de Hitler pronunciado en el Circo Krone, unos dos mil comunistas cantaron, de pie, el himno alemán. Las diferencias de clase se han superado y el obrero manual alterna en las asambleas con los oficiales y los estudiantes. Para mí, que como alemán nacido en el extranjero, detesto todos los partidos, este movimiento representa el "partido sobre los partidos", que está llamado a un gran futuro".

La siguiente intervención de mi padre en el acontecer político fue de naturaleza más violenta: pertenecía a la "Defensa de salas del NSDAP", antecesora de las "Secciones de Asalto". En tal condición, tomó parte en el ya famoso encuentro en la cervecería Hofbrauhaus, de Munich, el 4 de noviembre de 1921 y fue herido, inclusive. Sobre aquel hecho escribió Hitler con posterioridad que aquella noche "había aprendido a conocer verdaderamente al camarada Rudolf Hess". Más tarde organizó en la Universidad de Munich un Grupo estudiantil de el NSDAP, del que fue jefe hasta los acontecimientos del 8 y 9 de noviembre de 1923. Acontecimientos en los que llevó a efecto una misión especial: tuvo que custodiar, la noche del 8 de noviembre, a los ministros, detenidos en la Bürgerbräu. Este episodio tuvo una consecuencia: en un proceso paralelo al gran "proceso de Hitler", fue mi padre condenado, a finales de abril de 1924 y en unión de 40 participantes en el "putsch" de noviembre, a pena de reclusión en la fortaleza de Landsberg. Siguieron casi tres cuartos de año de forzada holganza y en aquella época, mi padre escribió a maquina, al dictado de Hitler, el manuscrito del "Mein Kampf". Efectuó, tras cada una de sus conversaciones privadas con Adolf Hitler un borrador privado; tan sólo después fue encargado de repasar las correcciones del libro.

Tras la liberación de Landsberg, en la noche de San Silvestre de 1924, mi padre tuvo que tomar una decisión difícil: el profesor Haushofer ofreció al recién salido de la carcel, un puesto de ayudante en ciencias, que mi padre aceptó primeramente. Pero cuando, a mediados de febrero de 1925, permitió el gobierno bávaro la nueva fundación del NSDAP y Hitler le ofreció a él el puesto de secretario particular, se decidió por Hitler. Terminó sus estudios y se entregó de lleno a su nueva tarea. Iba con Hitler de reunión en reunión, escribía, organizaba y planeaba conjuntamente con él.

El 20 de diciembre de 1927 se casa con la buena camarada de tantos años, con la compañera de escaladas y prácticas de esquí, con la compañera en los días buenos y malos del tiempo pasado, con la visitante de la carcel, que le aportaba los domingos un cambio en la monotonía de la vida de cautiverio, con aquella que era objeto de todos sus pensamientos y acciones. En una palabra, con Ilse Pröhl: mi madre. Los dos hombres que había escogido como maestros fueron sus testigos: Adolf Hitler y el profesor Haushofer. Una fiesta nupcial celebrada en la casa del conocido editor de Munich, Hugo Bruckmann, entre un estrecho círculo de amistades, cerró el día que consagró la unión de dos personas que no podían sospechar entonces los acontecimientos adversos a que se vería sometida su unión. La unión que ha capeado los temporales y no sólo ha crecido, sino que se ha hecho más profunda. Es hoy mucho más fuerte que entonces.

Hasta la victoria
Los años siguientes, hasta el 30 de enero de 1933, aportaron, como los transcurridos anteriormente, innumerables viajes, encuentros violentos, asambleas, esperanzas, decepciones, derrotas y victorias. Aquellas eran las señales de una ardua lucha política, llevado con fe fuerte e indomable en la victoria de las propias convicciones, estimuladas y apoyadas por los crecientes y espectaculares triunfos.

Es de hacer notar que mi padre no había abjurado como "secretario" de su antigua pasión por el vuelo, sino que lo practicaba en su aspecto deportivo como pionero. Mi padre aspiraba también a llevar a efecto grandes designios deportivos; llegó a pensar en replicar a la primera travesía del Atlántico por Lindbergh, en 1927, con un vuelo desde Europa a América; todavía en el año 1932 obtuvo el segundo premio, que fue el primero en 1934 en la prueba para aviones deportivos "en torno al Zugspitze" (la montaña más alta de Alemania). Pero su mayor hazaña aérea fue también la última: el vuelo solitario a Inglaterra en la noche del 10 al 11 de mayo de 1941.

Tras la toma del poder por Hitler, el 21 de abril de 1933, pasó del puesto de Presidente de la Comisión Central al de Lugarteniente del Führer del NSDAP, al que siguió el nombramiento hecho todavía por el presidente Hindenburg de Ministro sin cartera del Reich. La tarea de mi padre permaneció invariable: tuvo que dirigir en representación de Hitler al Partido Nacionalsocialista, convertido en partido estatal. Con su iniciativa de paz en mayo de 1941, rebasó ampliamente su "competencia". Que tras haber llevado a efecto aquella acción aventura, con evidente peligro de su vida y tratando de poner fin a los hechos bélicos, fuera condenado en el proceso de Nüremberg por un presunto "crimen contra la paz" -y no solamente por ello- es una de las más amargas imbecilidades que marca la historia de nuestro siglo.

No me arrepiento de nada
En su declaración final ante el tribunal de Nüremberg, mi padre dijo: "Por muchos años de mi vida pude trabajar bajo el mayor hijo que haya producido mi pueblo en su historia de mil años. Ni siquiera, si lo quisiera, podría borrar este período de mi existencia. Me siento feliz de saber que he cumplido con mi deber para con mi pueblo; mi deber como alemán; como nacionalsocialista; como leal seguidor de mi Führer. No me arrepiento de nada. Si tuviera que comenzar de nuevo, actuaría tal como he actuado, inclusive si supiera que al final me esperase una feroz muerte en la hoguera. No importa lo que me hagan los hombre, algun día estaré ante el trono del Juez Eterno. Ante Él me responsabilizaré y se que Él, me declarará inocente". (Rudolf Hess en Nüremberg, 1946)

Hoy han transcurrido más de dos décadas desde que fueron pronunciadas estas palabras. Más de veinte años largos transcurridos tras gruesos muros, en la celda de una prisión.

No han podido doblegarle, no han podido quebrantarle. Sigue con la fe puesta en su derecho rígido y correcto. Rechaza pedir la gracia. Y a quienes le encadenaron, les responde: "Mi honor es para mí algo más alto que la libertad".

por Wolf Rudiger Hess

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