miércoles, 23 de enero de 2008

La Alemania de Hitler

“Lo que la nación alemana anheló en vano durante siglos enteros al fin se ha hecho realidad: un pueblo uno, de hermanos, libre de los recíprocos prejuicios y entorpecedores de los tiempos pasados”.Adolf HitlerI Herencia y ProgramaEl pueblo alemán estaba sumido en la más profunda desesperación cuando, el 30 de Enero de 1933, el presidente del Reich, mariscal von Hindenburg, llamó al jefe del partido obrero alemán nacionalsocialista para confiarle la responsabilidad del poder.Millones de obreros sin trabajo vagaban por las calles de las ciudades esperando la ayuda del Estado, que escasamente alcanzaba para satisfacer las más perentorias necesidades de la vida diaria de quien la recibía y de su familia. Apenas podía contarse un hogar que no tuviera al padre o al hijo y con frecuencia a ambos sin trabajo. Las estadísticas dan un cuadro bien claro de esta situación trágica: el número de los sin-trabajo se calcula en más de 6 millones, o sea más de un cuarto de la cifra total de 21 millones de trabajadores y empleados de que dispone la economía alemana. A esta cifra hay que sumar 3 millones de obreros que trabajaban con jornada reducida. Incluyendo a los familiares, el conjunto de los afectados directamente por la falta de trabajo y por la miseria consiguiente ascendía a 20 millones de personas, es decir, un tercio de la población total de Alemania. En vano se trataba de mantener un apoyo insuficiente y al mismo tiempo humillante para los parados con el presupuesto del Estado y de los municipios y mediante la enorme suma de más de 3.000 millones de marcos al año. También la situación del artesanado era desesperada. El tesoro de mayor valor y más precioso de Alemania, su mano de obra, estaba improductivo.En el campo, el labrador había perdido el amor a su terruño y sufría bajo la constante pesadilla amenazadora de la subasta forzosa. La mayor parte de la propiedad de los campesinos se encontraba hipotecada, con frecuencia no sólo la finca sino también la casa, de modo que, estando a merced de los acreedores o del fisco, no podían disponer con libertad de su propia tierra. Miles de labradores fueron echados de sus heredades pasando así la propiedad a manos de quienes no sabían cultivarlas con igual esmero. La situación de los que se quedaban, como éstos lo sabían de antemano, no ofrecía ninguna perspectiva para la existencia. Algunas veces se hicieron reproches a los campesinos por el elevado precio de venta de sus productos, sin embargo estos precios fueron cotizados en la bolsa en beneficio de la especulación y en perjuicio de productores y consumidores. La alimentación del pueblo alemán en su mayor parte fue abastecida con productos extranjeros. Por consiguiente un gran sector de los obreros alemanes no tenía trabajo porque, habiendo disminuido la capacidad adquisitiva del labrador, éste no se encontraba en condiciones de consumir lo que aquellos producían.Como es fácil suponer, la economía del país atravesó una época sumamente difícil; por un lado, como resultado de la crisis mundial, por otro, por la influencia de la política de deflación, tan predilecta del Gobierno Brüning. Como es lógico, esto disminuyó sensiblemente la economía de funcionarios, empleados y obreros, debilitando por lo tanto el mercado interior de la nación. La producción industrial de Alemania, desde su nivel más alto alcanzado en 1929 hasta la caída de Brüning en 1932, descendió en un 40%; más fuerte aun fue el retroceso de la producción en bruto, cuyo valor mensual descendió paulatinamente de 7.000 millones en 1928 a 3.500 millones en 1932, o sea en un 50%. Los sueldos y jornales de los funcionarios, empleados y obreros bajaron de unos 43.000 millones en 1929 a 33.000 millones, es decir, en un 25%[1].El retroceso sufrido por la economía no encuentra nada semejante en la historia de las crisis mundiales y por eso no debe sorprender que la racha de quiebras no se detuviera aun cuando se tratase de casas sólidamente fundadas y bien acreditadas por su buena dirección. Un ejemplo entre muchos: la suspensión de pagos de la Borsig GmbH, en Berlín-Tegel.El Estado tuvo que hacer los mayores sacrificios para salvar de la quiebra a algunos de los bancos e instituciones de crédito más importantes. Una vez que Alemania cumplió sus obligaciones internacionales con arreglo a sus posibilidades, la suma total de oro y divisas en existencia en el Reichsbank, a fines de Enero de 1933, importaba apenas unos 439 millones de marcos. En concepto de existencias propias no pueden contarse ni el crédito de 70 millones de dólares concedido al Reichsbank, ni el de 45 millones de dólares al Golddiskontbank, o sea en total 483 millones de marcos, ya que ambos debían reembolsarse a corto plazo si Alemania no quería perder su libertad de acción. Las deudas exteriores contraídas por particulares ascendían a más de 25.000 millones y devengaban un interés diario de 2 millones sin contar la cuota de amortización. No existía un superávit de exportaciones que hubiese permitido la adquisición de las divisas extranjeras necesarias para hacer frente a los enormes pagos.Muchos municipios se encontraban al borde de la ruina, el aparato administrativo consumía exorbitantes sumas. El número de funcionarios del Estado se componía de más de 95.000 empleados y de 72.000 dependientes y obreros y más de 250.000 empleados y 44.600 dependientes y obreros en el servicio de correos. En estas cifras no está incluido el servicio ferroviario; este representaba una empresa independiente a la que el Reich estaba unido sólo por intereses financieros muy fuertes. Los Estados federales tenían en total unos 275.000 empleados, las corporaciones autónomas y los municipios otro medio millón. A pesar de la enorme carga que representaban para el presupuesto del Estado y de los municipios los empleados de la clase media, debían considerarse como proletarizados, y lo mismo ocurría con los comerciantes modestos.¿Qué se puede decir de la estructura política y legisladora del Reich? Estaba formada por el presidente del Reich, del canciller, con 10 ministros por lo menos, del parlamento con unos 500 diputados y del consejo de Estado integrado por 68 miembros. Además existía una organización semejante en cada uno de los 18 Estados federales compuesta por un presidente del Consejo de ministros, de un gobierno y de un parlamento. ¡Alemania estaba gobernada por un presidente del Reich, 11 ministros del Reich, 59 ministros de los Estados (a los que hay que añadir los 42 senadores de las ciudades libres) y de unos 3.000 diputados..!Los diputados representaban en el parlamento del Reich y en las cámaras de los diferentes Estados nada menos que 16 partidos políticos, de los nacionalsocialistas a los nacionalistas alemanes, del centro a los demócratas, de los socialdemócratas a los comunistas, con todos los grados intermedios y subpartidos. La fuerza desigual de los partidos en las diferentes regiones del Reich dio origen a un desequilibrio del cual resultaron gobiernos federales de color político diverso. A veces eran completamente opuestos al gobierno central, a tal grado que a éste le faltaba la suficiente autoridad para hacerse respetar. Reinaba una desunión regional, dinástica, ideológica, religiosa y de partidos, así como una división de clases, profesiones y oficios cuyo resultado fue la impotencia de toda la nación.Un mecanismo tan complicado tenía que abrir las puertas a la corrupción política y económica; esta cuestión ya la he tratado por extenso en el folleto mencionado anteriormente. La historia alemana de la posguerra muestra un cúmulo de escándalos y malversaciones en las cuales, por desgracia, tomaron parte muchos funcionarios públicos. Un enjambre de negociantes de mala fe supo introducirse solapadamente en los gobiernos y departamentos del Estado, para poner sus relaciones políticas al servicio de sus especulaciones personales. Esto ocurría en un momento en que la miseria económica había llegado al grado máximo a consecuencia de la falta de trabajo y de la deflación.Bajo tales circunstancias no fue difícil a la propaganda destructora de Moscú encontrar terreno propicio en la gran masa del pueblo y provocar huelgas, paro de fábricas, tumultos callejeros y tiroteos diarios. La débil actitud del gobierno y el estado indefenso de los partidos burgueses permitió con facilidad al comunismo mantener al pueblo dependiente de su terror.Así es absolutamente comprensible que unos 6 millones de electores comunistas pudieran enviar al parlamento, pocas semanas antes del advenimiento al poder de Hitler, más de 100 diputados, llegando a ser el tercer partido en importancia y ocupando con los socialistas el 40% de los escaños del Reichstag. Y según esto, ¿no es cierta del todo la afirmación de que el nacionalsocialismo ha llegado en el preciso momento de salvar a Alemania del bolchevismo?Los centros culturales más importantes, teatros, salas de conciertos, casas editoras y periódicos estaban en manos judías; se encontraban así bajo el dominio de una raza cuyos fines son opuestos a la ideología nacionalsocialista. De los 29 teatros de Berlín, nada menos que 23, el 80% tenían directores judíos y una gran parte de las obras representadas en los últimos años eran de autores judíos. También el cinematógrafo sufría los efectos de esta intromisión judía: de la producción cinematográfica de 1931 más del 70% de los directores de escena y compositores eran de origen judío. Los numerosos órganos de la opinión pública que estaban apoyados económicamente por capital judío, y por ende de periodistas judíos no correspondiendo con frecuencia a la mentalidad alemana. La prensa de Berlín y Frankfurt casi se encontraba monopolizada por los judíos.Lo peor llegó a ocurrir en Alemania a principios de Enero de 1933: el respeto a las tradiciones nacionales se había perdido, igualmente la fe en la fuerza propia y la confianza en el porvenir de la nación. Esta depresión moral podía notarse sobretodo en la juventud. Los hombres jóvenes que volvían de la guerra encontraban en su patria una serie de corrientes antinacionales, y la generación más reciente, que había crecido en un ambiente de ideas tan cambiadas, fue afectada por la propaganda marxista.Quien haya vivido en Alemania en los años anteriores a la llegada de Adolf Hitler al poder no puede eludir el reconocimiento de estos hechos. La falta de importantes elementos de educación, como, por ejemplo, el servicio militar, así como la carencia de trabajo motivaron un relajamiento peligroso de la moral y de la lealtad a la patria. Para un observador extranjero surgían dudas muy serias sobre el porvenir del pueblo alemán y se disminuía el respeto ante una nación que durante la guerra mostró su valor, disciplina y capacidad de resistencia, es decir, las fuerzas peculiares de la raza germánica.Así entonces no debe causar sorpresa que la generación de estos últimos años haya crecido en una atmósfera que, por ejemplo, permitiera a un catedrático de Filosofía de la Academia de Hannover ofender al presidente del Reich, Hindenburg, doctor h.c. de la misma Academia, y vanagloriarse de haber hecho uso de ardides ingeniosos para escaparse de ir al frente. Un profesor de la Universidad de Heidelberg se quejaba en un folleto de que “la Entente no haya obrado con más energía”. El mismo profesor, en una asociación pacifista, se atrevió a hablar de aquellos que ¡“para no decirlo, han caído en el campo del deshonor”! Igualmente, en aquel entonces, un consejero de Sanidad, colaborador cinematográfico, representante prominente de la ciencia sexual y paladín de un nuevo concepto del honor explicaba impunemente también que ¡“el honor comienza por encima del ombligo”!Esta era en sus rasgos principales la verdadera fisonomía de la República de Weimar, disfrazada con la máscara de una gran potencia. Bajo el engaño de un bienestar floreciente se ocultaba la miseria interna de un pueblo de 67 millones de almas.Las grandes potencias trataban a Alemania como nación de segundo orden; en Ginebra se le reservaba el papel de “la cenicienta”. Imposibilitada de hacer valer sus demandas de potencia militar tuvo que aparecer como mendicante, teniendo que resignarse por último a la negativa constante de sus deseos por las potencias que, mejor armadas, juzgaban a sus anchas, subjetiva, e incluso, arbitrariamente.En esta oportunidad no quiero retroceder hasta la ocupación de la cuenca del Ruhr sino voy a limitarme al tiempo que precedió inmediatamente al de la llegada de Hitler al poder. Todavía no se ha olvidado en el extranjero el efecto que causaron los deseos expresados por el presidente von Hindenburg en la recepción del Año Nuevo, en Enero de 1931, en los que manifestó su esperanza de que en el curso de aquel año se pudieran ahorrar al pueblo alemán nuevos, arduos y dolorosos desengaños. El general Gröner, representante del canciller Dr. Brüning, manifestó en su respuesta al presidente que todavía no podía darse por segura la base de igualdad de derechos entre los pueblos; el compromiso contraído para el desarme que tan solemnemente habían garantizado las otras potencias aguardaba todavía su cumplimiento. De aquí que el Gobierno alemán se hubiera reservado la decisión enérgica de optar por la aplicación justa del principio “igual seguridad para todos” sin el cual no era factible una pacificación verdadera.El ministro de la Guerra de una potencia extranjera se apresuró a decir en la cámara que las cláusulas militares de Versalles no debieran experimentar ninguna clase de modificaciones en el sentido de moderación y renovó la odiosa distinción entre vencedores y vencidos. ¡Y esto, cuatro años después de Locarno..!Cuando algunos meses más tarde se dio a conocer la propuesta alemana de la unión aduanera entre Alemania y Austria, basada en el principio de Briand sobre los convenios especiales entre los Estados, surgieron en el extranjero manifestaciones hostiles contra la ejecución de este plan objetándose que no sólo significaba un peligro para la paz sino que era contrario a los tratados existentes.El 13 de Julio del mismo año, y como resultado de la suspensión súbita de créditos y depósitos, uno de los bancos alemanes más importantes tuvo que cerrar sus puertas y otros estuvieron a punto de hacer lo mismo. En relación con esto fracasó un intento del embajador alemán en París de obtener un empréstito. Los viajes aéreos del presidente del Reichsbank, Dr. Luther, a París, Londres y Basilea, así como la visita del canciller Dr. Brüning y del ministro de Relaciones, Dr. Curtius, a las capitales inglesa y francesa, tampoco dieron un resultado más favorable.Como el ejemplo más característico de la actitud de ciertos gobiernos extranjeros contra el Reich puede considerarse la resistencia que se opuso, en la Conferencia del Desarme del año 1932, al reconocimiento de la igualdad de derechos de Alemania para su seguridad nacional. Tal reconocimiento no se logró sino hasta finales del mismo año gracias a la presión de los delegados ingleses, pero bajo condiciones tan limitadas que perdió todo su valor práctico.¡Confusión, miseria, desorden en el interior de Alemania, falta de prestigio en el exterior! Así, Hitler en nombre del Gobierno tenía pleno derecho a decir en su manifiesto del 1º de Febrero de 1933: “¡La herencia que recibimos es pavorosa..!”El Programa del Gobierno¿Con qué programa de gobierno se hizo cargo del poder el nacionalsocialismo?A esta pregunta Hitler contestó en su discurso del Reichstag, el 30 de Enero de 1937:“Cuando el venerable presidente del Reich me llamó, hace cuatro años, el 30 de Enero, para encargarme de la formación y presidencia de un nuevo gobierno alemán, había detrás de nosotros una lucha ingente por el poder nacional, de la cual salimos victoriosos ciñéndonos estrictamente a los medios legales de entonces. Exponente de esta lucha fue el Partido nacionalsocialista. Mucho antes de que el nuevo Estado pudiera ser proclamado en realidad ya había experimentado una transformación ideológica y efectiva en su organización.Todos los principios y fundamentos del nuevo Estado eran ya postulados, ideas y principios del Partido nacionalsocialista.”Son ya conocidas estas bases que se proclamaron en 25 puntos en una de las primeras reuniones del Partido en Munich, el 25 de Febrero de 1920 (véanse las páginas 64 y 68 de mi folleto Spectator, antes citado). Al hacerse cargo del poder, estos puntos del Partido debían integrar el programa del Gobierno; lo que hizo Hitler después de las elecciones del Reichstag, del 5 de Marzo de 1933. En estas elecciones obtuvieron 20.500.000 votos los partidos representados en el Gobierno de la revolución nacional, es decir, los nacionalsocialistas, el partido negro-blanco-rojo (nacionalistas alemanes, cascos de acero y liga campesina de Turingia) y el partido de los viticultores de Württenberg (en las elecciones anteriores alcanzaron unos 15 millones). Así de los 647 votos del Parlamento conquistaron 341, es decir, la mayoría absoluta.Con motivo de la apertura del Reichstag, el 21 de Marzo de 1933, tuvo lugar un solemne acto oficial en la Iglesia de la Guarnición de Potsdam. Estuvieron presentes el presidente del Reich, Hindenburg, el canciller del Reich, Adolf Hitler, el presidente del Reichstag, Hermann Göring, los diputados del Reichstag, así como las más altas personalidades del Estado, del Partido y de los organismos oficiales. En la Iglesia de la Guarnición yacen los despojos del rey-soldado Federico Guillermo I y de su hijo Federico el Grande. De la nave central penden las banderas victoriosas de Alemania junto con las conquistadas en las grandes batallas. Esta Iglesia es considerada como la fiel custodia tradicional del “Espíritu de Potsdam”, es decir, del espíritu prusiano de dos siglos. Por esta razón fue símbolo de singular significación el que los miembros del Reichstag, elegidos bajo el régimen nacionalsocialista, se reunieron ahí donde el prusianismo puso las bases sobre las que debía levantarse el poderío de la nación alemana. El gobierno de la revolución nacional quiso simbolizar con este acto su estrecha vinculación con ese pasado glorioso.En su discurso de salutación, el presidente del Reich señaló los múltiples y difíciles problemas que se presentaban al nuevo gobierno e insistió en que el recinto en que se habían reunido instaba a evocar el recuerdo de la vieja Prusia: “Por el temor de Dios, por el fiel cumplimiento del deber, por el ánimo nunca desfallecido y por un amor ofrendado a la patria, Prusia se ha hecho grande y ha unido sobre su base a los pueblos alemanes.” A continuación Adolf Hitler dio lectura a su discurso de apertura del Reichstag.“Grandes inquietudes —dijo el canciller— pesan desde hace años sobre nuestro pueblo. Después de un tiempo de orgulloso esplendor y de floreciente prosperidad en todos los aspectos de nuestra vida nacional han vuelto a nosotros de nuevo —como era frecuente en épocas pasadas— la necesidad y la pobreza. A pesar de su diligencia y de su voluntad de trabajo, a pesar de su energía, de sus ricos conocimientos y de su mejor intención hoy muchos millones de alemanes vanamente buscan el pan cotidiano. ¡La economía está arruinada, la hacienda pública quebrantada, millones de hombres sin trabajo! ¡El mundo no conoce sino la aspecto exterior de nuestras ciudades sin darse cuenta de sus calamidades y de sus miserias!”Adolf Hitler dijo, además, que desde hace dos mil años el destino del pueblo alemán ha estado sujeto a grandes alternativas. Las causas han sido siempre las mismas: la desunión espiritual y la división de la voluntad. Aun después de la unión política de los estados, lograda por Bismarck, se pudo en evidencia la disolución ideológica del pueblo alemán, bajo la que todavía padecía el país hasta el momento en que Hitler pronunciaba estas palabras.“La revolución de Noviembre de 1918 —continuó diciendo el canciller— dio fin a una lucha a la que el pueblo alemán fue arrastrado con la convicción más sagrada de que así protegería su libertad y con ella su derecho a la vida, pues ni el emperador, ni el gobierno, ni el pueblo han querido esta guerra. A esta catástrofe siguió la disgregación en todas las esferas de nuestra vida. Nuestro pueblo se hundía cada vez más, tanto política como cultural, moral y económicamente...De la absurda teoría de los vencedores y vencidos eternos surgió la locura de las reparaciones y a continuación la catástrofe de la economía mundial.”Adolf Hitler recordó que las nuevas reflexiones de los hombres alemanes comienzan en una época triste; los alemanes con fe en su propio pueblo deben transformarlo en una nueva comunidad. El 30 de Enero de 1933, el presidente del Reich en una resolución magnánima confió a esta joven Alemania la dirección del Estado y, el 5 de Marzo, el pueblo en su gran mayoría se declaró adicto al nuevo régimen. Adolf Hitler expresó en nombre de su gobierno la inconmovible voluntad de “emprender la gran obra de reforma del pueblo alemán y del Reich y de llevarla a cabo decididamente” y sentó las bases de esta obra como sigue:“¡Queremos restablecer la unidad del espíritu y de la voluntad de la nación alemana!Queremos conservar los fundamentos eternos de nuestra vida: nuestro pueblo y sus fuerzas y valores innatos.Queremos someter de nuevo la organización y la dirección de nuestro Estado a aquellos principios que en todos los tiempos han sido la condición previa de la grandeza de los pueblos y estados.Queremos cultivar con rendida veneración las grandes tradiciones de nuestro pueblo, de su historia y cultura, como las fuentes inagotables de una real fortaleza interior y de una renovación posible en tiempos difíciles.Queremos unir la confianza en los sanos, naturales y justos principios de nuestra conducta en la vida con una estabilidad en el desarrollo político, tanto en el interior como en el exterior.Queremos poner en lugar del eterno vaivén de los cambios políticos un gobierno firme para que preste así a nuestro pueblo una autoridad inconmovible.Queremos tener en cuenta todas las experiencias tanto de la vida individual como de la colectiva, igualmente obtenidas en nuestra vida económica que en el curso de los miles de años se han probado ser útiles para el bienestar del hombre.Queremos restablecer la primacía de la política que está llamada a organizar y dirigir la lucha por la vida de la nación.Queremos también abarcar todas las fuerzas vitales del pueblo como los factores portadores del porvenir alemán.Queremos esforzarnos honradamente en utilizar la colaboración de aquellos que demuestran su buena voluntad e inutilizar a aquellos otros que traten de perjudicar al pueblo.Queremos formar una verdadera comunidad en el seno del pueblo alemán, de sus profesiones, oficios y clases actuales. Esta comunidad debe ser capaz de para establecer el justo equilibrio de los intereses vitales que exige el porvenir de la nación entera.Hay que formar de nuevo un pueblo alemán compuesto de campesinos, ciudadanos y obreros que con fidelidad custodie eternamente nuestra fe y cultura, nuestro honor y libertad.Frente al mundo y pensando en las víctimas de la última guerra, queremos ser amigos sinceros de una paz que debe restañar al fin las heridas que a todos nos hacen sufrir.El gobierno de la revolución nacional está decidido a cumplir la misión que le ha sido confiada por el pueblo alemán.”Después de pronunciar estas palabras y con un gesto apasionado el canciller instó a todos los presentes a ponerse de pie delante del mariscal, que encarna las virtudes prusianas del cumplimiento del deber, de la rectitud y de la disciplina. Cuando Adolf Hitler volvió a su puesto, el mariscal emocionado le estrechó la mano.Así quedó formado el Tercer ReichEstas son las líneas principales de la política proclamadas en Potsdam por el gobierno de la revolución nacional —líneas claras, precisas, que habían de ser directrices en la obra de la transformación y renovación del país.Sin embargo, Hitler consideraba como necesario el pronunciarse más exactamente sobre los distintos problemas de la política interior y exterior. Esto lo hizo dos días más tarde, el 23 de Marzo de 1933, ante el Reichstag y con motivo de presentar la ley sobre “allanamiento de las necesidades del pueblo y del Estado” (ley de plenos poderes).El canciller del Reich trató estas cuestiones como sigue:Supresión del Marxismo. La disgregación de la nación, provocada sistemáticamente por la falsa doctrina marxista, con sus contradicciones ideológicas incompatibles entre sí, significa el aniquilamiento de la base sobre la cual debe descansar la vida social... Partiendo del liberalismo del siglo pasado que abrió las vías a la socialdemocracia este proceso de destrucción termina naturalmente en el caos comunista; en el comunismo toma forma la última consecuencia de la propaganda de la revolución permanente contra todas las bases de nuestra vida social hasta el presente. La movilización de los instintos primitivos, ligada a este proceso, lleva a la unión entre las concepciones de una idea política y los actos de verdaderos criminales que, de cumplirse, aniquila toda verdadera cultura y civilización... Sólo los métodos del terror individual y en masa han costado al movimiento nacionalsocialista en el transcurso de muy pocos años más de 300 muertos y decenas de miles de heridos.El incendio del Reichstag, como fracasado intento de una acción de gran vuelo, es solamente un indicio de lo que Europa hubiera podido esperar de la victoria de esta doctrina infernal de destrucción... Gracias al golpe fulminante asestado por el Gobierno se pudo impedir un desarrollo que hubiera sacudido a Europa entera con las más funestas consecuencias. Muchos de los que en la actualidad por odio contra la revolución nacional fraternizan dentro y fuera de Alemania con los intereses del comunismo hubieran sido también víctimas de aquella catástrofe.La misión principal del gobierno nacional será eliminar y destruir por completo este peligro en nuestro país, no sólo en interés de Alemania sino también en el del resto de Europa.Una efectiva Comunidad del Pueblo. Sólo el establecimiento de una efectiva comunidad del pueblo, que se eleve por encima de los intereses y antagonismos de las profesiones y clases, es capaz de sustraer para siempre el foco de la aberración en la cual se pierde el espíritu humano.La conquista de tal unificación ideológica del pueblo alemán es tanto más importante cuanto que de ella puede resultar la posibilidad de mantener relaciones amistosas con las potencias extranjeras, sin tener en cuenta para ello las tendencias dominantes o los principios ideológicos, ya que la eliminación del comunismo en Alemania es sólo un asunto exclusivamente interno. El resto del mundo debe estar interesado en esta cuestión puesto que al producirse un caos comunista en el Reich, tan densamente poblado, conduciría a consecuencias políticas y económicas de dimensiones incalculables sobre todo en la Europa occidental.Unidad en la Dirección de la Nación. La disgregación interna de nuestro pueblo condujo forzosamente a un debilitamiento cada vez más peligroso de las autoridades supremas del Estado... Todas las consideraciones que se puedan tener a los valores tradicionales de los Estados federados (Länder) no pueden anular el amargo conocimiento de que el exceso de la vida autónoma, tan desmenuzada, no solamente no era útil en la posición vital y mundial de nuestro pueblo, en el pasado, sino que a menudo era verdaderamente perjudicial...Con esta ley de plenos poderes, el gobierno central no intenta suprimir los Estados federados. Pero sí dictará aquellas medidas que garanticen de ahora en adelante y para siempre una homogeneidad en las intenciones políticas del Reich y de los Estados federados...Del vivo desarrollo de estos propósitos podrá resultar una profunda reforma del Reich. Su fin debe ser la elaboración de una constitución que una la voluntad del pueblo con la autoridad de un gobierno efectivo...Eliminación de los Elementos de la Oposición. El gobierno de la revolución nacional considera para este fin como un deber fundamental, y correspondiendo al sentido del voto de confianza que el pueblo le ha otorgado, el mantener alejados de la influencia que pudieran ejercer sobre la transformación de la vida de la nación, a aquellos elementos que con plena conciencia e intención niegan esta vida. La igualdad teórica ante la ley no puede tolerar a los que menosprecian fundamentalmente esta ley y esta igualdad para entregarles a lo mejor, basándose en cualquier doctrina democrática, la libertad de la nación. Por el contrario esta igualdad ante la ley les será concedida a aquellos que por la salvación de nuestro pueblo y frente al peligro se coloquen detrás de los intereses nacionales y no nieguen su apoyo al Gobierno. La misión suprema de éste sobre todo será hacer responsables a los directores espirituales de esta tendencia de aniquilamiento, pero a la vez de salvar a las víctimas engañadas por ellos...No es el momento de pensar en una Restauración monárquica. El gobierno nacional no toma sus medidas desde ningún otro punto de vista que el de salvar al pueblo alemán y sobretodo a la masa de millones de obreros de la espantosa miseria que padece. En virtud de este estado de cosas considera del todo improcedente en estos momentos la cuestión de una restauración monárquica. El intento de la solución de este problema por iniciativa propia en algunos Estados federados sería considerado por el Gobierno como un ataque contra la unidad nacional y orientará la conducta de éste conforme lo exijan las circunstancias.La Cultura. A la vez que esta desintoxicación política de nuestra vida pública, el gobierno nacional se propone realizar a fondo un saneamiento moral de nuestro pueblo. Todas nuestras instituciones educativas —teatro, cine, literatura, prensa, radio— se considera como medio para lograr este fin y será objeto de especial cuidado. Todos ellos sirven para conservar los valores eternos que están en la entraña de nuestro pueblo; el arte será siempre la expresión y el reflejo de los anhelos o de las realidades de una época determinada. El mundo de la vida burguesa, cómoda y contemplativa, está en trance de rápida desaparición. El heroísmo se levanta apasionadamente como elemento formador y guía de los destinos de los pueblos. La misión del arte es expresar el espíritu de la época en que surge.La sangre y la raza vuelven a ser el manantial de la intuición artística. Será por lo tanto un deber del Gobierno de la revolución nacional el cuidar que, precisamente en un tiempo de poder político limitado, el valor interno vital y la voluntad de vivir de la nación puedan encontrar por lo mismo una expresión cultural tanto más potente.La Religión. El gobierno nacional ve en las dos confesiones cristianas los factores importantísimos para la conservación de nuestro pueblo. Respetará los pactos acordados entre aquellas y los Estados federados; los derechos de estas religiones no deben ser afectados. El Gobierno espera y confía en que el trabajo de elevación moral y nacional de nuestro pueblo que se ha planteado como misión suya encontrará el mismo respeto por parte de dichas confesiones. El Gobierno corresponderá con la misma justicia objetiva a las demandas de las demás confesiones. Pero no tolerará jamás que el pertenecer a una determinada confesión o raza pueda desligar de las obligaciones generales o incluso que sea una carta blanca para perpetrar impunemente delitos o tolerarlos.El Gobierno nacional concederá y asegurará a las confesiones cristianas la influencia que les corresponde lo mismo en la escuela que en la educación, y pondrá todo su cuidado en la convivencia sincera entre el Estado y la Iglesia.El Derecho. Nuestra jurisprudencia debe servir en primer lugar para conservar la comunidad nacional. A la inamovilidad de los jueces por un lado debe corresponder por el otro la elasticidad de las sentencias a fin de asegurar la conservación de la sociedad. ¡No el individuo sino el pueblo debe ser el objeto de los cuidados legales! Las traiciones a la patria y al pueblo deben quedar extirpadas en lo sucesivo sin ninguna consideración.El suelo sobre el que existe la justicia debe ser el mismo sobre el que la nación se asienta. La justicia deberá tener siempre en cuenta la gravedad de las decisiones de los que bajo la dura imposición de la realidad, han asumido la responsabilidad de dar forma a la vida de la nación.La Economía. Grandes son los problemas del Gobierno nacional en el campo de la vida económica. Una ley natural determina aquí toda su conducta: el Pueblo no vive para la Economía, y la Economía no existe para el Capital, sino que el Capital sirve a la Economía y la Economía al Pueblo. En principio, el Gobierno no protegerá los intereses económicos del pueblo alemán por las vías indirectas de un sistema burocrático de economía organizado por el Estado, sino por el fomento más intenso de la iniciativa privada bajo el reconocimiento de la propiedad particular. Sólo mediante el establecimiento de un justo equilibrio entre la capacidad de iniciativa, por un lado, y el trabajo productivo, por otro, se debe obtener un equilibrio justo y la administración debe limitarse a respetar los resultados de la inteligencia y del trabajo mediante la economía en los gastos públicos...La Hacienda Pública. La reforma de nuestro sistema contributivo, de la cual no se puede prescindir, debe llevar a una simplificación del reparto de contribuciones, de la recaudación y, en consecuencia, a una disminución de los gastos. El molino de los impuestos hay que colocarlo en medio de la corriente principal y no en las fuentes de origen. En el empeño de simplificar por entero nuestra administración habrá de conseguirse también una disminución de nuestras cargas públicas...El Gobierno evitará en principio los experimentos financieros del cambio.Alimentación y Agricultura. Dos cuestiones económicas de primer orden se destacan sobre todas las demás. La salvación del labrador alemán debe efectuarse a todo trance. El aniquilamiento de la clase labradora en nuestro país llevaría a las consecuencias más difíciles que se puedan imaginar. El restablecimiento de la rentabilidad de la agricultura puede ser, desde luego, dura para el consumidor; pero la suerte que afectaría al pueblo entero si se hundiera el labrador alemán sería incomparablemente más dura. Sólo mediante la rentabilidad, que es necesario alcanzar a toda costa en nuestra agricultura, puede resolverse la cuestión de la protección contra la ejecución de las disposiciones judiciales o de la conmutación de las deudas. Si esto no se consigue, la ruina de nuestros labradores provocaría no sólo la de la economía alemana sino, sobre todo, la del pueblo alemán entero. Su sana conservación es requisito indispensable para el florecimiento y prosperidad de nuestra industria, para el comercio interior y para la exportación alemana... También pondremos el mayor cuidado en favorecer la colonización del suelo alemán.Extinción del Paro Forzoso. Por lo demás, el Gobierno nacional se da cuenta perfecta de que el saneamiento definitivo de la calamitosa situación, tanto en la agricultura como en la industria y comercio, depende ante todo de la incorporación de los sin trabajo en el aparato de la producción y en esto ve el Gobierno el segundo de sus más grandes e importantes problemas en la esfera de la economía. Esta cuestión solamente puede ser resuelta mediante una pacificación política general, con el restablecimiento de la autoridad de un régimen que se basa en principios económicos sanos, por ser naturales, y con la adopción de aquellas medidas que sean necesarias, aunque en los primeros momentos no cuenten con la popularidad necesaria. La procuración de trabajo y el servicio del trabajo obligatorio son medidas aisladas dentro del marco de una acción de conjunto.La posición del Gobierno nacional respecto a la clase media es la misma que mantiene respecto del labrador alemán. Su salvación sólo puede realizarse por medio de una acción económica general. El Gobierno está decidido a resolver estos problemas de una manera radical y definitiva.El Gobierno reconoce su misión histórica de apoyar y fomentar la situación de los millones de obreros alemanes en la lucha por la existencia de sus derechos vitales. Como canciller de Alemania y como nacionalsocialista, yo mismo me siento ligado a ellos como su antiguo camarada de la juventud...El Comercio Exterior. Nosotros sabemos que la situación geográfica de Alemania, pobre en materias primas, no consiente la autarquía de nuestra nación. Una vez más tenemos que repetir que nada está más lejos del Gobierno que el pensar en una hostilidad hacia la exportación. Estamos convencidos de que nos es necesaria la unión con el mundo y que el trabajo para la colocación de las mercaderías alemanas en los mercados mundiales alimenta muchos millones de compatriotas. Pero sabemos también de qué clase son las condiciones para un sano intercambio entre los pueblos de la tierra. Alemania se ha visto obligada durante muchos años a prestar servicios de todo género que no han tenido reciprocidad. De aquí resulta que el mantenerse hoy Alemania como miembro activo en el cambio de mercancías entre los pueblos, es, en último término, un problema más bien de política financiera que comercial. En tanto que no se nos haya concedido una reglamentación de nuestras deudas en el extranjero, equitativa y sensata con relación a nuestras posibilidades, nos veremos obligados, muy a pesar nuestro, a mantener en vigor el control de divisas extranjeras.Como el Gobierno del Reich considera esencial la estabilidad del marco, se ve obligado por consiguiente a poner un dique a la evasión de los capitales a través de las fronteras...Las Comunicaciones. El fomento de las comunicaciones debe conducir a un equilibrio de los intereses de sus diversas ramas. En este sentido, a principios del mes próximo, se dará un nuevo paso mediante la reforma del impuesto sobre los vehículos de motor. La conservación del ferrocarril del Reich y su reincorporación al Estado es un problema que nos obliga no sólo económica sino también moralmente.El desarrollo de las comunicaciones aéreas, como un medio pacífico de unión entre los pueblos, será atendido con todo celo por el Gobierno nacional.El Ejército. Un deseo sincero del Gobierno del Reich es prescindir del aumento del ejército alemán y de su armamento siempre que las otras potencias estén, al fin, dispuestas a cumplir sus obligaciones respecto a un desarme radical. Alemania no aspira sino a la igualdad de derechos de vida y de libertad. Precisamente, a este espíritu de libertad el Gobierno nacional educará al pueblo alemán. El honor de la nación y del ejército, el ideal de la libertad, deben volver a ser sagrados para el pueblo alemán.Alemania quiere la Paz. El pueblo alemán quiere vivir en paz con el mundo. Esto obligará al Gobierno a emplear todos los medios a su alcance para eliminar definitivamente la separación de los pueblos de la tierra en dos categorías. Los conceptos de naciones vencedoras y vencidas no pueden servir de base para las relaciones cordiales entre los pueblos. El mantener eternamente abierta esta herida lleva a los unos a la desconfianza, a los otros al odio y, como consecuencia, a una inseguridad general.El Gobierno está dispuesto a tender la mano a todos los pueblos que deseen un entendimiento sincero y, al fin, una vez por todas, el olvido fundamental del triste pasado. Las calamidades mundiales no pueden desaparecer si no se logra, por medios estables, infiltrar el sentimiento de confianza dentro de las naciones y entre estas mismas...El Desarme. Por desgracia nos encontramos ante el hecho de que la conferencia de Ginebra, a pesar de sus largas negociaciones, no ha conducido a resultado práctico alguno. Las decisiones que habrían de tomarse respecto a las medidas de desarme efectivo se han retrasado continuamente por el planteamiento de cuestiones técnicas aisladas y por la intromisión de otros problemas que nada tienen que ver con él. Este procedimiento es inútil. La situación ilegal de un desarme unilateral y la inseguridad nacional que de ahí proviene para Alemania no puede durar más tiempo... El Gobierno nacional apoyará todo esfuerzo que tienda a la realización efectiva del desarme y a consolidar con ello la demanda de igualdad de derechos presentada por Alemania desde hace tiempo.El Pacto de las Cuatro Potencias. Más extenso es todavía el plan del jefe del Gobierno italiano que, con una mirada amplia, trata de asegurar a la política total europea un desarrollo tranquilo y consecuente. Nosotros concedemos a este plan la más seria importancia y estamos dispuestos a trabajar sobre esta base y con plena sinceridad en el intento de reunir a las cuatro potencias, Alemania, Italia, Inglaterra y Francia, para una labor conjunta de política de paz, afrontando así con ánimo decidido los problemas de los cuales depende la suerte de Europa.Las Relaciones con Italia. Con este motivo nos sentimos especialmente agradecidos a la comprensiva cordialidad con que la revolución nacional de Alemania ha sido saludada en Italia. Deseamos y esperamos que la igualdad de los ideales espirituales sea la base para un afianzamiento continuo de las relaciones amistosas entre ambos países.Relaciones con el Vaticano. El Gobierno, que ve en el cristianismo los fundamentos inconmovibles de la vida ética de nuestro pueblo, concede asimismo la mayor importancia a la conservación y fomento de las relaciones amistosas con la Santa Sede.Relaciones con Austria. En lo que concierne a nuestros hermanos austríacos no podemos sino decir que su destino nos interesa vivamente y que, por lo tanto, participamos en sus penas y preocupaciones de la forma más profunda y más íntima. El gobierno en todos sus actos, consciente de la unidad de destino de todos los pueblos alemanes.Relaciones con otros Países. La posición con respecto a cada una de las otras potencias se deduce de lo expuesto anteriormente. Incluso ahí donde las relaciones recíprocas estén todavía hoy sobrecargadas de dificultades queremos esforzarnos sinceramente en encontrar un equilibrio. Desde luego repetimos que el mantener una diferenciación entre vencedores y vencidos no puede ser nunca la base para una inteligencia.Estamos convencidos de que un equilibrio de esa índole en nuestras relaciones con Francia es posible si los gobiernos acometen los problemas existentes basándose en miras amplias y generosas.En cuanto a la Unión Soviética el Gobierno está dispuesto a conservar las relaciones amistosas y de mutuo beneficio. Precisamente, el Gobierno de la revolución nacional se considera en condiciones de enfocar una política positiva con respecto a la Rusia soviética. La lucha contra el comunismo en Alemania es un asunto puramente interno y por lo cual jamás toleraremos intromisiones que pretendieran llegar del exterior.Las relaciones políticas internacionales con otras naciones con las cuales nos unen considerables intereses comunes no sufrirán alteración.En el futuro prestaremos la mayor atención a nuestras relaciones con el resto de los países y muy en particular a las naciones ultramarinas con las cuales Alemania está vinculada desde hace tiempo por lazos amistosos e intereses económicos de gran importancia.Los Alemanes en el Extranjero. Los destinos de los alemanes fuera de las fronteras del Reich serán vistos con el gran interés con que la madre patria vela por el bienestar de sus hijos y nos animarán a estimular su actuación siempre que en el cuadro de nuestra ideología procedan en concordancia con los fines de nuestro Gobierno.Conferencia Económica Mundial. Acogemos con satisfacción el proyecto de una conferencia económica mundial y estamos conformes con su realización inmediata. El Gobierno del Reich está dispuesto a colaborar, animado del propósito de obtener al fin resultados positivos.Las Deudas Internacionales. En esto, la cuestión más importante es la de las deudas privadas en el extranjero a corto o a largo plazo. El cambio total de la situación en los valores de los productos exige la adaptación de las deudas privadas a estas circunstancias alteradas tanto en interés de los acreedores como en el de los deudores.Para una Colaboración Internacional. Sólo por medio de una colaboración leal es posible la eliminación de las inquietudes mundiales. Diez años de paz sincera serán más provechosos al bienestar de las naciones que treinta de obstinación en los conceptos de naciones vencedoras y vencidas.Como ya es sabido, el Parlamento aprobó por 441 votos contra 94 (los de los socialdemócratas) o sea 4/5 de mayoría, la ley de plenos poderes solicitada por el Gobierno para reformar la Constitución. Los 2/3 de mayoría necesarios se habrían conseguido igualmente de haber estado presentes los comunistas. Esta ley puso en manos del Gobierno la facultad de redactar cuantas resoluciones creyera necesarias, incluso las que modifican la Constitución, siempre y cuando no afectara como tales al Parlamento y al Consejo de Estado. Las atribuciones del Presidente del Reich no fueron modificadas. Esta ley debía quedar derogada al ser sustituido el Gobierno actual por otro o, en todo caso, no debía pasar su vigencia del 1º de Abril de 1937.De esta manera se le concedieron al Gobierno de Hitler los cuatro años que había pedido para la realización del primer plan cuadrienal de reconstrucción del país.[1] El Gobierno von Papen, sucesor del de Brüning, se empeñó mediante la emisión de bonos de crédito sobre impuestos, de Septiembre de 1932, en elevar a más de 2.000 millones la liquidez de la economía alemana a fin de aumentar la ocupación. En la práctica, sin embargo, sólo fue distribuida una parte muy pequeña de estos bonos destinados al aumento inmediato de trabajo.
La Alemania de Hitler II
II Orden, Unidad y Reconstrucción en el InteriorLa situación política en el interior de Alemania, el 30 de Enero de 1933, explica que, entre todos los problemas, esta misma exigera del Gobierno una enérgica y rápida solución. Hitler confió este delicado encargo al Dr. Wilhelm Frick, uno de sus más fieles colaboradores. Este antiguo compañero de lucha del Führer tomó parte en el movimiento nacionalsocialista del 9 de Noviembre de 1923 en Munich, y fue también condenado en el proceso que tuvo lugar a continuación. Funcionario de carrera, el Dr. Frick fue uno de los primeros representantes del partido en el Parlamento; durante largo tiempo fue el jefe de la fracción nacionalsocialista y fue el primer adicto a Hitler que ocupó un cargo de ministro. Su inteligente actuación como director de la política interna en Turingia es bien conocida; lo mismo que la resistencia que opuso a la presión y amenazas de Severing, ministro marxista del Reich.El Dr. Frick, gracias a su experiencia, adquirida durante más de 20 años en la administración pública, se puede considerar como el verdadero consejero y colaborador del Führer en la obra legisladora de la reconstrucción del Estado alemán. El presidente del Consejo de ministros prusaino, Hermann Göring, en cuyo vocabulario, según una frase de Hitler, falta la expresión “imposible”, transformó con energía en hechos las medidas del Führer durante los primeros tiempos del Gobierno, especialmente difíciles.Cuatro grandes líneas de desarrollo caracterizan esta política: la destrucción del marxismo, la creación de una verdadera comunidad del pueblo, la unidad nacional y la cuestión racial, esto es, asegurar la salud hereditaria y la raza del pueblo alemán. Además de estos temas fundamentales aparecen otros, como por ejemplo, la reorganización de los funcionarios públicos, de la policía alemana, de los municipios, la implantación del servicio del trabajo obligatorio y la unificación tanto de la sanidad pública como la del deporte.Abolición del MarxismoHitler señaló ante el Parlamento la abolición del marxismo y el aniquilamiento del comunismo como primera obligación de su gobierno —antes se habían dado ya algunos pasos preparatorios.El 2 de Febrero de 1933, tres días después de la toma del poder, el Gobierno, para mantener la seguridad pública y el orden, decretó la prohibición de demostraciones públicas del partido comunista. Después del incendio del Reichstag, el 27 de Febrero del mismo año, se publicó la disposición del presidente “para la protección del pueblo y del Estado” como defensa contra los actos de violencia de los comunistas, atentatorios a la seguridad de la Nación; el 1º de Marzo de 1933 se completó esta ley con la prohibición de la propaganda comunista.Este decreto reglamentaba las limitaciones de la libertad personal, del derecho a manifestaciones públicas, de la libertad de prensa, del derecho de reunión; de incautaciones así como la limitación de la propiedad privada. Los Estados federados y los municipios tuvieron que prestar obediencia a las disposiciones del gobierno central. En los casos en que en un Estado no se hubieran dictado las medidas necesarias para el restablecimiento del orden y seguridad públicos, el gobierno central debería temporalmente hacerse cargo de las atribuciones de las autoridades superiores de la región. La resistencia y excitación contra el cumplimiento de estas disposiciones serían castigadas con severas penas de prisión. Se establecieron las penas de muerte o de preisidio para los atentados contra el presidente y los miembros de los gobiernos central y regionales, así como contra los promotores de complots e instigaciones al secuestro y asesinato, las rebeliones y perturbaciones de la paz pública. Además se decretó la pena de muerte para los delitos de alta traición, envenenamiento, incendio, provocación de explosiones e inundaciones y atentados ferroviarios.El ministro Göring dirigió la acción anticomunista. Con motivo de la publicación del material incautado en los registros practicados en los domicilios comunistas expuso en un discurso radiado las medidas previstas por el decreto y designadas por la prensa como “estado civil anormal”:“Las averiguaciones hasta ahora recogidas sobre el material comunista incautado ha demostrado que los comunistas quieren continuar actuando y que todavía existen en el Reich algunos focos de sus prosélitos. En las fronteras se han tomado las medidas necesarias para impedir la comunicación de los comunistas con el extranjero. El 15 de Febrero se supo que los comunistas estaban formando grupos terroristas, de 200 hombres cada uno, que disfrazados con uniformes de la SA nacionalsocialistas y del Stahlhelm, y empleando camiones, se dedicarían al pillaje de tiendas, almacenes y centros políticos de los partidos nacionales. Por medio de órdenes fingidas de jefes de la SA y del Stahlhelm se instaba al empleo de las armas, sin miramientos, y se azuzaba para provocar la revolución; al mismo tiempo se quería engañar a la policía, también por medio de órdenes fingidas, para que entregaran carros de asalto, etc. En calidad de rehenes debían aprehender a mujeres e hijos de destacadas personalidades, de agentes de policía, etc.El 23 de Febrero se dieron las instrucciones para armar a la clase obrera y para el empleo del terror en todas sus formas. En la instrucción “el arte de la revolución armada” se fija que los grupos terroristas habrían de actuar en 8.000 puntos diferentes del campo, incendiando las haciendas y casas de labor para atraer de esta manera a la policía en servicio en las ciudades. Al mismo tiempo, en otros 8.000 puntos deberíanse volar caminos y puentes y destruir instalaciones industriales de vital importancia. Como armas revolucionarias podrían utilizarse toda clase de medios, desde el cuchillo y la llave americana hasta el agua hirviendo y los ladrillos. Desde luego, en la ejecución de estos planes, debíase prescindir de sentimientos moderados. Se encontraron también instrucciones para envenenar los alimentos servidos en los locales que visitaban los afiliados a los partidos del Gobierno y para atentados a personalidades destacadas”.A requerimiento del Gobierno central, los gobiernos regionales prohibieron los impresos, letreros y reuniones comunistas, el mismo partido comunista fue incluido en esta prohibición. Prusia, la primera, ordenó la formación de una policía auxiliar compuesta por elementos de las formaciones nacionalsocialistas y del Stahlhelm. Los demás Estados federados siguieron su ejemplo. En todo el país efectuaron numerosas detenciones de jefes comunistas, que ascendieron a varios millares. Todos los diputados y funcionarios comunistas quedaron sometidos a prisión preventiva. Los locales del partido comunista fueron registrados, encontrándose numeroso material de propaganda.La SA ocupó las centrales del partido comunista y la casa de Karl Liebknecht a la que se dio el nombre de “Casa de Horst Wessel”. En este sitio se hallaron numerosas cuevas cuyas galerías se extendían en todas direcciones para facilitar la salida. Ahí se encontraron varios cientos de kilos de material impreso cuyo texto constituía un delito de alta traición. En caso de un registro, un refinado sistema de alarma servía para avisar inmediatamente a todas las personas que se encontraban en el edificio. Algunos días más tarde, la policía logró detener en Berlín a Thälmann, jefe de los comunistas alemanes. Las dietas de los diputados comunistas fueron embargadas. Muchos jefes comunistas, entre ellos Münzenberg que se puede considerar como el promotor de las instrucciones terroristas, huyeron al extranjero.La representación popular de todos los Estados federados, salvo Prusia, fue disuelta para volver a ser formada de nuevo con arreglo al número de votos deducidos de las elecciones parlamentarias del 5 de Marzo. Los escaños comunistas quedaron vacíos.De esta manera, en pocas semanas el Gobierno liberó la vida política de la presión comunista y la calle del terror. ¡Por fin volvían nuevamente a reinar el orden y la tranquilidad en Alemania!Sobre la Comunidad Político-Étnica del PuebloLas medidas del Gobierno contra las otras ramas del marxismo o sea contra la socialdemocracia, fueron realizadas con menos energía. En la acción depuradora de los elementos marxistas sirvió como norma el considerar como tales, además de los comunistas, a los funcionarios del partido socialdemócrata pero no a los miembros susceptibles de cambiar de ideología. La disolución del partido se hizo hasta el mes de Julio de 1933, basándose en la actuación hostil de algunos jefes socialistas que habían huido de Alemania al extranjero, sobre todo a Checoslovaquia. La supresión del partido socialdemócrata se puede considerar como una parte del programa general del Gobierno que perseguía la finalidad de ir eliminando a los numerosos partidos para crear así la verdadera comunidad de la Nación alemana. Las organizaciones socialdemócratas fueron prohibidas, a saber: prensa, propaganda: Reichsbanner y Eiserne Front. El pertenecer a este partido, en lo sucesivo, era inadmisible para los empleados. En vista de los numerosos casos de prevaricación descubiertos, al hacerse cargo el nuevo régimen de las asociaciones obreras, el fiscal supremo ordenó el embargo del capital del partido, de sus organismos anexos y de sus periódicos. Algunos jefes decidieron trasladar a Praga la dirección del partido, pero los miembros del comité que quedaron en Alemania y que, según sus datos, formaban la mayoría respondieron, dirigidos por Löwe, antiguo presidente del Parlamento, que la sede del partido sólo podía estar en Alemania. La prensa nacionalsocialista avisó que no había que dejarse engañar por el doble juego de la socialdemocracia. En Junio se ordenó que en todas las representaciones populares los mandatos de los socialdemócratas debían considerarse como extinguidos.Desde luego, la actuación de Adolf Hitler contra la socialdemocracia fue facilitada considerablemente por la actitud de una pasividad sorprendente de sus jefes y por la prisa que tuvieron en pasar la frontera. La consecuencia fue que las masas trabajadoras que hasta entonces habían creído en los jefes perdieron su confianza en ellos. La crónica diaria informaba de muchos socialdemócratas que, renegando de su partido, se pasaban al de las camisas pardas. Una gran cantidad de marxistas cortó todo contacto con sus organizaciones y se negó al pago de sus cuotas. En las empresas industriales los comités marxistas cedieron sus puestos, por propio impulso, a los jefes de los grupos de trabajadores nacionalsocialistas.[1]Sin el apoyo de la clase trabajadora la socialdemocracia no poseía ya fuerza propia alguna. El destino la hizo desaparecer de la escena política de la nueva Alemania. ¡Qué extraño es que esto ocurriera en el país donde ella había nacido y donde se había propagado por todo el mundo!A la eliminación definitiva de la socialdemocracia siguió en Julio de 1933, y siempre bajo el signo del programa de la comunidad del pueblo, la disolución por propia iniciativa de los demás partidos.Los alemanes nacionalistas se pusieron desde el primer momento al lado del movimiento de Hitler y, lo mismo que el Stahlhelm, se pasaron a sus filas. Pero, como más tarde se pudo ver, algunas organizaciones relacionadas con el frente alemán nacionalista habían admitido elementos comunistas, lo que condujo a la prohibición de tales organizaciones. En consecuencia, de completo acuerdo con el canciller, los jefes nacionalistas alemanes decidieron la disolución de su partido. Los antiguos miembros del Frente alemán nacionalista fueron reconocidos por el canciller como “combatientes de la Alemania nacional gozando de iguales derechos.”El partido del Centro que hasta entonces había sido considerado como el baluarte inexpugnable del clericalismo y que, en la sesión del Parlamento del 23 de Marzo de 1933, había votado a favor de la ley de plenos poderes siguió este ejemplo.Otro tanto ocurrió con los partidos menores. Las asociaciones obreras marxistas se disolvieron; más tarde siguió la disolución de las asociaciones obreras restantes y la de las ligas patronales así como el ingreso de todos los trabajadores —manuales o intelectuales— en el Frente alemán del trabajo, acabado de fundar.La ley del 14 de Junio de 1933 prohibió so pena la formación de nuevos partidos. Por último, el 1º de Diciembre de 1933, el Gobierno decretó la ley “para asegurar la unificación del Partido y del Estado” que en su párrafo primero proclama el Estado nacionalsocialista como el resultado de la revolución nacionalsocialista. Según esta ley, “el Partido obrero alemán nacionalsocialista es el símbolo de la idea del Estado alemán y está ligada indisolublemente a éste.”La unidad de espíritu, de voluntad y de ideología del pueblo alemán quedó así restablecida de nuevo; dos años más tarde en la Asamblea del Partido, en Septiembre de 1935, recibió su reglamento interno por medio de la “ley de la nacionalidad alemana” y de decretos ejecutivos. Esta ley establecía que el ciudadano alemán era el único que poseía todos los derechos políticos. Como ciudadano alemán se considera al nacional de sangre alemana o de raza afín que por su conducta demuestre que esté dispuesto y capacitado a servir fielmente al pueblo y a la nación. Ciudadano alemán es quien goza de la protección del Estado alemán y se obligue expresamente a servirlo.El complemento más importante de esta ley es el reglamento del 14 de Noviembre de 1935, según el cual un judío no puede ser ciudadano alemán; no se le concede tampoco la facultad del voto político ni podrá ocupar cargos públicos. El Nº5 del decreto define claramente la noción de judío: se considera como judío aquel cuyos padres, abuelos y bisabuelos son de raza judía por las ramas paterna y materna. Como judío se considera además, bajo ciertas circunstancias, el que desciende de dos abuelos judíos de sangre pura, no siéndolo los restantes ascendientes, y si pertenece a la religión judía o está casado con persona de la misma raza judía.La unidad política alcanzada por la nación ha encontrado su más clara expresión en los plebiscitos verificados desde la toma del poder, sobre todo en las elecciones del 29 de Marzo de 1936. El pueblo alemán, con una votación de un 99%, demostró su adhesión a Hitler y a su política.Unificación del EstadoDe un modo tan enérgico se acató en los primeros días de la toma del poder la reforma de los gobiernos regionales. Esta reforma comenzó con el envío de comisarios a los Estados federados en los que no existía un gobierno de nacionalistas. Estos comisarios debían hacerse cargo del mando, incluyendo la policía, para mantener la seguridad y el orden públicos. Esto ocurrió sin incidente alguno; en todas las regiones se facilitó la formación de una policía auxiliar. Al cabo de algunas semanas, todos los gobiernos regionales que no habían capitulado fueron destituidos. Sólo quedaba por vencer la resistencia encontrada en la Alemania del sur.Después de las elecciones del 5 de Marzo, el ministro Göring declaró que la enorme superioridad del frente nacional no daba derecho a los gobiernos regionales de la Alemania del sur a continuar gobernando en nombre del pueblo. Esto llevó a negociaciones entre algunos gobiernos regionales y los jefes nacionalsocialistas resultando de ellas nuevas adhesiones. La caída del Gobierno bávaro tuvo un aspecto especialmente dramático; este país estaba bajo el dominio del partido popular bávaro desde hacía 43 años. El Dr. Held era el presidente del Consejo de ministros desde el año 1924. Este hábil e inteligente parlamentario había asegurado repetidas veces que no toleraría ninguna intromisión en la política de su país. Su fiel colaborador, el Dr. Schäffer, juró que se atrevería a detener inmediatamente a cualquier comisario del Reich que pisara suelo bávaro.Corría el rumor de que ambos ministros en unión del príncipe Ruperto de Baviera y del barón con Guttenberg, presidente de la Liga real, planteaban la restauración de los Wittelsbach. Esta monarquía, con su independencia, hubiera significado un peligro para la unidad del Reich; era necesario obrar rápidamente. Fracasado un intento conciliatorio y transcurrido el plazo del ultimatum, fijado por unas horas, las formaciones nacionalsocialistas ocuparon Munich y en particular los edificios públicos; en la misma noche el presidente v. Hindenburg nombró comisario del Reich para Baviera al teniente general v. Epp. Se formó un nuevo Gobierno bávaro compuesto por los diputados nacionalsocialistas Wagner, Frank y Siebert.La bandera con la cruz gamada ondeaba desde aquel momento en todo el Reich, lo mismo en las grandes ciudades que en las más pequeñas aldeas.El 23 de Marzo acordó el Parlamento, como ya se ha dicho, la ley de plenos poderes; el problema de unificar el Reich pudo hacer en poco tiempo grandes progresos.Ocho días más tarde apareció la ley para la “unificación de los Estados federales con el Reich” que aseguraba la homogeneidad de la voluntad política en el Reich, regiones y municipios, basándose en el resultado de las elecciones al Parlamento. Pasados otros ocho días, o sea el 7 de Abril de 1933, siguió la llamada “ley de los gobernadores”, que dio el paso decisivo para la reorganización de las relaciones de derecho público entre el Reich y los Estados federados. El nombramiento de los gobernadores, recaído en hombres de toda confianza del canciller, hizo más efectiva todavía la unidad de la dirección política en el Reich y los Estados.Según esta ley, los gobernadores tienen la misión de cuidar del fiel cumplimiento de las directrices políticas establecidas por el canciller. Éstos tienen el derecho de nombrar o destituir al presidente y a los miembros del gobierno regional. Están autorizados a disolver los gobiernos regionales y convocar nuevas elecciones, hacer y decretar leyes, nombrar y destituir a los empleados del Estado. Se les concede el derecho de indulto. En Prusia, el canciller ejerce al mismo tiempo las funciones de gobernador y los ministros prusianos pueden ser simultáneamente ministros del Reich.“¿Qué sería de Alemania —decía el Führer en el Congreso del Partido celebrado en Nuremberg en 1935— si ya las generaciones anteriores a la nuestra no hubieran hecho cesar el disparate, que clama al cielo, de los estados y estadillos alemanes que en modo alguno era beneficioso al pueblo alemán sino a sus enemigos? Un pueblo que habla un idioma, posee una cultura, que ha visto formarse su destino en una historia común, no puede aspirar más que a tener también una unidad en su dirección. Con esto el pueblo consigue que las ventajas predominen sobre las desventajas que pudieran resultar.A qué grotesco rebajamiento del carácter y de la fuerza de un pueblo puede llevar este estado de cosas, lo hemos vivido en los meses de Enero, Febrero y Marzo de 1933, durante los cuales egoístas mezquinos mezclaban con indiferencia glacial sus reprobables intereses de partido con las tradiciones regionales tratando de poner así en peligro la unidad del Reich. La ley de los gobernadores fue la primera respuesta de la Nación alemana a estos picapleitos que se oponían a la unidad y grandeza de Alemania.”El 7 de Abril de 1933 se dio la ley para la “reorganización de los funcionarios del Estado” que tenía por objeto la separación de todos los funcionarios insuficientemente preparados, inadecuados, comunistas o de raza judía. La ley era necesaria para asegurar la dirección del Estado porque así, una vez alejados estos elementos, el Gobierno podía apoyarse sobre un cuerpo de funcionarios de su confianza.En el día del primer aniversario del advenimiento al poder, el 30 de Enero de 1934, se dio el segundo gran paso hacia la unificación del Reich por medio de la “Ley sobre la reconstrucción del Reich”. Los parlamentos de los Estados federados desaparecieron, los derechos de su soberanía pasaron al Reich, los gobiernos regionales quedaron desde entonces sometidos al gobierno central, los gobernadores a la inspección del ministro de la gobernación del Reich. Esta ley se puede considerar con justicia como la realización de un viejo sueño de los alemanes, pues con ella desapareció el último resto de la soberanía de los Estados federados. Así entonces, no hay más que una autoridad: la del Reich. Ya no hay antagonismo alguno entre los gobiernos central y regionales: todo el poder reside en el Reich, que se basa sobre la idea del mando único y se encarna en la voluntad del Führer.Con esta ley el gobierno de Adolf Hitler ha concluido la revolución nacional y ha cumplido su demanda programática de la unidad del Estado. Todos aquellos que han vivido estos últimos años en Alemania y, por consiguiente, han tenido ocasión de ver las enormes dificultades que en tan complicada estructura política se presentaba a la dación de cualquier ley del Reich, podrán comprender perfectamente el gran progreso obtenido con esta medida.Esta obra se fue completando poco a poco por la dación de nuevas leyes. La “Ley sobre el jefe supremo del Reich”, del 1º de Agosto de 1934, con motivo del fallecimiento de Hindenburg aseguró legalmente para el porvenir la jefatura de Adolf Hitler. Ambos cargos, el de presidente del Reich y el de canciller, pasaron a ser uno: “Führer y canciller del Reich”. La importancia y el carácter histórico que Hitler mismo concedió a esta ley se desprende de su decreto del 2 de Agosto de 1934 al ministro de la Gobernación. El canciller exaltó la grandeza del difunto mariscal quien dio una importancia especial al título de presidente del Reich. Este nombre es inseparable del de Hindenburg. El canciller ordenaba, además, en este decreto que la misión que legalmente le había sido confiada por el gabinete quedara sometida, mediante un plebiscito, a la libre decisión del pueblo. Como ya es sabido el cómputo de votos plebiscitarios arrojó 38.362.760 a favor de Hitler y 4.294.654 en su contra. En su manifiesto de gracias al Partido, Adolf Hitler expresó su opinión de que, así como había sido posible al Partido ganar el 90% del pueblo alemán a favor del nacionalsocialismo, también le sería posible ganar el 10% restante.Efectivamente, esto es lo que ha ocurrido como lo demostró la elección ya antes citada, del 29 de Marzo de 1936. El Führer obtuvo 44.412.000 de votos contra 543.000, o sea 99% de una elección en la cual participó también el 99% de la población con derecho a sufragio.En el tercer aniversario del advenimiento al poder del nacionalsocialismo, el 30 de Enero de 1935, apareció la “Segunda ley de los gobernadores” que ordenaba la incorporación de los gobernadores al organismo administrativo del Reich: el gobernador está subordinado al gobierno del Reich y a cada uno de sus ministros, pero es jefe supremo de todo el aparato administrativo público de un estado federal.Al mismo tiempo, una ley “municipal alemana” aseguraba la estrecha colaboración de los municipios con el Partido y el Estado para alcanzar mediante su común el máximo rendimiento en los fines que el Estado se propusiera.Por la legislación que acabamos de citar y por otras medidas no menos importantes se hizo realidad la idea nacionalsocialista resumida en una frase: “Un pueblo, un Estado, un Führer”. He aquí algunas de estas leyes: sustitución de la denominación de ciudadano de Estado federal por la de ciudadano del Reich; eliminación de las representaciones federativas ante el Reich; traspaso de los órganos de Justicia al Gobierno central; fusión del Ministerio prusiano de la Gobernación con el del Reich; creación de un Ministerio de Educación nacional; unificación de las fuerzas dispersas de las policías federales en una policía del Reich subordinada al jefe de las SS Hienrich Himmler, y, por último, la “Ley de funcionarios alemanes.”Igualemente, por leyes del 1º de Diciembre de 1936, “sobre la organización y administración de la capital del Reich” y del 26 de Enero de 1937 “sobre la ciudad de Hamburgo, incorporando los municipios vecinos”, se fijaron las reformas de los distritos correspondientes a Berlín y Hamburgo. Tales disposiciones, así como la simplificación de algunos límites entre Estados federales del Norte de Alemania, significan los primeros pasos hacia la supresión de los Estados federales y la división del Reich en distritos de igual forma estatal y administrativa.Sería injusto cerrar este capítulo dedicado a la reconstrucción interna de Alemania sin mencionar la disciplina con la cual se ha desarrollado la acción revolucionaria a pesar de la extensión y rapidez que ha tenido.En el discurso ante el Reichstag del 30 de Enero de 1937 el Führer resumió los acontecimientos de los últimos cuatro años y los éxitos alcanzados durante su gobierno, definía la revolución nacionalsocialista como una “revolución de las revoluciones” y declaraba estar orgulloso de haber hecho la mayor transformación del pueblo alemán con el mínimo de víctimas y pérdidas materiales.“Sólo ahí, donde el placer sanguinario bolchevique, que, aun después del 30 de Enero de 1933, creía imposible impedir por la fuerza bruta la victoria o la realización de la idea nacionalsocialista —dijo el Canciller— hemos respondido nosotros con la fuerza y, naturalmente de una manera fulminante. Otros elementos, cuya insumisión unida a la más grande incultura política era notoria, fueron puestos en prisión preventiva para volverlos a dejar en posesión de su libertad al cabo de poco tiempo. Y sólo muy pocos cuya actividad política era la capa con que cubrían su actitud criminal confirmada por numerosas condenas, fueron impedidos de continuar su obra destructora, dándoseles ocasión —por primera vez en su vida— de tener una ocupación provechosa.De esta manera toda la revolución nacionalsocialista contó menos víctimas que las hechas contra nosotros sólo en el año 1932 por nuestros enemigos bolcheviques en Alemania, y esto sin hacer revolución.Fue posible gracias al principio por el que nos hemos guiado hasta ahora y del que no nos olvidaremos en el futuro: el fin de una revolución o de una transformación no debe ser el de crear un caos sino el de sustituir algo malo por otra cosa mejor...”Quien tuvo ocasión de convivir los días de la toma del poder por los nacionalsocialistas puede asegurar con toda franqueza que, en contra de las afirmaciones del extranjero, esta revolución se hizo sin derramamiento de sangre y, además, sin ocasionar daño material alguno. Las noticias sensacionales sobre cadáveres en el Spree, pogromos de judíos, asesinatos, etc., pertenecen a la propaganda calumniadora o al reino de la fantasía.Desde luego ha habido choques inevitables entre pequeños grupos de enemigos políticos: ahí donde hubo atentados, el Gobierno hizo todo lo necesario para impedirlos lo más rápidamente posible. En una orden radiada, el canciller impuso la más severa disciplina y prohibió acciones individuales. Como desde ahora la fuerza ejecutiva estaba por completo en manos del gobierno nacionalsocialista, tales acciones aisladas se pueden considerar como actos de venganza nimia que sólo pueden prestarse para enturbiar la victoria alcanzada y perjudicar al nuevo régimen ante los ojos del mundo. Fueron castigados y expulsados de los partidos nacionalistas algunos hombres inculpados de haber cometido desmanes.[1] El “Sozialdemokraten”, periódico de Estocolmo, informó el 29 de Marzo de 1933: “Las asociaciones obreras alemanas se adaptan a la nueva situación política. No solamente están dispuestas a tolerar al nuevo gobierno sino que muestran también su voluntad de colaborar con él. Lamentamos profundamente tener que observar este empeño, este celo de las agrupaciones obreras alemanas frente a sus enemigos políticos”.

La Alemania de Hitler III.1 III Igualdad de Derechos Internacionales, Política de Libertad y de PazLa revolución ideológica, la transformación de la vida interna de la nación, han influido correlativamente sobre las relaciones con el extranjero y sobre la solución de los problemas internos que están en relación con las obligaciones internacionales de Alemania.Para comprender la actitud del Reich frente al mundo —actitud que provocaba la crítica de la prensa extranjera y las consiguientes reacciones diplomáticas, tan pronto como el Führer presentaba al mundo nuevas sorpresas y nuevos faits accomplis— hay que darse cuenta de los fines de la política de Hitler, de sus demandas internacionales, que son la razón de tales hechos, y de lo que en realidad se ha conseguido.Los fines de la Política Exterior NacionalsocialistaEn el programa sobre política exterior que Adolf Hitler desarrolló ante el Reichstag en su discurso del 23 de Marzo de 1933 y que ha confirmado en numerosas declaraciones posteriores, figuran los fines principales del Gobierno en su política internacional:1. La eliminación de todo descrédito humillante de Alemania con respecto a las otras grandes potencias, o sea, la fijación en el campo internacional de una igualdad de derechos efectiva e incondicional y la supresión definitiva del concepto de naciones vencedoras y vencidas que, siendo el principio fundamental del Dictado de Versalles, ha dominado, por desgracia, en los tiempos de la posguerra, el enfoque espiritual de las otras naciones e impedido así el retorno a una paz verdadera. Esto quiere decir que había que suprimir todas las cláusulas del Tratado que fueron incompatibles con el honor de Alemania y con su prestigio como gran potencia: por de pronto las cláusulas del desarme unilateral de la zona desmilitarizada de Renania y de la confesión de la sola culpabilidad de Alemania en el origen de la guerra mundial.2. El restablecimiento de las relaciones amistosas con todos los pueblos que estén dispuestos a olvidar a fondo el pasado, a reconocer las demandas vitales de las otras naciones, como lo hace el Reich por su parte, para servir de esta manera a la causa de la paz. Una sola excepción se hizo a este principio general: la Rusia bolchevique, cuyo poder está siempre dispuesto a apoyar las maquinaciones revolucionarias en todo el mundo. Rusia es, según la concepción nacionalsocialista, un Estado con el que no se puede tratar conforme a las reglas internacionales de uso, sino que con su régimen soviético es el punto de partida de un movimiento internacional cuyo principio encierra la destrucción y aniquilamiento de la cultura humana.Según la manera de ver de Adolf Hitler, los problemas que hoy provocan perturbaciones son las consecuencias de los errores del Dictado de Paz. El Dictado no resuelve para siempre clara y razonablemente las cuestiones más importantes y decisivas de índole económica y nacional de esa época. El primero de estos problemas se refiere a la nueva ordenación y división de los Estados europeos según el principio de las nacionalidades y de las aspiraciones nacionales surgidas en el curso del último siglo. Cuanto más claramente coincidan los límites de los Estados con los territorios habitados por los mismos pueblos, tanto más fácil será eliminar toda una serie de posibilidades de conflictos. Contrariamente a este principio —y en parte por ignorancia y en parte por pasión u odio— se adoptaron soluciones que por falta de lógica y por ser arbitrarias encierran el germen de nuevos conflictos.La Conferencia de Paz no pudo tampoco resolver los problemas económicos. Si se hubiera querido realizar una verdaderas pacificación de Europa debiera haberse evitado el caer en el uso de conceptos tales como expiación, castigo, reparación, etc., y reconocer como causa profunda que la falta de medios de existencia ha sido y será siempre el origen de conflictos entre los pueblos. En vez de predicar el aniquilamiento se debiera haber emprendido una nueva ordenación de las relaciones políticas y económicas internacionales que hubieran correspondido a las justas aspiraciones de los pueblos en cuanto a sus posibilidades de existencia.La creencia de que el aniquilamiento económico de un pueblo de 67.000.000 podía constituir un servicio útil a otros pueblos es tan absurda que ya nadie se atreve hoy a exponerla categóricamente. Pero más absurdo era todavía el provocar este aniquilamiento por métodos que, siguiendo la ley natural de causa y efecto, hubieran acabado tarde o temprano por provocar la misma catástrofe entre los vencedores. Entre estos métodos sobresale el de las reparaciones. Si se exigía de Alemania pagos en efectivo se la obligaba en consecuencia a un desarrollo anormal de su exportación para procurarse las divisas necesarias. Fatalmente, esto tenía que perjudicar la situación económica de las otras naciones. Si se hubiera querido limitar, en otro caso, el pago de las reparaciones obligadas a entregas en especie, habría sido inevitable un perjuicio de la producción interior de los países acreedores, cuyas proporciones no habrían sido menores.El problema de regeneración de la conciencia general de derecho internacional ha sido también desconocido por el Dictado de Versalles, ya que, para justificar todas las medidas de éste, Alemania tuvo que ser señalada como la culpable de la guerra mundial. Este procedimiento, aplicado al porvenir como un precedente y también al pasado, explica las causas de los conflictos humanos y de las guerras de la manera más simple que cabe imaginar: la culpa es siempre del vencido, ya que el vencedor siempre puede exigir esta declaración como preámbulo del tratado de paz.El hecho tiene un significado tanto más tremendo cuanto que el estado de fuerza que existía al fin de esta guerra fue ayudado por tal criterio a transformarse en una norma de derecho permanente. Los conceptos de vencedor y vencido fueron los fundamentos de un nuevo orden social y de derecho internacional; la descalificación de un gran pueblo, rebajándolo a nación de segundo rango y segunda clase, sucedía en el momento en que iba a formarse una liga de naciones.Esta manera de tratar a Alemania no podía conducir a una pacificación del mundo. El desarme del vencido, estimado como necesario, era todavía menos adecuado para disminuir los peligros y causas de conflicto y dio origen a eternas amenazas, exigencias y sanciones, que produjeron constantes desórdenes e inseguridad y conminaron con arruinar toda la economía mundial. Tratados de paz concluidos entre los pueblos tienen un sentido verdadero sólo cuando se asientan sobre el principio de una efectiva igualdad de derechos.Según la manera de ver del nacionalsocialismo era gran injusticia tener a un gran pueblo de 67 millones en un estado permanente de impotencia militar. El Gobierno veía en esto su serio peligro para la paz, ya que tal situación sólo despierta la tendencia de los pueblos vecinos a actos de fuerza, que podían provocar así reacciones y complicaciones internacionales. “Un pueblo indefenso —decía en un discurso el lugarteniente del Führer y ministro Rudolf Hess— incita a “paseos” sin riesgo de ejércitos extranjeros. Un pueblo desarmado en medio de otros armados poderosamente, puede ser una tentación para hombres ambiciosos que quieren conquistar laureles baratos y para los gobiernos un motivo de desviar la atención de su pueblo del campo de la política exterior mediante la aventura de una guerra.Alemania ha venido reclamando durante años el desarme general conforme a las declaraciones precisas del Führer: 1º porque esta es una demanda de la moral, del derecho y de la razón que incluso está así reconocida por el Tratado de Paz. El cumplimiento de esta demanda estaba indisolublemente unido al desarme de Alemania como iniciación para el desarme general; 2º porque la descalificación de un gran pueblo no puede mantenerse eternamente sino que alguna vez ha de tener su fin.Alemania desarmó bajo un control internacional severísimo. Una enorme cantidad de material de guerra fue destruida. Cuarteles y fábricas demolidos, muelles de embarque desmontados, la Renania desmilitarizada, las fortificaciones alemanas arrasadas, muchas obras voladas, casi todos los buques de guerra entregados y miles de aeroplanos destruidos, esto fue el resultado de la obra. El ejército nacional desapareció, la instrucción de reservas fue prohibida. Incluso las armas más imprescindibles para la defensa se le negaron al pequeño ejército profesional de 100.000 hombres.Por el contrario, pasada la guerra, los Estados vecinos a Alemania aumentaron en grandes proporciones su armamento; mientras que, por ejemplo, Alemania no podía disponer de un solo aeroplano, Francia tenía 3.046 en servicio, Bélgica 350, Polonia 700, Checoslovaquia 670. Además había cantidades incalculables de aeroplanos de reserva, miles de carros de asalto, miles de cañones de grueso calibre, así como todos los medios técnicos para la guerra con gases asfixiantes. Preguntaba una vez el Führer: “¿Acaso no tiene más derecho la Alemania indefensa y desarmada a exigir la seguridad que pretenden los Estados armados y coaligados entre sí?”Y sin embargo, Alemania estaba en todo momento dispuesta a disolver toda su organización militar, a destruir el pequeño resto de las armas que le quedaban, si las naciones limítrofes hubieran hecho lo mismo. Pero, si los otros Estados no estaban dispuestos al desarme al cual se habían comprometido por el Tratado de Paz, Alemania no tenía más remedio que insistir en la demanda de insistir en la demanda de igualdad de derechos.El deseo de Alemania no era otro que el de poder asegurar su independencia y proteger sus fronteras. Estaba por tanto dispuesta a renunciar a las armas ofensivas si el resto del mundo hubiera seguido su ejemplo, y quería declararse conforme con el plan McDonald sobre el desarme presentado a debate en Ginebra y entrar en cualquier pacto solemne de no-agresión, ya que no pensaba más que en su propia seguridad.Con esto llego al segundo fin principal de la política exterior de la nueva Alemania, entablar relaciones amistosas con los demás países, o dicho en otras palabras, a su política de paz.La publicación de este programa se encuentra en casi todos los discursos del Führer y de sus colaboradores; se puede decir que es el eje central de cuanto en ellos expresa. Además de lo ya dicho por Hitler en Potsdam al ser nombrado canciller, es de la mayor importancia lo que declaró en su discurso de paz del 17 de Mayo de 1933 que, según las propias palabras de Hitler, no sólo iba dirigido al pueblo alemán sino al mundo entero.Después de haber asegurado que “ninguna nueva guerra europea sería capaz de reemplazar el estado de descontento actual por algo mejor” el Führer añadió:Como nacionalsocialista alemán consciente declaro en nombre del Gobierno y de la revolución nacional que precisamente en esta nueva Alemania nos inspiramos por la más profunda comprensión respecto a los sentimientos e ideas de los otros pueblos así como para las razones en que fundan sus aspiraciones vitales. La generación de esta nueva Alemania que hasta ahora no ha conocido más la necesidad, la miseria y el dolor del propio pueblo, ha padecido ya demasiado bajo esta locura para que pueda pensar en ocasionarles a los demás iguales desgracias.Estamos ligados por un infinito amor y fidelidad a nuestra nacionalidad y, fundándonos en esta forma de sentir y pensar, sabemos respetar los derechos nacionales de los otros pueblos y quisiéramos de todo corazón vivir con ellos en paz y amistad.Por esta razón nosotros no conocemos el concepto de la germanización. La mentalidad del siglo pasado por la cual se creía que era posible convertir en alemanes a polacos y franceses nos es tan extraña que nos obliga a volvernos apasionadamente contra cualquier intento en sentido contrario.El Reichstag aprobó con entusiasmo estas declaraciones mostrando así ante la opinión mundial el deseo unánime de paz de todo el pueblo alemán.En el Congreso del Partido en Nuremberg, en Septiembre de 1933, el jefe de la sección de política extranjera del partido obrero alemán nacionalsocialista, Alfred Rosenberg, declaró con toda sinceridad que el verdadero nacionalsocialista es un defensor auténtico de la paz porque para él el tesoro más preciado es la sangre de su pueblo, que sólo debe ofrendarse en caso extremo.Un mes más tarde, al separarse Alemania de la Sociedad de las Naciones y abandonar la Conferencia del Desarme, Hitler creyó que era su deber explicar ante la opinión pública el motivo de este paso tan significativo y tan grave. Esto lo hizo en su discurso radiado el 14 de Octubre en el que, entre otras cosas, y en una forma clara y decisiva, habló sobre las relaciones con Francia tomando como base algunas de las manifestaciones del jefe del Gobierno francés.Estimo —así decía el Führer— como la señal de un noble pensamiento de justicia el que el presidente del Consejo de Ministros francés, Sr. Daladier, haya encontrado palabras de un espíritu conciliador tal, que millones de alemanes le guardan un profundo reconocimiento. La Alemania nacionalsocialista no tiene ningún otro deseo que el de derivar la carrera emprendida por los pueblos europeos hacia los campos en donde éstos, bajo la más noble emulación, han dado a la Humanidad entera aquellos magníficos bienes de la civilización, de la cultura y del arte que hoy enriquecen y embellecen al mundo.Igualmente escuchamos con emoción y esperanza las manifestaciones de seguridad de que el gobierno francés, bajo la presidencia de su actual jefe, no intenta ni humillar ni ofender al pueblo alemán. Y nos conmueve la indicación hecha sobre esta, por desgracia, tan triste verdad, de que estos dos grandes pueblos han sacrificado a menudo en los campos de batalla la sangre de sus mejores hijos. Hablo en nombre de todo el pueblo alemán cuando aseguro que estamos llenos del sincero deseo de extinguir una enemistad cuyas víctimas causadas no guardan proporción alguna con cualquier ganancia posible.El pueblo alemán está convencido de que su honor militar ha quedado limpio y sin mácula en mil batallas y de la misma manera vemos nosotros en el soldado francés a nuestro antiguo y glorioso enemigo. A nosotros y al pueblo alemán entero nos haría felices la idea de ahorrar a nuestros hijos y nietos lo que, como hombres de honor, hemos tenido que ver y padecer nosotros mismos en largos años de sufrimientos y dolores. La historia de los últimos ciento cincuenta años con sus variadas alternativas debiera haber enseñado a ambos pueblos algo muy importante: que aun a costa de mucha sangre no pueden alcanzarse variaciones esenciales de alguna duración. Como nacionalsocialista, y conmigo todos mis partidarios, y basándome en nuestros principios nacionales, rechazo conquistar con la sangre y la vida de aquellos que nos son tan queridos, a ciudadanos de un pueblo extraño que nunca han de querernos. Sería un grandioso acontecimiento para la Humanidad entera si los dos pueblos, Francia y Alemania, quisieran expulsar para siempre la violencia en sus relaciones comunes. El pueblo alemán está dispuesto a ello.Con la misma lealtad con que nosotros queremos hacer valer los derechos que se nos han concedido por los tratados, declaro también que de aquí en adelante no existe para Alemania ningún motivo de conflicto territorial entre ambos países. Una vez reincorporado el territorio del Saar al Reich, sólo un alucinado podría pensar en la posibilidad de una nueva guerra entre ambos Estados para la cual, desde el punto de vista nuestro, no hay ningún motivo que la justifique ni moral ni razonablemente. Pues nadie podría exigir que para hacer una rectificación de fronteras de una extensión problemática y de un valor asimismo incierto hubiera que sacrificar millones de vidas humanas en sus mejores años.Para mostrar al extranjero la conformidad absoluta del pueblo alemán con el paso dado por su gobierno, Adolf Hitler rogó al presidente del Reich v. Hindenburg que convocara a nuevas elecciones parlamentarias junto con un plebiscito para el próximo 12 de Noviembre. En su apelación el Gobierno preguntaba al pueblo si aprobaba su política. En este llamamiento se acentuaba entre otras cosas que el Gobierno deseaba llevar una política de paz, reconciliación e inteligencia con las demás naciones y rechazar al empleo de la fuerza como un medio inútil para suprimir las diferencias existentes dentro de los Estados europeos.El gobierno y el pueblo alemán se unen en el sincero deseo de querer resolver y comprobar desapasionadamente, por medio de negociaciones, todas las cuestiones pendientes con las restantes naciones, incluso con sus antiguos adversarios, inspirándose para ello en el sentido de vencer la psicosis de guerra y en el restablecimiento definitivo de unas relaciones sinceras y recíprocas. Tanto el pueblo como el gobierno alemán están decididos en todo momento a concertar pactos de no-agresión para asegurar a largo plazo la seguridad de Europa, servir a su bienestar económico y tomar parte en su reorganización cultural.Las elecciones arrojaron 40.632.628 votos positivos en un total de 43.491.575, es decir, más del 95% a favor del Gobierno.El 18 de Octubre de 1933, Adolf Hitler concedió una entrevista al corresponsal especial del Daily Mail, Ward Price. A la pregunta del periodista inglés aludiendo a un discurso del subsecretario del ministerio de la Guerra británico, Duff Cooper, el Führer respondió:La afirmación de que el pueblo alemán se prepara con entusiasmo para la guerra es para nosotros un desconocimiento incomprensible del sentido de la revolución alemana. Nosotros, jefes del movimiento nacionalsocialista, hemos sido casi sin excepción soldados de la guerra. ¡Yo quisiera ver al soldado del frente que se prepara “con entusiasmo” para una nueva guerra! Estamos apegados a nuestro pueblo con un afecto tan fanático como todo inglés honrado lo está al suyo. Nosotros educamos a la juventud alemana en la lucha contra los vicios interiores y en primer lugar contra el peligro comunista de cuya magnitud no se tenía ni se tiene todavía la menor idea en Inglaterra. Nuestros cantos revolucionarios nada contienen contra los otros pueblos sino que son expresión de la fraternidad de nuestro país contra la lucha de clases y egoísmos; cantos dedicados al trabajo, al pan y al honor nacional.En el llamamiento hecho a los ex combatientes de todo el mundo, el 8 de Julio de 1934, en Königsberg, el lugarteniente del Führer, Rudolf Hess, entre otras cosas, declaró:Nuestro pueblo tiene la suerte de ser guiado, hoy, sobre todo por antiguos combatientes que han traspasado las virtudes del frente al gobierno del Estado. Inspirados en esas virtudes reconstruyeron el Reich. Pues fue el espíritu del frente el que dio vida al nacionalsocialismo... Quien haya tomado parte en la pasada guerra mundial puede tener una idea de lo que hoy significaría una guerra con armas tan perfeccionadas. Diríjome a los camaradas del frente de uno y otro lado.Después que Rudolf Hess describió la vida del frente con palabras conmovedoras y cuadros impresionantes, exclamó:¡Sed sinceros! No se ha preguntado cada uno de nosotros más de una vez, cuando se encontraba en las trincheras: ¿Para qué todo esto? ¿Tiene razón de ser? ¿No es posible evitarlo para el futuro de la Humanidad? Pero nos mantuvimos en nuestros puestos, de uno y otro lado, nos mantuvimos como hombres del deber, de la disciplina, de la lealtad, como hombres que aborrecen la cobardía. Y, sin embargo, recojo de nuevo la pregunta de entonces y exclamo ante el mundo: como soldado a los soldados, como gobernante de un pueblo a los gobernantes de otros pueblos: ¿Tiene razón de ser? ¿No podemos todos juntos y con la mayor voluntad ahorrar esto a la Humanidad..?Los soldados del frente quieren la paz. El Gobierno de Alemania quiere la paz... Invoco a todos los soldados del frente de las demás naciones así como a todos los hombres de buena voluntad de sus gobiernos para que nos apoyen en nuestro propósito.El 26 de Agosto de 1934, ocho días después de que el pueblo alemán había sancionado mediante un plebiscito el nombramiento de Hitler como sucesor del presidente Hindenburg, tuvo lugar en el fuerte Ehrenbreitstein, en Coblenza, una manifestación de fidelidad del Reich hacia el Saar en presencia de 600.000 participantes de todos los puntos de Alemania, incluso del Saar. En un gran discurso, en el que expresó la íntima unión que existe entre el Reich y el territorio del Saar, Adolf Hitler manifestó esta vez en su calidad de jefe supremo del Estado, lo siguiente:El asunto del Saar es el único problema territorial que nos separa todavía de Francia. Una vez resuelto, no existe ningún fundamento razonable para que dos grandes naciones se hostilicen en el futuro y eternamente. Alemania confía en que entonces se aumentará la buena disposición de Francia para concertar una paz sincera con Alemania. Así, el 13 de Enero de 1935, el pueblo del Saar tiene una misión grande y pacífica que cumplir.Como se recordará, el plebiscito dio de un total de 528.005 votantes, 477.119 votos a favor de Alemania, o sea, el 90,5%.El mismo día 26 de Agosto de 1934, con motivo de inaugurarse la exposición del Saar en Colonia, el ministro de Propaganda del Reich, Dr. Goebbels, señaló en la parte política de su discurso, las intenciones pacíficas del Tercer Reich: “Alemania no pretende más que su derecho”, —dijo el ministro y agregó— “no quiero más que esto... El pueblo alemán no alienta la más remota idea de revancha, no se preocupa más que de su trabajo diario”. En Coblenza anunció el señor Bürckel, delegado del Saar: “El 13 de Enero la población del Saar, con plena conciencia histórica, exclamará por encima de las fronteras: “¡Ya está el camino libre para podernos entender!”El ministro de Relaciones Exteriores, Neurath, no dejó tampoco por ese entonces de hablar de las intenciones pacíficas de Alemania. En su discurso del 17 de Septiembre de 1934, en el Congreso Internacional de carreteras, respondiendo a las afirmaciones de cierta prensa, dijo:El reproche que se nos hace de que con la proclamación de nuestras intenciones pacíficas sólo queremos tomar aliento y que, luego de adquirido el vigor necesario, intentamos acometer la realización de nuestros planes agresivos, es tan absurdo después de todo lo que hemos explicado y ofrecido en la cuestión del desarme y de lo que hemos dicho y hecho para la pacificación política de Europa, que sólo podemos ver en ello la intención de la calumnia más siniestra.El 28 de Febrero de 1935, la Comisión de los Tres de la Sociedad de las Naciones transfirió a Alemania el gobierno del Saar. Tres días más tarde, Adolf Hitler, en un discurso, declaró que la reincorporación del Saar no sólo era un día venturoso para Alemania sino para Europa entera, puesto que con ella las relaciones entre Francia y Alemania podían llevar a una mejora definitiva. El mismo pensamiento expresólo en su proclamación del 16 de Marzo de 1935, con motivo del restablecimiento del servicio militar obligatorio y añadió:El gobierno alemán solemnemente ha asegurado a París que Alemania, después de resuelta la cuestión del Saar, no tiene ya ninguna clase de reivindicaciones territoriales que exigir a Francia. Con ello estima haber creado mediante un sacrificio político y material y en una forma histórica no común, la base para terminar una disputa secular entre dos grandes naciones.De la misma manera se expresó Adolf Hitler, el 21 de Mayo de 1935, en su discurso ante el Reichstag y en las declaraciones posteriores sobre la política alemana de paz. En Febrero de 1936, el Führer concedió una entrevista al conocido escritor francés, Bertrand de Jouvenel, algunos días antes de la ratificación del pacto de asistencia recíproca franco-soviético por la Cámara francesa. En la respuesta a algunas preguntas sobre su política respecto a Francia el Canciller declaró:He querido demostrarle a mi pueblo que el concepto de enemistad hereditaria entre Francia y Alemania es un disparate. El pueblo alemán comprendiéndolo me ha secundado en una acción mucho más difícil aun cuando yo, animado por este espíritu, emprendí una acción conciliadora entre Polonia y Alemania...Hablo en nombre de todo el pueblo alemán y declaro que bastaría que Francia quisiera dar por terminado para siempre este supuesto peligro alemán, porque el pueblo alemán tiene la más absoluta confianza en su Führer y este Führer desea la amistad con Francia.En su discurso recapitulador del 30 de Enero de 1937, pronunciado ante el Reichstag, el Führer señaló que él ha manifestado reiteradamente al deseo de llegar a unas relaciones cordiales con todos los países vecinos y aseguró de nuevo solemnemente que entre Francia y Alemania no puede haber motivo alguno imaginable de litigio.No hay que admirarse de que el Führer esté siempre dispuesto a una reconciliación definitiva con Francia. Pasar a la Historia como realizador de esta obra de paz tan difícil y de tan vital importancia, en la cual vanamente se empeñaron hombres de Estado alemanes, sería para él la mayor de las satisfacciones. Como la tranquilidad y el bienestar de Europa dependen del problema franco-alemán se puede comprender que son sinceras las manifestaciones de Adolf Hitler a favor de la paz.Los Postulados de la Política Internacional de HitlerLas líneas directivas de la política internacional de Adolf Hitler y los métodos empleados para alcanzar los fines que se ha propuesto se deducen de diferentes postulados que se complementan unos a otros.Por de pronto se pide que las relaciones entre los Estados descansen sobre la base del honor nacional. Solamente de este modo serán tales relaciones claras y duraderas y podrán servir efectivamente a la causa de la paz.Un tratado de paz no debe significar sólo un documento para la suspensión de las hostilidades, sino que ha de ser un acuerdo para regular las relaciones de los antiguos enemigos en interés de ambas partes y sin apasionamiento alguno que podría servir para destruir la razón y el sentido de la justicia. De aquí que sea necesario el que este tratado no cree al vencido un estado de humillación y de inferioridad que a la larga sería insoportable y sólo puede constituir el germen de nuevas discordias y guerras.Basta recordar para ello el punto de vista adoptado por Bismarck después de las guerras de 1866 y 1870/71, de que para concluir un tratado de paz hay que tener presente las necesidades vitales y el honor del vencido. En su discurso del 1 de Septiembre de 1866, el Canciller de Hierro dijo ante la Cámara de diputados:Un acuerdo de paz será difícil que llegue a realizarse en asuntos exteriores si se exige que le preceda la confesión por una de las partes: Reconozco que he obrado injustamente.En sus “Gedanken und Erinnerungen” (Ideas y Memorias) Bismarck escribía:En nuestras relaciones últimas con Austria me importaba sobre todo resguardarme en lo posible de recuerdos mortificantes, si esto pudiera hacerse sin que perjudicara a la política alemana. La entrada victoriosa en la capirtal enemiga hubiera sido naturalmente un recuerdo satisfactorio para nuestros militares, pero no era necesario para nuestra política. En el sentimiento de dignidad propia de los austríacos habría quedado una llaga que, sin ninguna necesidad urgente para nosotros, hubiera aumentado las dificultades en nuestras relaciones futuras. En todo caso era de la mayor importancia el saber si el estado de ánimo que habían de conservar nuestros adversarios, sería irreconciliable e incurable la herida que nosotros les habíamos inferido en su propia dignidad.Así se explica que Austria, antes enemigo de Prusia, fuera luego incluso un aliado de ésta.El 25 de Octubre de 1871, con motivo de tratar sobre las relaciones franco-alemanas después de la guerra, Bismarck declaró en el Parlamento:No estimamos como misión nuestra el perjudicar a nuestro vecino más de lo que sea absolutamente necesario para asegurar el cumplimiento de la paz; por el contrario, creemos que es nuestro deber, siempre que no perjudique nuestros intereses, el serle útil y darle ocasión de restablecerse de la desgracia que ha caído sobre su país.Cuando un diplomático alemán le planteó a Bismarck la exigencia de imponerle a Francia condiciones de paz extraordinariamente duras, el canciller respondió que Francia debía continuar siendo una gran potencia para que el concierto europeo no se alterara. Además, ya es sabido que Bismarck era contrario a la anexión de Lorena y que tuvo que ceder al partido militar que insistía en pedir la posesión de Metz.El canciller del emperador Guillermo I se esforzó, como se ve, después de las guerras de 1866 y 1870/71, en mantener el respeto al enemigo vencido, impidiendo así crear en él un deseo de venganza y, al mismo tiempo, en evitar todo engreimiento del vencedor, faltas éstas que son igualmente perjudiciales para la paz.Esta visión política faltó desgraciadamente en los hombres de Estado que después de la guerra mundial se reunieron en la Sala de los Espejos de Versalles y sólo se preocuparon de garantizar su seguridad futura mediante la absoluta humillación moral y material de Alemania.Otro postulado fundamental de la política de Adolf Hitler es que los tratados duraderos relativos a la limitación de los armamentos sólo pueden estar basados sobre el noble derecho a la propia defensa nacional. Alemania está dispuesta, desde luego, a realizar todas las limitaciones de los armamentos que hayan sido aceptadas por las demás potencias, pero se reserva el derecho a la propia defensa en la medida que sea necesaria. Este principio no es nuevo, sino que tiene en la historia algunos dignos predecesores. El presidente de Estados Unidos, Hoover, indicó —en su declaración del 22 de Junio de 1932, sobre la conferencia del Desarme— que los armamentos de los Estados deben ser regulados por el derecho o la moral de la defensa. El 16 de Marzo de 1935, el gobierno alemán se vio obligado por la ley de la reorganización del ejército a tomar por su cuenta las medidas necesarias, para terminar de una vez con aquel estado impotente e indefenso que para un gran pueblo y una gran nación es tan humillante como peligroso. El gobierno alemán partió de las mismas consideraciones que, en un discurso sobre el rearme inglés, expresó el presidente del Consejo Baldwin:Un país que no está dispuesto a tomar las medidas necesarias de precaución para su propia defensa, en este mundo jamás tendrá poder, ni moral ni materialmente.Con más amplitud se trata este principio de la necesidad de la propia defensa en el libro blanco inglés del 4 de Marzo de 1935, en el que se justifica el rearme inglés. La Alemania de Hitler hace suyas las palabras del general francés Weygand: “Queremos ser fuertes, no para amenazar sino para defendernos”.En la solemne proclamación del Gobierno dirigida al pueblo alemán con motivo del restablecimiento del servicio militar obligatorio, no se expresa, en efecto, ninguna otra idea cuando se dice:Lo que el gobierno alemán desea, como guardián del honor y de los intereses de la nación alemana, no es más que asegurar la cantidad de medios defensivos, necesaria no sólo para mantener la integridad de la nación alemana, sino también para conservar el respeto internacional y la estimación de Alemania como fiadora de la paz universal.Hitler cree que la medida de los armamentos está determinada por la de los peligros que amenazan a un país. Para juzgar de ello, sólo es competente la nación misma.Si la Gran Bretaña fija actualmente el límite de sus armamentos —decía el Führer— todo el mundo en Alemania comprenderá, ya que no se puede pensar de otra manera, que para tomar las medidas necesarias en la protección del imperio británico sea Londres exclusivamente el que decida. De la misma manera debe comprenderse por los demás que el determinar el armamento para la defensa de Alemania sólo sea de su exclusiva incumbencia y que nadie más que Berlín resuelva sobre esto.Un tercer postulado de la política exterior de Adolf Hitler proclama que el mejor medio para la paz es una inteligencia directa entre los pueblos interesados.El Führer ha expuesto varias veces este principio en sus discursos y declaraciones: por ejemplo, en una conversación que tuvo el 4 de Abril de 1934 con el Sr. Lochner, representante de la Associated Press, a quien manifestó que nada sería para él más grato que poder hablar personalmente con los jefes responsables de las otras naciones.Alemania ha realizado ya este deseo en sus declaraciones con Polonia e Italia; en la misión conciliadora de Papen en Austria, en el compromiso del Saar, en el convenio naval anglo-alemán. Todos estos tratados se concertaron fuera de la Sociedad de las Naciones. De ahí saca Hitler la conclusión de que los tratados bilaterales de seguridad, o sea, de no-agresión y de neutralidad, son preferibles a los pactos colectivos.A esta concepción ha llegado el nacionalsocialismo porque la Sociedad de las Naciones ha fracasado en el campo de la “inteligencia mediata” y en el de la “seguridad colectiva”. La opinión pública mundial está también convencida de que es necesaria una reforma de la institución ginebrina. Hitler no cree en la imparcialidad de esta institución. Respondiendo a una pregunta que le fue formulada por el periodista inglés Ward Price, en Octubre de 1933, el Führer manifestó que no cree en un provenir de la Sociedad de las Naciones mientras ésta se haga cada vez más la protectora de los intereses de determinados Estados contra aquellos de otros Estados.El ministro de Relaciones Exteriores, barón von Neurath, en un discurso pronunciado en el Congreso internacional de Carreteras, sostuvo que la Sociedad de las Naciones necesita ser reformada a fondo para hacer de ella un instrumento útil para la paz. El ministro habló luego de los métodos de los sistemas colectivos que fueron introducidos por el Dictado de Versalles y añadió:Confieso abiertamente que no puedo ver ningún buen síntoma en el espíritu con que se hacen los negocios de la política europea cuando pienso en esta serie de pactos de la más diversa índole acordados en los últimos años, precipitándose los unos sobre los otros, sistema este que no en vano se ha llamado pactomanía. La salud de Europa no puede estar a merced de las alianzas y agrupaciones de potencias hechas según la oportunidad del momento. Las tendencias políticas que corren en tal sentido no son más que una prueba de los errores cada vez más patentes del sistema político que pesa sobre Europa por los tratados de 1919.A la larga sería peligroso e inútil no reconocer y confesar claramente estos errores. Mientras no se tenga el valor de mirar cara a cara los hechos y las necesidades irrefutables, tratando de buscar un equilibrio de los intereses contrapuestos basado en respeto mutuo e igualdad de derechos, mediante conversaciones categóricas de gobierno a gobierno, no es posible imaginar la mejoría de la situación política general.Como los intereses no son siempre de la misma clase, estima Adolf Hitler que lo más justo es contentarse siempre con un mínimum de este acuerdo bilateral, evitándose así que la colaboración entre ambos países no fracase ante las exigencias irrealizables de los pactos colectivos. Un acuerdo que aspira a algo grande sólo puede conseguirse lentamente. El nacionalsocialismo reconoce el principio de la seguridad colectiva según los métodos ginebrinos, siempre que se consiga de la misma manera que en el Tratado de Locarno o bien como una combinación de pacto de asistencia y de revisión conciliadora, con una ayuda suficiente en caso de legítima defensa y con un control de paz hacia el aliado. El canciller, en su discurso del 21 de Mayo de 1935 sobre los 13 puntos para evitar la guerra, hizo las aclaraciones siguientes:El gobierno alemán está dispuesto en todo tiempo a participar en el sistema de trabajo colectivo para asegurar la paz europea, pero estima necesario transigir con la ley del continuo desarrollo eterno manteniendo abierta la posibilidad de las revisiones de los tratados. Ve en un desarrollo metódico de los tratados un elemento para asegurar la paz, y en el entorpecimiento de las modificaciones que requieren aquellos, un estancamiento susceptible de provocar explosiones ulteriores.La política alemana cree que el peso de los tratados colectivos no debe recaer sobre una ayuda militar aplicada inmediatamente en caso de guerra sino en las obligaciones de no-agresión. Las potencias afectadas por un conflicto deben consultarse entre sí para suprimir las dificultades. Como medida preventiva contra la guerra, estas obligaciones se podrían transformar en garantías de paz evitando que aparezca el peligro de complicaciones, que tendría por consecuencia la aplicación del pacto de asistencia propuesto por las otras potencias (el llamado Pacto Oriental).En cuanto a la otra cláusula de Ginebra, ya conocida, de la “indivisibilidad de la paz”, le parece peligroso al Führer hacer uso impropio de esta tesis como pretexto para construcciones que sirven “menos a la paz general que, quiérase o no, a la preparación colectiva para la guerra. La guerra mundial debería ser un aviso clamoroso”.Con estas palabras alude Hitler a algunos pactos militares que, según su opinión, contradicen el espíritu de la Sociedad de las Naciones; porque ésta reconoce un pacto de asistencia mutua para los distintos asociados bajo la sola condición de que esté sometido al control de paz que ejerce la Liga.No creo —continuó diciendo Hitler en su discurso arriba citado— que Europa sobreviviera por segunda vez a una catástrofe semejante sin padecer la más tremenda conmoción. Pero ésta puede ocurrir tanto más fácilmente cuanto que la red de obligaciones internacionales, entrecruzadas unas con otras, debilitan cada vez más la posibilidad de localizar los conflictos y aumentan el peligro de arrastrar consigo a Estados y grupos de Estados cada vez más numerosos... Con esto creemos servir mejor a la causa de la paz, pues se puede aumentar el sentido de responsabilidad que cada Estado debe tener, si no sabe de antemano que está apoyando por pactos militares poderosos.Según la concepción nacionalsocialista, esta ideología de la “indivisibilidad de la paz” sólo sirve a las grandes potencias para intervenir a favor de sus intereses egoístas en todos los sucesos políticos del mundo y para llamar seguridad colectiva a esta política de intromisión.Por tanto Alemania no ve ninguna garantía para la paz en estos pactos colectivos tan confusos y cree —como decía con acertadas palabras el embajador Joachim von Ribbentrop— que las frases hechas “indivisibilidad de la paz” y “seguridad colectiva” significan en realidad “indivisibilidad de la guerra” e “inseguridad colectiva”.Acontecimientos Principales y ResultadosAño 1933En primer lugar hay que citar la conformidad de Alemania con el Pacto de las Cuatro Potencias, propuesto por el Sr. Mussolini, jefe del gobierno italiano. El 21 de Marzo de 1933, Hitler calificaba este pacto “como un ensayo grandioso y de visión amplia para asegurar a la política general europea un desarrollo pacífico y lógico”. El pacto se concertó en Roma, el 7 de Junio en el Palacio Venecia. Según este convenio las cuatro grandes potencias europeas: Alemania, Inglaterra, Francia e Italia están de acuerdo en todas las cuestiones económicas que se refieren a ellas o en todas las que sean de interés para la reconstrucción económica de Europa. En el seno de la Sociedad de las Naciones, todas las potencias se obligan a practicar una política de colaboración efectiva para la conservación de la paz y para asegurar el buen éxito de la conferencia del desarme. Según el reglamento de la Sociedad de las Naciones, especialmente en sus artículos 10 (respecto a la integridad territorial e independencia política de los miembros de la Sociedad), 16 (sanciones) y 19 (revisión de los tratados), a reserva de los que decidieron los órganos competentes de la Sociedad de las Naciones, las cuatro potencias acordaron aprobar las propuestas que pudieran dar una eficacia verdadera a los citados artículos.La participación en este tratado, válida para diez años, era de importancia para Alemania, pues, por primera vez después de la guerra mundial, pudo firmar un acuerdo internacional como gran potencia y con la misma igualdad de derechos que las demás, sin verse obligada a hacer concesión o renuncia alguna. Este tratado revocaba, además, el artículo 19 del reglamento de la Sociedad de las Naciones; con ello facilitaba la revisión de las cláusulas del Tratado de Versalles que entretanto se había hecho necesaria.Los diplomáticos alemanes se encontraron satisfechos, aunque declararon con razón que el nuevo documento era sólo un instrumento diplomático cuyo valor dependía de las negociaciones posteriores. Confiaban en que, después de los Tratados de Ginebra, Locarno y París, Francia podría encontrar de buen grado en el Pacto de las Cuatro Potencias una garantía para su seguridad que hubiera permitido un desarme gradual. En Berlín estaban convencidos de haber dado una prueba de sincero amor a la paz, que vino muy a propósito, ya que, según la opinión del mundo, Hitler significaba la guerra. Por la firma de este pacto, Alemania demostró su buena voluntad para colaborar en la conservación de la paz europea y en la reconstrucción económica del viejo continente. Además, el pacto ofrecía al gobierno nacionalsocialista la posibilidad de entablar una política coincidente con la de Roma que en efecto ha llevado luego a la formación del eje Roma-Berlín y a la inteligencia entre ambas potencias autoritarias, que sólo fue interrumpida en los años 1934/35 a consecuencia de los sucesos en Austria.A la visita del presidente del Consejo de ministros Göring, a Roma, siguió el viaje del vicecanciller von Papen a la ciudad del Tíber que también ofreció ocasión para conferenciar con el Vaticano. Después de las negociaciones se estableció el Concordato del 20 de Julio. El Reich garantiza la libertad de culto y el ejercicio público de la religión católica; reconoce el derecho de la Iglesia católica para resolver por sí misma sus asuntos y para dictar edictos y disposiciones para sus miembros dentro de los límites de la ley alemana.Este éxito diplomático parece de considerable importancia porque el movimiento nacionalsocialista era combatido por muchos obispos alemanes que excomulgaban a los nacionalsocialistas de su diócesis, les prohibían la visita a la iglesia en grupos uniformados y les negaban la comunión. El Concordato dejaba abierto el camino para una colaboración entre el Estado y la Iglesia. A pesar de algunos graves incidentes ocurridos, constituye la base para el ejercicio del catolicismo en la nueva Alemania.En Junio del mismo año, el presidente de la Conferencia del desarme, Henderson, estuvo en Berlín y Munich. En Septiembre el Dr. Goebbels tomó parte en la reunión de la Sociedad de las Naciones; allí, ante la prensa internacional, pronunció un discurso que mereció mucha atención y en el que exponía el punto de vista alemán y explicaba la lucha por la igualdad de derechos:No es en interés de pueblo alguno el que Alemania siga siendo tratada como nación de segunda clase y se le quite la posibilidad de su defensa, que le es necesaria para mantener su seguridad nacional. El querer deducir de aquí sus intenciones guerreras, teniendo a la vista el hecho de que en todas partes en lugar de desarme hay rearme, es tan miope como desalentador...Ojalá quieran unirse todos los hombres de buena voluntad en la noble intención de aliviar las penas de los pueblos y de servir al bienestar general. En cuanto a Alemania, está dispuesta de todo corazón a contribuir a la paz de Europa.Este discurso significaba al último aviso del gobierno nacionalsocialista, antes de que Alemania abandonara la liga ginebrina, lo que ocurrió el 14 de Octubre del mismo año. El Führer y el gobierno expusieron los motivos de este paso en sus manifiestos al pueblo alemán. Hitler en su discurso, radiado el mismo día, los resumió así:Con el sincero deseo de llevar a cabo la obra pacífica de la reconstrucción interior del pueblo alemán y de su vida política y económica, los gobiernos alemanes, confiando en la concesión de una digna igualdad de derechos, se mostraron siempre dispuestos a entrar en la Sociedad de las Naciones y tomar parte en la Conferencia del Desarme. Pero Alemania quedó bien pronto amargamente desilusionada...A pesar de su buena disposición de llevar hasta el extremo y en todo momento el desarme ya consumado, vio Alemania que otros gobiernos no pudieron decidirse a cumplir esta promesa firmada por ellos en el tratado de paz. Por la negativa consciente de conceder a Alemania una igualdad de derechos moral y materialmente efectiva, tanto el pueblo alemán como sus gobiernos repetidas veces fueron humillados hasta el extremo.Una vez que ya se había concedido expresamente, el 11 de Diciembre de 1932, la igualdad de derechos a Alemania, el gobierno nacionalsocialista declaró su propósito de volver a tomar parte en la Conferencia del Desarme. Los representantes oficiales de los demás Estados, en discursos públicos y entrevistas con el ministro de Relaciones Exteriores y con los delegados alemanes, declararon que esta igualdad de derechos no era posible concedérsela en el presente a la Alemania actual.Como el gobierno alemán apercibe en esta conducta una discriminación tan injusta como degradante del pueblo alemán, en tales circunstancias y como nación de segunda clase y sin derechos, no tiene más remedio que dejar de tomar parte en aquellas negociaciones que sólo pueden conducir a nuevos dictados. El gobierno alemán, afirmando su deseo inconmovible de mantener la paz, en vista de estas exigencias humillantes y deshonrosas se ve obligado con gran sentimiento a abandonar la Conferencia del Desarme. El gobierno notifica también su separación de la Sociedad de las Naciones y además su inquebrantable voluntad de paz declarándose dispuesta a tomar parte fuera de la Sociedad de las Naciones en todas aquellas acciones internacionales que estén dedicadas a asegurar la paz europea.El gobierno alemán dio a conocer cuatro días más tarde un memorándum en el que, entre otras cosas, se proponía la creación de un ejército de 300.000 hombres, siempre que las demás potencias estuvieran conformes en limitar sus armamentos a los que tenían en aquel momento.El pueblo alemán aprobó la política del gobierno nacionalsocialista, reforzó así ante el mundo entero su sentimiento de orgullo, de nuevo recobrado, y recuperó al mismo tiempo su plena libertad de acción.Todavía estaba el mundo bajo la fuerte impresión de este enérgico paso y del último plebiscito alemán cuando un breve comunicado del 15 de Noviembre sobre una conversación sostenida entre el Führer y Lipski, nuevo embajador polaco en Berlín, provocó una nueva sensación. Se hizo saber que las conversaciones sobre las relaciones germano-polacas habían dado por resultado la plena conformidad de ambos gobiernos. Todas las cuestiones referentes a ambos países debían ser tratadas por el camino de las negociaciones directas; para mantener la paz en Europa renunciaban ambos países al empleo de la fuerza.Unos días más tarde el Führer tuvo una conversación amistosa con el embajador francés, François Poncet, en la que se trató del desarme y de la cuestión del Saar. El 11 de Diciembre llegó a Berlín el Sr. Suvich, secretario del ministro de Relaciones Exteriores italiano.Como se ve, el primer año de gobierno nacionalsocialista estaba bajo el signo de una intensa actividad de política internacional para restablecer el honor alemán y la igualdad de derechos.Año 1934A principios de año, el 26 de Enero, se concluyó el pacto entre los gobiernos alemán y polaco que fijaba los tres puntos siguientes:1. Ambos gobiernos declaran su intención de entenderse directamente en las cuestiones referentes a sus relaciones recíprocas, cualquiera que sea la naturaleza de aquellas;2. En el caso en que surgieran cuestiones litigiosas entre ambos, y no se pudiera lograr su solución por negociaciones directas, buscarán en cada caso, y basándose en la conformidad recíproca, una solución por otros medios pacíficos, sin perjuicio de la posibilidad de emplear en caso necesario aquellos procedimientos ya previstos para tales casos en los tratados en vigor, acordados entre ambas partes. En ningún caso emplearán la fuerza para tratar de resolver tales disensiones;3. La garantía de paz, creada así por estas bases, facilitará a ambos gobiernos la gran tarea de encontrar soluciones para los problemas políticos, económicos y culturales que descansen sobre un equilibrio justo y razonable de los intereses respectivos.A este acuerdo se acompañó un protocolo económico para suprimir la guerra aduanera y para crear la base de un comercio más intenso.Cuatro días más tarde, el canciller en su discurso ante el Reichstag declaró que en el momento de la toma del poder, las relaciones entre ambos países habían sido algo más que poco satisfactorias. Ha existido el peligro de que de las diferencias existentes, cuyas causas residían en la distribución territorial ordenada por el Dictado de Versalles, surgiera una hostilidad y amenazara convertirse al cabo del tiempo en una “hostilidad hereditaria”.Este acuerdo fue hecho de modo tal que ambas naciones pudieran obtener mediante él las mayores ventajas. El Führer, refiriéndose a un ejemplo concreto, indicó que las diferencias en la vida de los pueblos no deben impedir aquellas formas de las relaciones recíprocas que sirvan a la causa de la paz, es decir, del bienestar. El canciller, de un modo leal y sincero, trató de estudiar los problemas de ambos países directamente en vez de confiar a otros su solución.El gobierno alemán encontró la misma opinión en el jefe del Estado polaco, mariscal Pilsudski. Esta coincidencia hizo que cuajara su espíritu en un tratado que había de ser beneficioso tanto al pueblo polaco como al alemán y, por lo tanto, constituye una contribución muy importante para el mantenimiento de la paz en general.El ministro de Relaciones Exteriores polaco, Beck, expresó su parecer de que había comenzado una nueva y mejor época en las relaciones con Alemania. Con especial satisfacción reconoció en este acuerdo un trabajo constructivo que podía enfrentar el pesimismo que iba ganando cada vez más terreno en las relaciones internacionales.Hitler mostró con este tratado, que fue una sorpresa para el mundo entero, la exactitud de su tesis de que los tratados directos, entre dos, son preferibles a los colectivos.Otros acontecimientos importantes de este año: la unificación de las medidas preparatorias alcanzadas en Ginebra para el plebiscito del Saar, al cual se le fijó la fecha del 13 de Enero de 1935; además, el encuentro de Mussolini con Hitler en Venecia.Año 1935Del cúmulo de acontecimientos de política internacional de este año, en cuyo comienzo tuvo lugar el plebiscito casi unánime del Saar, destacaremos sólo unos cuantos que son característicos para señalar el camino d la política alemana internacional.El 15 de Marzo, la Cámara francesa aprobó la ley del servicio militar por dos años. Adolf Hitler recibió esta noticia en Berchtesgaden, partió hacia Berlín en aeroplano y convocó con urgencia al Consejo de ministros: en la tarde del 16 de Marzo se dio la ley “sobre la reorganización del ejército”. Esta ley se compone de 3 sencillos artículos de gran importancia histórica.§1. Se establece el servicio militar obligatorio.§2. El ejército alemán, en pie de paz, incluyendo los grupos de policía incorporados, consta de 12 cuerpos y 36 divisiones.§3. Las leyes complementarias sobre la reglamentación del servicio obligatorio serán presentadas inmediatamente por el ministro de Defensa al gobierno.Con esta medida se aseguraba Alemania la soberanía defensiva y rompía así la cadena más fuerte del Dictado de Versalles (Fig. 44).El gobierno de Hitler razonaba, en una proclamación dirigida al pueblo alemán y a todo el mundo, el carácter e importancia de esta medida. En vano protestaron las otras grandes potencias europeas, en vano tomó la Sociedad de las Naciones una resolución en la cual se hizo constar la infracción de las obligaciones alemanas contra la comunidad de los Estados. El gobierno alemán protestó en una nota contra la opinión de la Sociedad, opinión que calificaba como una renovada humillación negando, a los gobiernos que participaron, el derecho a juzgar sobre Alemania.Entretanto y también en el mes de Marzo, llegaron a Berlín el ministro de Relaciones Exteriores inglés, Sir John Simon y el Lord del Sello privado Anthony Eden. El comunicado común de las conversaciones sostenidas manifiesta que “se había fijado una posición totalmente clara de las concepciones de ambos gobiernos” y señalaba además que “estos con su política intentan asegurar la paz de Europa fomentando la colaboración internacional”.En las conversaciones sostenidas con los representantes ingleses, Hitler expuso la opinión alemana el plan referente al Pacto Oriental que, propuesto por el ministro de Relaciones Exteriores francés, Louis Barthou, era apoyado por Sir John Simon. Se trataba de un pacto entre las cinco potencias orientales (Checoslovaquia, Polonia, Estados balcánicos, Rusia y Alemania) que preconizaba una garantía mutua para la intangibilidad de las fronteras; y de un pacto entre Francia, Alemania y la Unión Soviética para ayudarse mutuamente en caso de agresión a una de ellas.El Führer no se mostró dispuesto a entrar en un pacto que contenía obligaciones militares automáticas de ayuda mutua. No veía en este pacto un elemento para la conservación de la paz sino más bien una amenaza contra ésta. Además, Adolf Hitler se refirió por primera vez a la cuestión de la devolución de las colonias y a un convenio naval con la Gran Bretaña (Fig. 47).El 21 de Mayo el Führer proclamó en su discurso ante el Reichstag una grandiosa proposición de paz que fue formulada en los trece puntos siguientes:1. Sin igualdad de derechos no es posible el regreso a Ginebra.2. La revisión de los tratados debe efectuarse solamente por medio de una inteligencia amistosa.3. No se firmarán tratados irrealizables.4. Facilidades para el desarrollo regular de los tratados.5. La colaboración europea no es posible mientras rija el sistema de decisiones impuestas.6. En principio, decisión firme para concluir pactos de no-agresión.7. Buena disposición para completar el Pacto de Locarno mediante un convenio aéreo.8. Publicación de las medidas de reorganización del ejército alemán.9. Disposición para la limitación general de los armamentos.10. Supresión de las armas ofensivas.11. Limitación de los calibres de la artillería.12. Labor encaminada a evitar el envenenamiento de la opinión pública.13. Definición del concepto de intromisión en los asuntos internos de los Estados.Adolf Hitler concluyó con estas palabras:Todos nosotros sabemos, cuántos millones de adversarios valientes y denodados nos hicieron frente en la guerra mundial. Seguramente la Historia mostrará más a menudo que nosotros los alemanes hemos comprendido menos el arte de vivir que el de morir con honor...Yo no puedo concluir mejor mi discurso de hoy ante vosotros, compañeros de lucha y hombres de confianza de la nación, que expresando de nuevo nuestra fe en la paz...Quien en Europa levante la antorcha de la guerra no puede desear más que el caos. Pero nosotros, vivimos en la firme convicción de que en nuestro tiempo el Occidente, en vez de hundirse, resurgirá de nuevo. Quiera Alemania aportar una contribución imperecedera a esta gran obra; esa es nuestra orgullosa esperanza y nuestra fe inconmovible.Cuatro días más tarde, el gobierno alemán envió a las potencias de Locarno un memorándum sobre la incompatibilidad del pacto franco-ruso, del 9 de Mayo de 1935, con el pacto renano. Hizo destacar la condición de que las conclusiones establecidas en el segundo de aquellos pactos no podrían modificar o interpretar con eficacia legal por un pacto concertado con un tercer Estado. Acentuaba, además, refiriéndose especialmente al artículo 1º del pacto franco-ruso, que, en el caso en que el Consejo de la Sociedad de las Naciones no llegara a una propuesta u opinión unánime, debiera aplicarse la ayuda mutua en la misma forma.A principios de Julio comenzaron las negociaciones navales anglo-alemanas. El 18 del mismo mes quedaron éstas terminadas con un cambio de notas en que se fijaban los acuerdos adoptados.El convenio determina las fuerzas de la flota alemana en la proporción de 35:100 respecto a la flota total británica. Esta proporción no podrá ser alterada por las construcciones navales que emprendan otros países. En el caso de construcciones extraordinarias, Alemania queda autorizada para requerir a Inglaterra a fin de examinar la situación.Alemania está dispuesta, además, a aplicar la proporción fijada especialmente para cada categoría de buques, ya que su gobierno (como también el inglés) es favorable a aquel sistema de las limitaciones navales que prevé un máximo de tonelaje y del calibre respectivamente para cada una de las categorías de buques; a Alemania se le concede teóricamente el derecho de poseer el mismo tonelaje de buques submarinos que el Commonwealth británico. Sin embargo, Alemania se compromete a no aumentar su tonelaje de submarinos por encima del 45% del tonelaje británico. Si se creara una situación que hiciese necesaria, según la opinión del Reich alemán, sobrepasar este límite, Alemania tendrá el derecho de hacer al gobierno inglés la notificación correspondiente estando dispuesta acto seguido a una discusión amistosa sobre tal cuestión.Este convenio fue firmado, en nombre del Reich, por el presidente de la delegación alemana y embajador plenipotenciario extraordinario, Joachim v. Ribbentrop. El convenio limita, en efecto, las posibilidades de desarrollo de la marina de guerra alemana, pero ofrece sin embargo para la política de Hitler las ventajas siguientes:1. Con ello se logró por primera vez el reconocimiento formal de la política de rearme alemán, suprimiendo así las reacciones del extranjero por este paso dado por el Reich;2. Con el tratado se eliminó aquella desconfianza surgida en Inglaterra, aquel temor ante una nueva rivalidad militar de Alemania en el mar (que es una de las razones y no de las últimas de la entrada de la Gran Bretaña en la guerra mundial);3. Una vez más se mostró al mundo que los tratados directos entre dos países son más fáciles de llevar a cabo que los colectivos;4. Con ello se dio también un ejemplo de la posibilidad de realizar fuera de la Sociedad de las Naciones un tratado sobre la limitación de armamentos y obtener así una importante contribución para la paz.Este tratado significa, desde luego, un sacrificio para Alemania. Pero el pueblo lo ha entendido en su justo valor y lo considera como una necesidad para las relaciones anglo-alemanas dentro del plan alemán de la política de paz. Hitler en su libro “Mein Kampf” (Mi Lucha) ha explicado la necesidad de las relaciones cordiales con Inglaterra; constituye un rasgo fundamental de su política internacional.



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