miércoles, 23 de enero de 2008

Adolf Hitler por Leon Degrelle

¿Quién era Adolf Hitler? Ud. lo conoció-; ¿como era él? Me han preguntado esto mil veces desde 1945, y nada es más difícil de contestar. Aproximadamente doscientos mil libros han tratado sobre la Segunda Guerra Mundial y su figura principal, adolf hitler. ¿Pero ha sido el verdadero hitler, el descubierto por alguno de ellos? "El enigma de hitler está por encima de cualquier comprensión humana", sentenció una vez el semanario alemán Die Zeit. Salvador Dalí, artista genial, intentó penetrar en dicho misterio en uno de sus cuadros más dramáticos. Enormes montañas a lo largo de todo el lienzo, dejando sólo unos pocos metros iluminados de costa con unas diminutas figuras humanas: los últimos testigos de la paz que moría. Un enorme teléfono, del cual caían lágrimas de sangre, colgado de un árbol muerto; y por todos lados paraguas y murciélagos cuyos augurios eran los mismos. Dalí dijo "El paraguas de Chamberlain aparecía en el cuadro con una luz siniestra, más evidente por el murciélago, y me sorprendió cuando lo pinté como algo de una enorme angustia". El luego confesó: Consideré esta pintura como profética. Pero he de confesar que tampoco yo he desvelado el enigma de hitler todavía. Me atrajo sólo como un objeto de mis locas imaginaciones y por ver en él a una persona que era capaz, como ninguna otra, de darle la vuelta a las cosas." Una gran lección de humildad para todas las críticas que han salido a imprenta desde 1945 con sus miles de libros 'definitivos', la mayoría insolentes, sobre el hombre que preocupó tanto a Dalí, que cuarenta años después seguía todavía angustiado e incierto ante la presencia de su propia obra alucinatoria. Aparte de Dalí, ¿quien más ha intentado alguna vez presentar un objetivo retrato de este extraordinario hombre a quien Dalí etiquetó como la figura más explosiva en la Historia de la Humanidad?. Como la campana de Pavlov. Las montañas de libros sobre hitler, basados todos en ellos en el odio y la ignorancia, han hecho muy poco por explicar o describir al hombre más poderoso que el mundo jamás haya visto. Y pienso, ¿en que se parecen estos disparatados retratos de hitler al hombre que yo conocí?. El hitler sentado al lado mío, de pie, hablando, escuchando. Se ha vuelto imposible decirles a las personas que todas las fantásticas leyendas que durante décadas han leído o escuchado en la televisión simplemente no se corresponden con la realidad. Las personas aceptan como realidad aquellas fantasías que les han repetido miles y miles de veces. Sin embrago nunca han visto a hitler, nunca le han hablado y nunca le han oído hablar. El nombre de hitler evoca inmediatamente la imagen de un demonio haciendo muecas, la fuente de todas las emociones negativas. Como la campana de Pavlov, toda mención a hitler se realiza prescindiendo de la substancia y realidad. En un futuro, sin embargo , la historia demandará algo más que estos brevísimos juicios de hoy en día. Extrañamente atractivo. Hitler siempre está presente ante mis ojos: como un hombre de paz en 1936, como un hombre de guerra en 1944. No es posible el haber sido testigo directo de la vida de un hombre tan extraordinario y no estar marcado para siempre. No pasa ni un día en que hitler me viene a la memoria, no como un hombre muerto hace tiempo, sino como un ser real que camina por su despacho, que se sienta en su silla, que atiza los troncos ardiendo de su chimenea. Lo primero que uno notaba nada más verle era su pequeño bigote. Incontables veces le asesoraron que se lo quitase, pero siempre lo rechazó: la gente estaba acostumbrada a él como era. No era alto, no más que Napoleón o Alejandro Magno. hitler tenía unos profundos ojos azules que muchos encontraban embrujadores, aunque yo no pensaba así. Tampoco noté la corriente eléctrica que decían que daban sus manos. Nos dimos la mano bastantes veces y nunca recibí esa corriente. Su cara reflejaba emoción o indiferencia según la pasión o apatía del momento. A veces parecía que estaba aletargado, sin decir nada, mientras su mandíbula parecía estar haciendo añicos un objeto en el vacío. Entonces se avivaría de repente y te dirigía una alocución como si estuviese hablando para cientos de miles en la explanada del Tempelhof en Berlín. Entonces setransfiguraba. Incluso su complexión, normalmente incluso apagada y fría, se encendía al hablar. Y en esos momentos puedo asegurar que hitler era extrañamente atractivo, como si tuviese poderes mágicos. Vigor excepcional. Cuanto pudiera parecer demasiado solemne en un principio, el lo suavizaba con un toque de humor. La palabra pintoresca, la frase sarcástica estaban a su alcance. En un instante podía dibujar un cuadro de palabras, o salir al pase con una inesperada y convincente comparación. Podía ser discordante e incluso implacable en sus opiniones y ser al mismo tiempo sorprendentemente conciliador, sensible y agradable. Después de 1945 hitler fue acusado de todas las crueldades, pero no era cruel su forma de ser. Amaba a los niños. Era algo totalmente normal en él parar su coche y compartir su comida con los jóvenes ciclistas que iban por la carretera. Una vez le dio su abrigo a un indigente que estaba empapado bajo la lluvia. A medianoche interrumpía su trabajo para dar de comer a Blondi, su perro. No podía comer carne porque representaba la muerte de una criatura viviente. Rechazaba que fuesen sacrificados para alimentarle, ya fuese un conejo o una trucha. Permitía sólo huevos en su mesa, ya que ello suponía que no se mataba al animal, que no se le hacía daño. Los hábitos alimenticios de hitler eran una fuente continua de sorpresas para mi. Como podía alguien, con una agenda tan apretada, que tomaba parte en decenas de miles de actos masivos, en los cuales salía completamente mojado por su sudor, que perdía muchas veces uno o dos kilos en ello; que dormía sólo tres o cuatro horas cada noche; y que, desde 1940 hasta 1945 llevó al mundo entero sobre sus espaldas gobernando sobre 380 millones de Europeos; ¿como, pensaba yo , podía sobrevivir físicamente con sólo un huevo cocido, unos pocos tomates, dos o tres tortas, y un plato de pasta?. ¡pero de hecho ganaba peso!. Sólo bebía agua. No fumaba ni permitía que se fumara en su presencia. A la una o dos de la noche podía estar hablando, cerca de su chimenea, despierto, y a veces divertido. Nunca mostró ningún síntoma de debilidad. Los que estaban con el podrían estar muertos de sueño, pero hitler no. Fue descrito como un cansado hombre mayor. Nada más lejos de la realidad. En Septiembre de 1944, cuando se dijo que estaba senil, pasé una semana con él. Sus condiciones físicas y mentales eran excepcionales. El intento de asesinato que se realizó el día 20 no hizo más que aumentar su vigor. Tomaba el té en su cuarto tan tranquilo como si estuviese en el pequeño apartamento que tenía en la Cancillería antes de la guerra, o disfrutando con las vistas de nieve y claro cielo azul que se veían desde la gran ventana del Berchtesgaden. Autocontrol de hierro. Al final de su vida es cierto que su espalda se curvó, pero su mente permaneció tan despejada como siempre. El testamento que dictó con enorme entereza el mismo día de su muerte el 29 de Abril de 1945 nos sirve de prueba de ello. Napoleón en Fontainebleau no estuvo sin momentos de pánico antes de su abdicación. hitler simplemente dio las manos a sus camaradas en silencio, desayunó como otro día cualquiera y luego fue a encontrar la muerte como si se fuese a dar un paseo. ¿Cuando en la historia se ha visto una tragedia tan grande llevada a cabo con este control de uno mismo?. La más notable característica de hitler era su sencillez. Los más complejos problemas se convertían en su mente en unos pocos principios básicos. Sus acciones eran engranadas por ideas y decisiones que podían ser comprendidas por cualquiera. El obrero de Essen, el agricultor, el industrial del Ruhr, y un profesor de universidad podían seguir fácilmente su línea de pensamiento. La enorme claridad de sus razonamientos hacía todo obvio. Su comportamiento y su estilo de vida no cambio un ápice aún cuando se convirtió en el dirigente de Alemania. Vivía y se vestía modestamente. Durante sus días en Munich no se gastaba más de un marco al día en comida. En ningún momento de su vida se gastó algo en si mismo. Nunca en los 13 años que estuvo en la Cancillería llevó una cartera o tenía dinero encima. Mente privilegiada. Hitler fue un autodidacta y no lo ocultó en ningún momento. Los engreídos y elegantes intelectuales, sus brillantes ideas empaquetadas como pilas de una linterna, le irritaban a veces. Su conocimiento lo alcanzó gracias a intensos y selectivos estudios, y sabía mucho más que miles de académicos premiados. No creo que nunca alguien leyera más que él. Solía leer un libro al día, empezando siempre por la conclusión y el índice para calibrar el interés de la obra. Tenía la capacidad de extraer la esencia de cada libro y archivarla en su mente enciclopédica. Le he oído hablar sobre complicados libros científicos si ningún error, incluso en los momentos más importantes de la guerra. Su curiosidad por el saber era ilimitada. Estaba familiarizado con las obras de los más diversos autores, y nada era demasiado complejo para su comprensión. Tenía un amplio conocimiento y comprensión sobre Buda, Confucio y Jesucristo, así como de Lutero, Calvino y Savonarola; sobre genios de la Literatura como Dante, Schiller, Shakespeare y Goethe; y sobre escritores analíticos como Renan y Gobineau, Chamberlain y Sorel. Había aprendido Filosofía estudiando a Aristóteles y Platón. Podía citar textos enteros de Schopenhauer de memoria, y por un espacio prolongado llevó consigo una edición de bolsillo de Schopenhauer- Nietzsche le enseño mucho sobre el poder de la voluntad. Su sed de conocimientos era inagotable. Se pasó cientos de horas estudiando las obras de Tácito y Mommsen, de estrategas militares como Clausewitz, de constructores de imperios como Bismarck. Nada escapaba de su cultura: Historia Universal o Historia de las Civilizaciones. el estudio de la Biblia y el Talmud, la filosofía Tomista y todas las obras maestras de Homero, Sofocles, Horacio, Ovidio, Tito y Cicerón. Conocía a Julio el Apóstata como si fuese su contemporáneo. Su conocimiento alcanzaba la mecánica. Sabía como funcionaban las máquinas; comprendía la balística de las armas; y dejó atónitos a los mejores científicos de la medicina con sus conocimientos de biología y medicina. La universalidad del conocimiento de hitler puede sorprender o enojar a los que lo desconocían, pero es sin embargo un hecho histórico: hitler fue una de las personas más cultas de este siglo. Muchas veces más que Churchill, una mediocridad intelectual; o que Pierre Laval, con su mero conocimiento superficial de la Historia; o que Eisenhower, que nunca pasó de las novelas de detectives. El joven arquitecto. Incluso durante sus primeros años, hitler era diferente del resto de los niños. Tenía una fuerza interior y era guiado por su espíritu e instintos. Podía dibujar con habilidad cuando tenía sólo once años. Sus primeros dibujos y acuarelas, a la edad de 15, estaban llenas de poesía y sensibilidad. Uno de sus más notables obras de sus primeros tiempos 'Fortress Utopia' (utopía de fortaleza), nos muestra que también fue un artista de una poco común imaginación. Su orientación artística tomó varias formas. Escribió poesía desde que era chico. Dictó una obra entera a su hermana Paula, que se sorprendió por su orgullo. A la edad de 16, en Viena, se embarcó en la creación de una ópera. Incluso diseñó el escenario, así como el vestuario; y, por supuesto, los protagonistas eran héroes wagnerianos. Mas que un artista hitler fue por encima de todo un arquitecto. Cientos de sus obras son notables, tanto por su pintura como por su arquitectura. Podía describir de memoria y con todo detalle la cúpula de una iglesia o las complejas curvas del hierro forjado. Fue, sin duda, su sueño de convertirse en un arquitecto lo que le llevó a Viena a principios de siglo. Cuando uno ve los cientos de dibujos, bocetos y pinturas que creó en dicha época, así como su dominio de las figuras tridimensionales, le parece sorprendente que los examinadores de la Academia de Arte le suspendieran por dos veces consecutivas. El historiador alemán Werner Maser, que no fue precisamente un amigo de hitler, criticó a sus examinadores: "Todos sus trabajos revelaban un extraordinario conocimiento y dominio de la arquitectura. El constructor del Tercer Reich dio motivos para que la Academia de Artes estuviese avergonzada.". En su cuarto, hitler siempre tuvo una vieja fotografía de su madre. La memoria de la madre a la que amó estuvo con él hasta el mismo día de su muerte. Antes de morir, el 30 de Abril de 1945, puso la fotografía de su madre frente a él. Ella tenía ojos azules como su hijo y un rostro similar. Su intuición materna le indicó que su hijo era diferente a los demás niños. Actuó como si supiese del destino de su hijo. Cuando murió, se sintió angustiada por el inmenso misterio que rodeaba a su hijo. Origen humilde. Durante sus años de juventud hitler vivió una vida parecida a la de un recluso. Su gran deseo era el de retirarse del mundo. Era una persona reflexiva, en el fondo un solitario, que comía exiguas comidas, pero que devoraba los libros de las tres bibliotecas públicas. Se abstenía de conversaciones y tenía pocos amigos. Era casi imposible imaginarse un destino tal, en el que un hombre que empezó con tan poco llegó a tan altas alturas. Alejandro Magno era el hijo de un rey. Napoleón, miembro de una familia bien, fue general a los 24. Quince años después de Viena hitler era todavía un total desconocido. Otros miles de personas tuvieron más oportunidades que él de dejar su huella en el mundo. hitler no se preocupaba mucho de su vida personal. En Viena vivía en una sucia y vieja pensión. Gracias a ello pudo alquilar un piano que ocupaba media habitación, y se concentró en componer su ópera. Vivía de pan, leche y sopa de verduras. Su pobreza era real. Ni siquiera tenía un abrigo. Recorría las ciudades en días de nieve. Transportaba equipaje en la estación de trenes. Pasó muchas semanas en centros de acogida de gente sin hogar. Pero nunca dejó de pintar o escribir. A pesar de su gran pobreza hitler se las apañó para tener una apariencia aseada. Todos los caseros y caseras de Viena y Munich le recordaban por sus buenas maneras y su gran disposición. Su comportamiento fue intachable. Su cuarto estaba siempre impecable, sus pocas pertenencias siempre ordenadas, y su ropa siempre bien colgada y doblada. Lavaba y planchaba su propia ropa, algo que en esa época poca gente hacía. No necesitaba casi de nada para sobrevivir, y el dinero que sacaba en la venta de sus pinturas era suficiente para obtener todo lo que necesitaba. En busca del destino. Impresionado por la belleza de la iglesia del monasterio de los Benedictinos, en la que participaba en su coro y como monaguillo, hitler soñó por un instante en convertirse en monje Benedictino. Y fue por entonces también, cuando cada vez que atendía a la Misa pasaba por debajo de la primera esvástica que jamás vio: estaba tallada en el escudo de piedra de la puerta de la abadía. El padre de hitler, un funcionario de aduanas, quiso que el chico siguiese sus pasos. Su tutor le animó a que se convirtiese en monje. Por el contrario hitler fue, más bien escapó, a Viena. Y allí, frustrado en sus aspiraciones artísticas debido a los mediocres burócratas de la academia, pasó al aislamiento y a la meditación. Perdido en la gran capital del Imperio Austrohúngaro, se dispuso a buscar su destino. Al cumplirse los primeros 30 años de su vida, el 20 de Abril de 1889, el nombre de hitler no le decía nada a nadie. Había nacido ese día en Baunau, una pequeña ciudad en el valle de Inn. Durante su tiempo en Viena pensó asiduamente en su modesto hogar, y particularmente en su madre. Cuando ésta cayó enferma, volvió a casa para cuidar de ella. Durante semanas la asistió, hizo todas las labores del hogar, y la apoyó como su hijo más querido. Cuando finalmente murió, en Nochebuena, su dolor era inmenso. Abrumado por el pesar, la enterró en el pequeño cementerio. " Nunca he visto a nadie tan abatido por el dolor", dijo el médico de su madre, que curiosamente era judío. Un alma fuerte. Hitler no estaba todavía concentrado en la política, pero sin realmente saberlo, esa era la carrera para la que más era llamado a desempeñar. La política se combinaría finalmente con su pasión por el arte. El Pueblo, las masas, serían la arcilla a la que el escultor daría una forma inmortal. La arcilla humana se convertirían para él en un bello trabajo como si se tratase de una de las esculturas de mármol de Myron, de una pintura de Hans Makart o de la trilogía de Wagner. Su amor por la música, arte y arquitectura no le separaron de su vida política y su conciencia social en Viena. Para poder sobrevivir trabajó como un peón codo con codo con otros trabajadores. Era un silencioso espectador, pero nada escapaba de él: ni la vanidad y el egoísmo de la burguesía, ni la pobreza material y moral del Pueblo, ni los cientos de miles de obreros que se agitaban por las anchas avenidas de Viena con el miedo en sus corazones. También se dio cuenta de la creciente presencia en Viena de barbudos judíos con sus caftanes. Algo no visto en Linz. "¿Cómo podían ser ellos alemanes?", se preguntaba a sí mismo. Leyó las estadísticas: en 1860 vivían 69 familias judías en Viena; 40 años después eran 200.000. Estaban en todas partes. Observó su invasión en las universidades y en las profesiones médicas y de leyes, así como el control que tenían sobre los periódicos. hitler estaba expuesto a las pasionales reacciones de los obreros con respecto a esta influencia, pero los obreros no estaban solos en su infelicidad. Había muchas personas importantes en Viena y Hungría que no ocultaban lo que consideraban una invasión extranjera en su país. El alcalde de Viena, democrático-cristiano y gran orador, era vivamente escuchado por hitler. hitler también estaba concienciado por el destino de los ocho millones de alemanes austríacos que estaban separados de Alemania, y por tanto privados de la nacionalidad alemana a la que tenían derecho. Consideraban al Emperador Francisco José como un áspero y mezquino viejo hombre incapaz de solucionar los problemas de esos momentos y las aspiraciones de futuro. Calladamente, el joven hitler estaba sumando más y más cosas en su mente. Primero: Los austríacos eran parte de Alemania, la Patria común. Segundo: Los judíos eran extranjeros en la comunidad alemana. Tercero: El patriotismo sólo era válido si era compartido por todas las clases. La gente común con la que hitler compartió dolor y humillación eran la misma parte de la Patria que los millonarios de la alta sociedad. Cuarto: La lucha de clases condenaría, tarde o temprano, tanto a los trabajadores como a los patronos a la ruina del país. Ninguna nación puede sobrevivir a la lucha de clases; sólo la cooperación entre los trabajadores y los patronos puede beneficiar al país. Los trabajadores deben de ser respetados y vivir con decencia y honor. La creatividad nunca debe de ser sofocada. Cuando hitler después dijo que había formado su doctrina política y social en Viena dijo la verdad. Diez años después, sus observaciones en Viena se convertirían en realidad. De este modo tuvo que vivir hitler por unos años en la populosa ciudad de Viena como un virtual paria, pero observando silenciosamente cuanto ocurría alrededor suyo. Su fuerza le vino desde dentro. Los hombres excepcionales siempre se sienten solos entre una muchedumbre de gente. hitler vio en su soledad una magnífica oportunidad para meditar y no para convertirse en alguien que no pensaba. Para no perderse en un estéril desierto, un alma fuerte busca refugio dentro de uno mismo. hitler poseía un alma así. La palabra. La iluminación en la vida de hitler vendría gracias a la Palabra. Todo su talento artístico sería encauzado gracias a su maestría en la comunicación y la retórica. hitler nunca concibió las conquistas populares sin el poder de la Palabra. Podía encantar y ser encantado por ella. Conseguía la máxima realización cuando la magia de sus palabras inspiraban el corazón de las masas con las que conversaba. Sentía que volvía a nacer cada vez que comunicaba con mística belleza los conocimientos que había adquirido en su vida. La encantadora retórica de hitler permanecerá, por mucho tiempo, como amplio objeto de estudio de psicoanalistas. El poder de la palabra de hitler es la clave. Sin ella, nunca hubiera habido una era hitleriana. Fé transcendental. ¿Creía hitler en Dios?. Creía profundamente en Dios. Llamaba a Dios el Todopoderoso, maestro de todo lo que es conocido y desconocido. Los propagandistas describieron a hitler como un ateo. No lo era. Sentía desprecio por los clérigos hipócritas y materialistas, pero no era el único que así pensaba. Creía en la necesidad de modelos y dogmas teológicos, sin los cuales, decía repetidamente, la gran institución de la iglesia Cristiana se derrumbaría. Estos dogmas chocaban con su inteligencia, pero reconocía que era duro para una mente humana abarcar todos los problemas de la creación, su ilimitada extensión y su imponente belleza. El aprendió que todo humano tenía necesidades espirituales. La canción de un ruiseñor, la forma y color de una flor, le llevaban continuamente a los problemas de la creación. Nadie en el mundo me ha hablado tan elocuentemente acera de la existencia de Dios. No tenía este punto de vista por haber sido educado como un cristiano, sino porque su mente analítica le llevaba al concepto de Dios. La fe de hitler trascendía de fórmulas y accesorios. Dios era para él la base de todo, el ordenador de todas las cosas, de su destino y del de todos los demás.
Gran Sacerdote de Occidente Enviado fuiste por Odín Para poner fin A un mundo repulsivo y pestilente. Aunque tu obra no terminó Y la Gran Prostituta se alarmó, Tu Espíritu entre nosotros permanece Y el Misterio de tu vida nos robustece. Como en el mito del “Rey Perdido”, Como la encarnación de un nuevo Sigfrido, Sabemos que estás dormido Y no muerto. Eres como un oasis En medio del desierto Como un rayo de Luz Divina En pleno infierno.' “¡ Ay de Europa si triunfara el complot judeo-bolchevique-capitalista!” Adolf Hitler. 1.943 “He venido de parte de Dios y nada tengo que hacer aquí. Dejad que me juzgue Dios, del que vine”. Juana de Arco. 1.431

Pocas veces se ha producido un caso tan evidente de la influencia de una experiencia sobrenatural en la historia de la humanidad. Adolf hitler, el hombre que marcó una de las páginas más bellas de la historia del siglo XX, era guiado por voces invisibles que marcaron toda su vida política y, por tanto, la vida de toda Alemania, Europa y buena parte del Planeta Tierra. El Führer recibió su misión a través de unos caminos y unas voces dignos de la epopeya de Santa Juana de Arco. No hay que olvidar que tanto Alemania como Francia eran centros sacros de Occidente. El 11 de noviembre de 1.918, después de haber perdido la vista durante un bombardeo inglés con gas mostaza, hitler es objeto de un milagro esa misma noche. En su habitación del hospital de Pasewalk, en Pomerania, oye voces que le ordenan insistentemente salvar Alemania, y recupera misteriosamente la vista. Prometió entonces solemnemente “convertirse en un político y consagrar sus energías a cumplir la orden que había recibido”. Pero incluso antes de la “noche del milagro”, el gran destino del “Emperador dormido”(1) se manifestó a hitler, atento a la voz interior que le permitió durante la Primera Guerra Mundial (1.914-18) escapar a la muerte en un gran número de ocasiones. En una entrevista concedida a la periodista Janet Flanner, el Führer relataba una experiencia que cambió la historia. Durante la primera gran guerra, una noche, el futuro Führer de Alemania se encontraba cenando en una trinchera con varios compañeros de milicia, y de pronto ocurrió lo impredecible. Según relataría hitler a la periodista: “ Repentinamente pareció que una voz me decía “Levántate y vete allí”. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratase de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé a unos veinte metros de la trinchera. Después me senté para seguir comiendo, con la mente otra vez tranquila. Apenas lo había hecho cuando, desde el lugar que acababa de abandonar, llegó un destello y un estampido ensordecedor. Acababa de estallar un obús perdido en medio del grupo donde había estado sentado; todos mis compañeros murieron”. Si aquella misteriosa “voz interior” no hubiese advertido a hitler, el III Reich (2) no hubiera existido jamás. Algún tiempo después, declararía a sus compañeros de armas: “Oiréis hablar mucho de mí. Esperad simplemente a que llegue mi hora”. Aquella misteriosa voz, repitámoslo, le era muy familiar desde hacía tiempo. Cuando hitler tenía tan sólo 17 años, al salir de una representación del “Rienzi” de R.Wagner en Linz, y en compañía de su amigo A. Kubizek, entró en estado de éxtasis y vaticinó su futura subida al poder, se sentía investido “de la misión especial que le sería confiada algún día”. Esto le ocurrió en la cumbre de la montaña de Freiberg (3), durante una noche estrellada. Mucho años después, siendo ya el jefe absoluto del todopoderoso III Reich por él fundado, contará a la señora Wagner, hija del genial compositor alemán, esa noche de Rienzi, y concluyó así su relato: “Fue entonces cuando todo comenzó”. Antes del golpe de estado fallido de 1.923, hitler manifestaba que se sentía interiormente llamado a salvar Alemania y que ese papel recaería en él más pronto o más tarde, como así fue. Y en 1.936, ya en el poder y en plena crisis política, hitler manifestó: “Sigo el camino que me marca la Providencia con la precisión y seguridad de un sonámbulo”. La vida y obra de Adolf hitler son fascinantes. La característica más notable de la fisonomía de nuestro Führer era su mirada soñadora y penetrante. En este sentido se asemejaba mucho al gran Federico II, el Sabio, jefe del Sacro Imperio Romano-Germánico y excomulgado por la Iglesia en el siglo XIII por sus contactos y conocimientos esotéricos. hitler tenía en los ojos una extraña expresión de profeta y de inspirado. Su poder en absoluto era político sino espiritual y mágico. La comparación de hitler con Juana de Arco que hemos hecho al principio del artículo, no es casual. Estamos firmemente convencidos del papel escatológico que ambas figuras han jugado en Occidente en esta fase final del Kali-Yuga o Edad del Hierro. Ambos son pruebas evidentes de que, como dicen los místicos, “el Espíritu sopla donde quiere”, y muchas veces al margen de las religiones institucionalizadas, y más cuando estas se encuentran petrificadas o desacralizadas. Entre Juana de Arco y Adolf hitler pasan exactamente 500 años(4). Ambos eran de origen modesto y humilde, sin estudios y, sin embargo, acabaron dirigiendo ejércitos y marcando el destino de sus respectivos países y el de Europa. Todo esto hubiera sido imposible si no hubieran sido elegidos por la Divina Providencia. El asesinato de Juana de Arco marca el paso de la Edad Media, una etapa áurea y mágica para Occidente, a la Edad Moderna, profana y profanadora. Aquella parodia de juicio al que fue sometida simbolizaba el triunfo del Humanismo renacentista con su racionalismo e intelectualismo diabólicos, sobre la mística solar y la espiritualidad puras. El llamado por la escoria democrático-progresista “Renacimiento” (siglo XV), simbolizaba el triunfo del HOMOCENTRISMO sobre el TEOCENTRISMO medieval. Lo que para los modernos fue un “Renacimiento”, para nosotros fue el inicio de la descomposición de Europa y su Sacro Imperio. Con la disolución de la Orden del Temple (siglo XIV) y el vil y cobarde asesinato de Juana de Arco (siglo XV), la heroica doncella solar, comenzaba para Occidente lo que J. Evola denominaba como “Época luciferina”, es decir, la etapa de negación de los valores espirituales y de rebelión orgullosa de los hombres contra los Dioses. Ésta es la etapa que R. Guénon calificaba como de “solidificación” o “materialización”. Ésta “época luciferina” que coincide con una extrema materialidad(1.776) y Francia (1.789). No hay que olvidar que el nefasto siglo XVIII fue el siglo de las ideas enciclopedistas y, como lo denomina la gentuza moderna, “El Siglo de las Luces” (del Infierno, se entiende). Con la caída del III Reich de Adolf hitler y la derrota del Eje Roma-Berlín-Tokio(6) en el año 1.945, comienza el segundo proceso de la acción subversiva y antitradicional sobre el mundo: “la época demoníaca”, es decir, según Evola y Guénon, la etapa que coincide con la anunciada disolución y desintegración diabólicas y el comienzo del reinado a cara descubierta y sin tapujos de la “contrainiciación”. Si con la muerte de Juana de Arco comienza la decadencia moderna y progresista, con la de hitler comienza la fase más oscura y tenebrosa del Kali-Yuga o Edad del Hierro(7). Debemos estar preparados y atentos a los signos de los tiempos porque lo peor aún está por llegar: una “República Universal” al servicio de los “sabios de Sión” (Contrainiciación), como aparece profetizada y anunciada en los famosos – y repugnantes- PROTOCOLOS, a finales del siglo XIX(8). Pero como señalan las profecías antiguas, el triunfo de esta bazofia será más aparente que real, y sólo por un tiempo. Mientras, nosotros, los que creemos que hay “otro mundo que encontrar”, como decía uno de los más bellos himnos de nuestra Falange Española, contestamos a los modernos fantoches racionalistas y liberales lo mismo que Santa Juana de Arco, modelo de feminidad y espiritualidad, contestó a la basura sacerdotal que la condenaba a muerte en aquel juicio paródico y vergonzoso: “Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra de las que pueda soñar vuestra filosofía, hay más cosas en el Libro de Dios que en los vuestros. Así sea”. ¡HEIL hitler! ¡SIEG HEIL! ¡VIVA EL III REICH! POR EL QUE VENDRÁ: ¡ARRIBA EUROPA! El Navegante Solitario NOTAS 1.- El mito del “Emperador Dormido” o de “Federicus Rex”, es una versión Nórdico-Germánica del mito indo-ario de Kalki-Avatara, es decir, del Héroe Vengador y Mesías que ha de venir al final de los tiempos para poner fin al Kali-Yuga o Edad del Hierro, que se acerca ya a su fin, e instaurar una nueva Edad de Oro para la Humanidad. El “Emperador Dormido” es “aquel que ha de venir” o “el que vendrá”, como decía el Führer proféticamente. René Guénon llamaba al Kalki-Avatara “el que espera”. En la Europa del siglo XX han existido otros líderes y caudillos considerados como prefiguraciones o precursores en tono menor de “el que espera”: en España tenemos una figura irrepetible; José Antonio, fundador y Jefe Nacional de la Falange Española, que, precisamente según el mito del “Emperador Dormido”, reposa en el interior de una montaña en la sierra mágica de El Escorial; Mussolini, “El Duce” del fascismo italiano; C. Codreanu, “El Capitán” de la Guardia de Hierro rumana; L. Degrelle, caudillo del “Rex” belga y General de las Waffen SS. La encarnación del Principio Divino se produce siempre de forma plural, por un corto tiempo, pero sólo en uno de ellos se concentra mayormente su poder y su energía: Adolf hitler. 2.- El III Reich con su Orden Negra SS, fue el último intento de restauración heroica y de reconstrucción aristocrática que ha conocido Occidente desde la Edad Media en esta fase final del Kali-Yuga. El intento de hitler de fundar una nueva Edad de Oro para Occidente que hiciera menos catastrófico este periodo, fracasó sólo parcialmente, porque abrió el camino “al que vendrá”,es decir al Kalki-Avatara. El III Reich también fue un intento de frenar el ascenso de la “Contrainiciación”, de la hablaremos más adelante. 3.- En el mundo antiguo, la montaña es símbolo de elevación espiritual y de jerarquía. Es el símbolo de la unión del Cielo y de la Tierra. La montaña es el AXIS MUNDI – centro del mundo- por excelencia, por lo que tiene de verticalidad y de ascensión. 4.- El número 5 es el número de la perfección y del límite de las posibilidades humanas. En la doctrina de las cuatro eras de la Humanidad – Edad de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro, en cuya fase terminal nos encontramos- ,la vuelta a una nueva Edad de Oro puede ser alegóricamente asimilada a una quinta era que, de hecho, no tiene nada de diferente a la primera. Esto es el mito del Eterno Retorno. Así la cifra 5 es el símbolo del regreso a nuestra primera condición, después de una larga etapa de alejamiento del hombre con respecto al Principio Divino. Simboliza pues la llegada de un “Nuevo Orden”; el reencuentro del hombre con la espiritualidad primordial. ¿Es pues una casualidad la llegada de hitler a Europa en esta fase final de la Edad del Hierro a los 500años justos de nacer el nefasto mundo moderno?. ¿No fue el III Reich un intento de frenar la descomposición en que se encontraba nuestra amada Europa desde hacía 500 años con la llegada del “Humanismo” y del “Renacimiento” diabólicos?. Precisamente tuvieron que pasar 500 años para que la iglesia reconociera la santidad y la misión providencial de Juana de Arco. En 1.920 fue canonizada por el Papa Benedicto XV y convertida en Santa Patrona de Francia. En 1.920 hitler fundaba en Alemania el movimiento Nacional-Socialista. ¿Otra casualidad?. Sinceramente, nosotros no creemos en “casualidades”, sino en un mundo perfectamente ordenado y estructurado por la Divina Providencia. 5.- La “Contrainiciación” es una organización mundial al servicio de las tinieblas. Su origen se pierde en la noche de los tiempos, pero se sabe que el “Dragón de Siete Cabezas” del que habla San Juan en el Apocalipsis serían, según el esoterista R. Guénon, los siete centros subversivos de esta organización satánica, desde donde dirigen la acción antitradicional sobre el mundo. Según R. Guénon, estos centros subversivos parecen más bien dispuestos siguiendo una especie de arco que rodea a Europa a una cierta distancia: uno en la región del Níger, de donde se decía ya en tiempos del antiguo Egipto que procedían los brujos más temibles; uno es Sudán, en una región montañosa habitada por una población “licántropa” de alrededor de 20.000 individuos; dos en Asia Menor, uno en Siria y otro en Mesopotamia (al este de Mosul, en Irak); luego, uno del lado del Turquestán y los otros dos hacia el Ural o la parte occidental de Siberia. Son las “Torres de Satán” de las que se habla en los mitos y cuentos persas, árabes y kurdos. Probablemente los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión”, un plan detallado y minucioso para la destrucción de todo lo que quedaba de tradicional y auténtico en el mundo, y sobre todo en Europa, y que aparecieron a finales del siglo XIX, fueron una manifestación más de la “contrainiciación”. El objetivo de esta organización es potenciar y acentuar el desequilibrio de la Humanidad para acabar implantando una Dictadura Mundial al servicio de las Fuerzas del Caos; sustituir el Principio Divino y la espiritualidad pura por lo que R. Guénon denominaba “La Gran Parodia”, es decir, una espiritualidad “al revés” o invertida. ¿Os acordáis de inventillos modernos como el espiritismo”, el “teosofismo”, el “psicoanálisis”, el “Opus Dei” o la más temible “New Age”?. Parodias verdaderamente satánicas de todo lo espiritual. Pero según las profecías tradicionales, su triunfo, que coincide con la época demoníaca, será sólo momentáneo. La Tierra clama por la llegada de su Héroe Vengador, Kalki-Avatara, “el que vendrá” según hitler. 6.- La creación por Adolf hitler del “Pacto de Acero” entre la Alemania Nacionalsocialista y la Italia Fascista, fue un intento de restaurar en Occidente, en pleno Kali-Yuga, el Sacro Imperio Romano-Germánico. Tras la caída de Alemania y de Italia, les seguirían las Monarquías Sagradas y solares de otros dos centros espirituales del mundo: Japón y el Tíbet. Hay que apuntar que en la famosa expedición que la Orden Negra SS hizo al Tíbet en 1.937, se firmó un tratado con su líder político-espiritual, el Dalai-Lama, en el cual éste reconocía a hitler como el Jefe Mundial de todos los pueblos arios. Según la leyenda, parece que hitler guardó este documento dentro de una caja de seguridad del búnker de Berlín. Al parecer el Führer meditaba cotidianamente mientras tenía ante sí este documento. Hay que señalar que en la Orden Negra SS, hubo hombres de gran formación esotérica y que conocían las doctrinas budistas, hinduistas e islámicas. Italia, Alemania y Japón cayeron en 1.945 y el Tíbet les siguió pocos años después. 7.- Es curioso constatar que si, para nosotros, en 1.945 comienza la “época demoníaca” y la fase más tenebrosa del Kali-Yuga anunciadas por los Protocolos, para la Masonería moderna el año 1.945 es el comienzo de la “Era de la Luz”. No hay que olvidar que la historia de la Humanidades una lucha constante entre dos principios o, mejor dicho, entre dos luces: la del Cielo y la del Infierno, la Luz del Norte y la Luz del Sur. 8.- Precisamente en estos últimos años es cuando en los medios democrático-progresistas y neo-espiritualistas más se habla de un futuro “Nuevo Orden Mundial”, una “Nueva Era”, hacer lo “políticamente correcto”.... ¿no es para mosquearse un poco, camaradas?. No hay que olvidar que tanto las doctrinas democráticas y liberales como las neo o pseudo-espiritualistas (como la hoy tristemente célebre New Age),son emanaciones de la Luz del Sur, oscura, telúrica, igualitaria, demoníaca. Hay que tener presente la famosa frase de aquel judío llamado Benjamín Disraelí: “ El mundo está gobernado por personajes muy distintos a los imaginados por aquellos que están entre bastidores”. O del también judío Walter Rathenan: “Trescientos hombres judíos, cada uno de los cuales conoce a todos los demás, gobiernan los destinos del continente europeo y eligen a sus sucesores entre los que les rodean”. Hay que apuntar que tanto Disraelí como Rathenan, jugaron un papel nada desdeñable en la decadencia de Occidente en esta fase final del Kali-Yuga. LOS LEALES DE HITLER Pardas son las camisas roja es la sangre, fuertes son los corazones, y fuerte es el valor. Los leales de hitler; así resuena nuestro juramento. La nueva salvación le señala, nuestro reloj solo resuena el paso acompañado de las S.A Parda anuncia a los infantes: ¡La venganza está próxima! los leales de hitler, así resuena nuestro canto. Escuchado de nuevo su sonido broncineo. Sagradas las banderas,flamean en el viento, ante nuestro paso de marcha se desvanece el aprobio. Leales de hitler, así nuestro juramento.


Las Mujeres de la vida de Adolf Hitler Hay algo que no podemos negarle a Adolf Hitler: se trata, sin duda, del personaje histórico contemporáneo sobre el que se han acumulado el mayor numero de inexactitudes. Enemigos y traidores han rivalizado en difuminar su verdadera personalidad, lanzando fábulas de todos los calibres. Pese a la escasa distancia que nos separa de sus trabajos y sus días, el historiador encuentra ya, frente así, un muro de materiales espúreos que dificultan grandemente la visión del personaje. Pero acaso sea en el campo acotado del temperamento y la vida intima del Führer, donde se choca con mayores obstáculos, y se halla sumido en una infernal danza de datos contradictorios, leyendas, calumnias y nimiedades. Se ha dicho, y escrito, que Adolf Hitler era un sádico, un masoquista, un homosexual, un paranoico, un loco furioso que mordía alfombras. Hoy en día sabemos sin embargo que no era nada de esto. Sus grandes biógrafos Allan Bullock, Joachim Fest, Helmut Heiber, etc. han devuelto al personajes unas características más humanas, apoyándose en los textos y libros de memorias de quienes le trataron largamente. A partir de la famosa obra de August Kubiezek "Adolf Hitler; mi amigo de juventud", poseemos el testimonio, en buena parte objetivo, de varios contemporáneos. A la luz de estos textos, puede afirmarse que Adolf Hitler tuvo relaciones sentimentales con un buen número de mujeres. algunos de tales contactos fueron fugaces, y otros tuvieron cierta duración. Hasta el gran público ha trascendió mayormente el nombre de Eva Braun, la compañera de los últimos años, con la que Hitler se casó y compartió la muerte en la Cancillería del Reich. Pero existen otras páginas interesantes en la vida del Führer Los idilios de la juventud Es August Kubizek, en su ya mencionado libro "Adolf Hitler, mein Jugendfreund" quien nos da noticia de los primeros escarceos amorosos de Hitler. Hemos de trasladarnos con la imaginación a la población austríaca de Linz, en le verano de 1905. Hitler tenia entonces dieciséis años y vivía con su madre y su tía Johanna. Una tarde le confió a su amigo Kubizek que estaba locamente enamorado de Estefania, una rubia estudiante de bachillerato, que era bastante mayor que Hitler. Es probable que la muchacha, interesada únicamente en coquetear con los oficiales de la guarnición, no llegara ni a fijarse en su enamorado. Aunque ciertos biógrafos acusan a Kubizek de excesiva imaginación, parece que Estefania fue un ser real, que en 1908 se casó con un comandante de infantería, y que en 1950 vivía aún en Viena, en calidad de viuda del general muerto en acción de guerra. Fallecida su madre en diciembre de 1907, Hitler se trasladó a Viena. Dormía en el asilo de Meidling y en ocasiones frecuentaba los cafés, donde se reunían los intelectuales pobres. Tuvo un romance, de cierta intensidad, con una lechera del barrio de Ottakring, y más tarde con una bailarina francesa de un teatro del Prater. Gustaba de escribir, largamente, a su buen amigo Konrad Heiden, donde en ocasiones hablaba del amor y de las mujeres. En mayo de 1913 cansado de las escasas perspectivas de futuro que le ofrecía Viena, Adolf Hitler partió hacia Munich, es decir, hacia su destino. Desde la llegada a la capital de Baviera, y hasta el comienzo de la guerra de 1914, hizo vida común con una muchacha llamada Helena Rückstein. El noviazgo, no obstante, duró poco. Cuando el dia 3 de agosto de 1914 Alemania abrió las hostilidades contra Francia, Hitler dejo a la bella Helena y corrió a alistarse bajo las banderas. En 1915, en la zona de Aisne, cerca de Saint-Quentin, donde se alojaba su unidad, conoció a una campesina francés. Años más tarde, cuando el nombre de Hitler aparecía ya en la prensa europea, aquella mujer contó a sus amistades que era un hombre "muy cariñoso, muy dulce y muy artista". En 1940, la campesina, que tenia un hijo prisionero en el Reich, escribió al Führer, aludiendo a los meses que pasaron juntos e intercediendo por la libertad de su vástago. Una semana después, el joven francés estaba ya en su hogar. Es un hecho absolutamente verídico y comprobado. Con el hundimiento de Alemania, y el armisticio, el futuro líder del III Reich, herido por el estallido de un obús y afectado por los gases, fue trasladado al hospital de Passeswalk. Allí conoció a una bonita enfermera berlinesa, Greta Schmidt, que parece ser que en un principió rechazo las declaraciones de amor de su paciente, pero después al ser dado de alta le siguió. Greta Schmidt ha sido, probablemente, una de las mujeres que mayor influencia ejerció sobre el Führer, y que dejó más honda huella en su vida. Le acompaño, fielmente, sin desfallecer, durante aquellos tiempos de lucha, animandole en los comienzos de su andadura política. "Serás el más grande orador de Alemania", solía decirle, y le ayudaba, escuchándole hora tras hora, en su modesto alojamiento muniques. Cuando Hitler empezó a pronunciar sus encendidas conferencias, en locales públicos de Munich, ante minúsculas concurrencias, Greta Schnidt inició una denodada campaña de propaganda, repartiendo a domicilio centenares de invitaciones que ella misma escribía. Con fondos conseguidos en una cuestación, pudo pagar un anuncio en el "Münchener Illustrierte Zeitung"; lo que llevó a unos centenares de obreros a escuchar a Hitler en los sótanos de la Hofbrauhaus. A lo largo de la incipiente carrera política de Adolf Hitler aparece esta infatigable mujer. Pero no podemos predecir cuál habría sido su peso específico sobre el Führer en los días álgidos del poder. El capitán de artillería Schmidt, su ex marido, la asesinó de un disparo en la estación berlinesa de Charlottenburg. Andre Guerber, en 'Hitler et ses douze femes', y el periodista ingles Douglas Hewlett, autor de 'Hitler y las mujeres' afirman que tras la trágica desaparición de Greta Schmidt, el fundador de Reich tuvo relaciones sentimentales, de no muy larga duración, con Fräulein Grotzky. Era una rubia alta, que asistía a todas las alocuciones de Hitler, y que le aplaudía entusiasmada. Tampoco se conocen muchos detalles de su relación con la joven bávara Mariá Reiter, a la que conoció en Berchtesgaden, allá por el año 1926. Después de la II GM, fue entrevistada por los periodistas Gunter Peis y Comer Clarke, quienes publicaron una serie de artículos en "Franche-Dimanche", durante el mes de junio de 1959; si hemos de creer este testimonio, que la mayoría de biógrafos pone en duda, Adolf Hitler tuvo relaciones sentimentales con Maria Riter durante casi una década, y poseía cartas autógrafas del mismo, firmadas con el seudónimo "Wolf". Después de un par de idilios frustrados, con la cantante Erna Hanfstaengl y con Heni Hoffmann ( hija del que unos años despues seria su fotógrafo), que posteriormente se casó con Bladur von Schirach, líder de las Juventudes Hitlerianas, Adolf Hitler conoció a Winnifred Wagner, viuda de Siegfried y nuera del genial compositor. Sus visitas a la villa 'Wahnfried' de Bayreuth eran frecuentes. Incluso se hablo de una boda, pero como escribe Konrad Heiden, por un motivo desconocido, las relaciones se cortaron en el otoño de 1932. Fue Goebbels quien presentó al Fuhrer a Paula Fridman, hija de una de los primeros militantes nacionalsocialistas. Había sido secretaria particular del ministro de Propaganda, y en noviembre de 1934 pasó a ocupar el mismo empleo cerca de Hitler. Paula Fridman se instaló en un apartamento de la Leipzigstrasse berlinesa, donde Adolf Hitler la visitaba con frecuencia, pero al cabo de un año las visitas del Führer comenzaron a hacerse menos frecuentes, hasta que cesaron del todo. Tras esta relación Adolf Hitler conoció a Frida Worms en un pueblo de Hannover llamado Kleinfort, durante las fiestas de Primavera, en mayo de 1935, con la que entabló una estrecha amistad. Hitler se había sentido interesado, desde su juventud, por el Cine, al que consideraba como una incomparable arma propagandística, y al llegar a la cúspide del poder dirigió su atención hacia la pantalla plateada. Por aquel entonces conoció a la inteligentísima Leni Riefenstahal, que había realizado un excelente filme de preguerra, "Luz azul". Es evidente que Leni se ganó la amistad y la voluntad del Führer, y un apoyo económico y político prácticamente ilimitado; a cuyo amparo pudo dirigir películas tan notables como "Los dioses del Estadio" exaltando los Juegos Olímpicos de Berlín, del año 1936 y "El Triunfo de la Voluntad", que su propia creadora presentó en la exposición universal de París de 1937. Pero es muy dudoso que existiesen relaciones intimas entre ambos. Después de la II GM, en 1959, Leni Riefenstahl aseguró que ella jamás había sido la amante del Führer. La hija del Führer Para algunos de los historiadores que han investigado la vida de Hitler, su gran pasión fue Sigrid von Lappus. Hitler conoció a esta mujer en el mes de julio de 1939, casi en el umbral de la guerra mundial. Durante algún tiempo esta señorita residió el número 56 de la Tauentzienstrasse, y en algunas ocasiones, olvidando su natural reserva, acompañó al Führer en ceremonias oficiales. En uno de sus frecuentes viajes a Berlín, el conde Ciano se dio cuenta del hecho y remitio a Mussolini una nota informativa muy explícita: "El Führer está locamente enamorado de Fraülein Sigird von Lappus" A finales de febrero de 1940, Goebbels y Himmler tuvieron información de que Sigrid estaba encinta. El famoso tocólogo alemán, doctor Hans Lubrecht, recibió el encargo de vigilar el embarazo, y bajo su prescripción la Fraülein von Lappus fue enviada a Garmish-Partenkirchen, para beneficiarse con los aires de la alta montaña. Pero el 23 de septiembre del mismo año llegaron a Berlín tristes nuevas. Sigrid había muerto, a consecuencia del parto de una niña, que solo sobrevivió dos escasas horas a su madre. El golpe impactó profundamente a Hitler, que estuvo varios días afectado. Unity Mitford, la cuñada de Mosley No hemos llegado todavía al final de esta enumeración de las mujeres que tuvieron alguna relación con Adolf Hitler. No podemos marginar a una romántica inglesa, Unity Motford, cuñada de sir Oswald Mosley, el fundador y alma del partido Fascista Británico. Antes de conocer personalmente a Hitler, escandalizó a la opinión publica inglesa, conduciendo por las carreteras de Europa con una enorme esvástica pintada en el techo de su automóvil. Lady Mitford asistió entusiasmada al Congreso de Nuremberg, y consiguió que Joachim von Ribbentrop le presentara al Führer, al que siguió a Berchtesgaden y le visitó en la Cancillería del Reich. Alquiló un piso en Berlín, en el que permaneció incluso después de que Inglaterra declarase la guerra a Alemania. Finalmente, recibió la orden tajante de regresar a su patria, y al negarse, las autoridades alemanas la enviaron a Inglaterra, via Holanda, donde fue recogida por su padre. Eva Braun Para el gran público, la mujer cuyo nombre se empareja siempre con el de Adolf Hitler es Eva Braun. Todo ello es perfectamente lógico, habida cuenta de la resonancia universal que tuvo el matrimonio de Hitler con Fraülein Braun, en los sótanos de la Cancillería, y la posterior muerte de ambos. Eva era la segunda hija de un profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Simbach, sobre el río Inn, cerca de Bruneau, lugar natal de Adolf Hitler. Su padre Fitz Braun, la había enviado a un colegio católico, y al terminar su estudios obtuvo un puesto de vendedora en la tienda de aparatos fotográficos de Heinrich Hoffman, el fotógrafo personal del Führer. A partir de 1930, Eva trabajó en aquel empleo con su hermana Gretel, que años despues se casaría con el ayudante de Himmler, Fegelein. Allí la conoció Hitler. Segun Hoffman, la menor de las dos hermanas Braun tenia una linda figura, unos ojos azules admirables, vestía bien y poseía una tenacidad pasmosa y una astucia típicamente femenina. A partir de entonces se inició aquella relación pseudoconyugal. Durante algún tiempo Eva siguió viviendo en casa de sus padres, aunque reuniéndose cotidianamente con Hitler, pero luego se trasladó definitivamente a Berghof. Michael A, Mussamano, autor del libro "Diez dias para morir" entrevistó a los padres de Eva en Eisenaertz, después del hundimiento del Reich, los cuales afirmaban que Hitler jamás levanto la voz a su compañera, ni en los momentos más aciagos. La llamaba siempre cariñosamente, "Patscherli" y la colmaba de regalos. Para el ayuda de cámara del Führer, Heinz LInge, era una mujer que se ganaba las simpatías por su extremada modestia. Se mantenía siempre a su lado, y procuraba que Hitler olvidara, aunque fuera por unos momentos, sus preocupaciones, y durante los años de la guerra solo utilizó su influjo sobre el Führer en contadas ocasiones. A medida que las derrotas se acumulaban sobre Alemania, crecían los deseos de Eva Braun de acudir junto a Adolf Hitler. Según el ayuda de cámara Heinz Linge, a principios de 1945, el Führer obligó a Fraülein Braun a trasladarse a Munich, que ofrecía mayor seguridad. Pero a mediados de abril Eva se hallaba ya en los sótanos del Reich, mientras la artillería rusa se abatía sobre Berlín. En la tarde del día 28 de abril, Hitler llamó a una de sus secretarias, para dictarle su última voluntad. Expuso su deseo de contraer inmediato matrimonio con Eva Braun y la decisión de ambos de morir en el "bunker" para no caer en manos del enemigo. Gobbels hizo venir a un funcionario del Registro Civil, que militaba en las filas de la 'Volkssturn" y que se apellidaba Wagner. Al término de la sobria ceremonia, los contrayentes firmaron el acta. Ella comenzó a escribir su nombre "Eva B...", sonrío, tacho lo escrito y puso "Eva Hitler".


1945 de la era judeocristiana; Año Cincuenta y Seis de Nuestra Era, Hitleriana; mes de Abril, de Venus. Berlín está transformado en un infierno, se combate en cada esquina, el Bunker del Fuhrer es bombar deado sin cesar por la aviación rusa, por obuses de todos los calibres, las juventudes de Hitler luchan sin dar ni pedir cuartel. Los restos de tropas S.S., los que no han muerto en el frente, en las estepas, se baten desesperadamente, las mujeres, los ancianos: la División S.S. "Carlo Magno", compuesta por franceses, forma un cordón en torno al Búnker; los españoles heroicos y hasta monjes tibetanos, ligados misteriosamente a Hitler, entregan allí sus vidas... ¡Qué batalla tan inmensa, qué combate tan glorioso!... También quise estar allí y morir por mi Fuhrer. Mi mujer estaba de acuer do en que lo hiciera y deseó acompañarme. Más de cien nacionalsocia listas chilenos se habían presentado como voluntarios en la ciudad de Val paraíso, pero el Embajador alemán, casado con norteamericana, no los aceptó. Aún viven camaradas que podrían confirmarlo. A mí me lo impidie ron amigos alemanes S.S. Tal vez, aun sin saberlo, lo hicieron para que pu diera un día escribir estos libros... Pero hoy Treinta de Abril, del Año Cien de nuestra era, con los dientes apretados, lo recuerdo todo. Esa angustia, ese dolor, ese destrozo del corazón..., todo, todo se había acabado; los inmensos sueños de grandeza y redención humana... Hasta que supimos la verdad: Hitler no había muerto. Desde los hielos de la Antártica, retornaria... Un poco antes del final, allá en el Bunker, mientras tronaba la metra lla, con el sordo, hondo fragor de los hielos que se desprenden de las grandes barreras de los polos, un fiel S.S. preguntó a su Fuhrer, con voz enron quecida: "Mi Fuhrer, si usted desaparece, ¿por quién combatiremos...?" Y Adolf Hitler le responde: "Por el Hombre que Vendrá"..


El Guardaespaldas de Hitler, rompe su silencio.Rochus Misch integró durante cinco años el círculo más estrecho de Adolf Hitler. Estuvo en su cuartel general, en su refugio de Baviera y lo acompañó en su búnker de Berlín. Aún hoy lo recuerda con un afecto que pone los pelos de punta y lo sigue llamando `el jefe´. Es un testigo más que cuestionable, pero también único, del mundo de Hitler y de la agonía del Tercer Reich

En una de las escenas finales de El hundimiento, la película de Oliver Hirschbiegel sobre los últimos días del Tercer Reich, en Berlín, de pronto, dejan de oírse las descargas de las baterías rusas. El búnker del Führer está casi desierto. Hitler se ha suicidado. Casi todo su Estado Mayor ha intentado huir del Ejército Rojo, que está a sólo dos manzanas. Cuando Joseph Goebbels y su esposa, Magda, salen al ruinoso patio de la cancillería, un joven soldado los observa dubitativo, como si esperase una orden. Ese hombre ha estado cinco años a las órdenes de Hitler: ha sido escolta, mensajero, ordenanza y, al final, telefonista del búnker. Pero ahora los teléfonos también han dejado de sonar y el hombre no sabe qué hacer. Goebbels se vuelve hacia él y dice: «Váyase, ya no lo necesito. La suerte está echada».Ese joven soldado es Rochus Misch. Este año cumple 88 años, pero aún se mantiene en buena forma. De joven, este robusto silesio debió de ser un recluta perfecto. Primero en las SS y luego, tras ser herido en la campaña de Polonia de 1939, como escolta de Hitler.Hoy tiene la apariencia de un soldado retirado. Pero a diferencia de Traudl Junge, la secretaria de Hitler, que abre y cierra El hundimiento con sus palabras de arrepentimiento, Misch muestra una indiferencia sobre su pasado al lado del Führer que resulta exasperante. Incluso llega a recordarlo con irritante añoranza.Su testimonio carece de la agudeza psicológica y política que hace tan apasionantes los recuerdos del Tercer Reich de Albert Speer, pero el valor de Misch es que es uno de los pocos cercanos a Hitler que sigue vivo. Los Goebbels se suicidaron. Martin Bormann, la mano derecha del Führer, murió al intentar huir del cerco soviético. Y Traudl Junge falleció hace cuatro años aún atormentada por su pasado. Sólo queda un testigo de aquella época, Rochus Misch, tras la muerte de los dos últimos supervivientes, el barón Bernd Freytag von Loringhoven, ayuda de campo del último jefe del Estado Mayor alemán, y la enfermera Erna Flegel. Y Misch, además, es el único que formaba parte del círculo íntimo de Adolf Hitler.Rumbo a la casa de Misch, en el sur de Berlín, Efrem, mi traductor –un alemán de origen eritreo–, me dice: «No sé cómo va a reaccionar este hombre cuando vea a un negro. Quizá siga creyendo en la superioridad aria». Yo, que soy ruso con raíces alemanas, tampoco lo sé muy bien.Misch vive en una casa sencilla de dos plantas ubicada en una calle tranquila y arbolada. Es la misma a la que se mudó con su esposa, Gerda, en 1942. Y es la misma en la que el servidor del Führer recibió de éste una caja de champán de la cosecha del 27 como regalo de boda.Con la voz algo cascada, Misch nos cuenta cómo, por recomendación de su antiguo jefe de división y tras ser herido en 1939, acabó trabajando a las órdenes de Hitler. Recuerda vivamente su primer encuentro con él: «Estaba en la cancillería del Reich y el ayuda de campo que se encontraba de guardia nos explicaba las normas. En eso abrió la puerta y allí estaba Hitler. Me quedé mudo. Sentí escalofríos. Para nosotros era una figura mítica. Hitler le preguntó al oficial de dónde era yo. Cuando el ayuda de campo le dijo que era de Silesia, Hitler preguntó: ‘¿Tenemos a alguien más de Silesia?’. Muy bien, pues te vamos a poner a prueba ahora mismo. Toma esta carta y entrégasela en Viena a mi hermana’». Rochus Misch se embarcó en un tren y ése fue el principio de sus cinco años de servicio.Misch asegura que no era un nazi comprometido y que nunca fue miembro del partido. Sin embargo, parece incapaz de conciliar lo que sabe hoy del Tercer Reich con los cálidos recuerdos que guarda de Hitler. Cuando le pregunto qué piensa ahora de la época nazi, repite que nunca supo nada del holocausto ni de otros crímenes nazis y que él no cometió ninguno. Este extremo es cierto: el Centro Simon Wiesenthal de Viena juzgó innecesario investigar su expediente. Por fin, Misch admite: «No puedo relacionar los recuerdos del jefe estupendo que conocí con el monstruo que pintaron después de la guerra. Son dos imágenes que mantengo separadas». Y añade: «Desde luego que es atroz, una auténtica catástrofe. Me refiero a tantas muertes. A mí también me hicieron prisionero, fui torturado [por los rusos en 1945], y puedo imaginarme lo que sufrió esa gente».Además, aún parece deslumbrado por la figura de Hitler y también por todos los personajes a los que tuvo oportunidad de conocer. «Yo era un hombre sencillo, por eso me emocionaba estar en ocasiones tan cerca de gente famosa: Mussolini, Leni Riefenstahl, Antonescu [el dictador rumano], Molotov…» Mussolini, recuerda, era una persona «expansiva»; Molotov, por su parte, un hombre «tranquilo y sereno».La mayoría de sus recuerdos no son más que simples comentarios personales de importantes hechos históricos. Para Misch, el 22 de junio de 1941, el día de la invasión de la URSS, fue «un día como cualquier otro, nada especial». El 20 de julio de 1944, cuando el conde Klaus von Stauffenberg trató de matar a Hitler con una bomba en su cuartel general de Prusia oriental, Misch estaba en un tren rumbo a Berlín, donde tenía que entregar unos documentos. Le pregunto por qué, pese a su cercanía a Hitler, nunca consiguió un ascenso: «Nunca lo quise… El rango era lo de menos cuando se estaba tan cerca de Hitler. Te convertías en un miembro de la familia, y punto». Y cuando le pregunto si conserva fotos de aquellos días, Misch saca enseguida una carpeta, que me muestra encantado.«En ésta están Speer, el arquitecto de Hitler; Eva, su esposa; el embajador Hewel, del Ministerio de Exteriores; Frau Christian, la secretaria… Y en ésta, Eva Braun con su hermana Margrete.» Hay, además, fotos de Misch en el avión de Hitler o delante del vagón restaurante del tren del Führer. Ver las fotos y oír a Misch es como asomarse a las portillas de un barco hundido. En otra foto aparecen el Führer y Eva Braun mirando unos conejos. Misch dice que su relación era muy discreta: «Ella venía a Berchtesgaden, pero en Berlín no vivía con Hitler. Sólo al final su relación se hizo pública». En efecto, el 29 de abril de 1945 Misch vio que un nervioso funcionario del registro civil entraba en el búnker para celebrar el matrimonio de Hitler y Braun.Cuando le pregunto por El hundimiento, Misch dice entre risas que es una opereta muy americana. «¿Falsea los hechos?», le inquiero. «No, en líneas generales describe bien lo que pasó, pero los actores no paran de gritar. En el búnker se hablaba en susurros. Yo estaba en la centralita y a veces elevaba la voz a propósito, para romper ese silencio mortífero.»El 22 de abril de 1945, tras el asalto final de las tropas soviéticas a la capital alemana, Hitler no ocultó sus sentimientos a sus subordinados. «Nos dijo que la guerra había terminado y que todo el que quisiera marcharse era libre de hacerlo.» La mayoría se fue. Misch, que se debatía entre el miedo que se había apoderado de él y su sentido del deber, permaneció allí. Incluso aunque todo estaba dispuesto para que él y su esposa fueran evacuados por aire. «Hitler fue muy serio y educado hasta el final –recuerda–. Siguió celebrando reuniones diarias, a las que cada vez acudían menos colaboradores. Hasta los últimos días confió en que las potencias occidentales se enfrentarían a los soviéticos, lo que permitiría resistir un poco más a los alemanes.»Si algo le reprocha Misch a Hitler es que en ningún momento le diera la oportunidad de despedirse. El 30 de abril de 1945 hubo una reunión a la que asistieron Goebbels, Bormann, Heinz Linge –un ordenanza– y Otto Günsche –un asesor–. «El jefe le dijo a Linge: `No quiero morir como Mussolini [cuyo cadáver fue expuesto por los partisanos italianos en una plaza de Milán]. ¡Quemadme!´.» Tras la reunión, Hitler se encerró en su habitación. «El tiempo se detuvo en el búnker –rememora Misch–. Pasaron una o dos horas. Entonces alguien dijo: `Creo que he oído un disparo´. Linge se acercó y me apartó. No recuerdo quién abrió la puerta. Nos asomamos y vimos al Führer a tres o cuatro metros. Tenía la cabeza sobre la mesa; Eva Braun estaba a su lado, en el sofá. No había mucha sangre.»Misch subió a toda prisa al piso superior con la intención de preparar un informe para su oficial al mando, Schedle, pero decidió volver sobre sus pasos. «Entré en la habitación en el preciso instante en que el chófer del Führer, Erich Kempka, y el comandante de las juventudes hitlerianas, Artur Axman, envolvían a Hitler y a Braun en una alfombra. Salí e informé a Schedle de su muerte. Luego, una vez abajo, mis camaradas me llamaron a gritos: `¡Ven al patio, están quemando al jefe!´. Pero no hice caso. Tenía miedo. El jefe de la Gestapo, Heinrich Mueller, había llegado a la Cancillería y temía que la Gestapo matara a todos los que presenciaran la incineración del jefe. Así que no estuve en el patio.»Tras la muerte de Hitler, Misch ayudó a establecer una línea directa entre la cancillería del Reich y las líneas soviéticas, mientras el general Krebs trataba de negociar un armisticio. Pero los rusos se mantenían firmes. Exigían una rendición incondicional. Eran las noticias que Krebs, un soldado que hablaba el ruso muy bien, traía a los que quedaban en el búnker. Misch cuenta que Axmann, Bormann y Goebbels se despidieron de él. «Goebbels me dijo: `Bueno, Misch, hemos sabido vivir, ahora tenemos que saber morir´. Comprendí que todo había terminado, así que al rato dejé el búnker.» Antes, sin embargo, Misch conectó algunas llamadas de teléfono. «¿Cuál fue la última?», le pregunto. El anciano guarda silencio durante un minuto, tratando de recordar. Por fin, dice: «Fue una llamada del general Burgdorf al general Busse, comandante de la novena división. Poco después, alguien llamó preguntando por el general Krebs. Conecté la línea, pero no hubo respuesta. Fui a la habitación de Krebs y lo encontré sentado con Burgdorf. Estaban inmóviles. En un primer momento pensé que estaban dormidos». Pero no: se habían suicidado.Misch intercambió contactos con un camarada, un técnico llamado Henschel, para que ambos pudieran mantener informadas a sus familias de sus respectivos paraderos. Le pregunto si se llevó del búnker algún recuerdo. Sonríe. «Tenía tanto miedo que en lo único que pensaba era en marcharme lo antes posible. Sólo he conservado una cosa del búnker.» Misch va entonces a otra habitación y trae una servilleta blanca con la letra H bordada. «Es del comedor de Hitler –explica–. No tengo nada más.»Misch huyó hacia su casa, pero fue capturado por los rusos. Pasó entonces tres años en la prisión de Lubyanca, en Moscú. Como Stalin no creía que Hitler hubiera muerto, los supervivientes del búnker recibieron un trato despiadado para que contaran cómo se había fugado el Führer. Tan insoportable, que Misch llegó a escribir a Beria, el jefe de la Policía secreta rusa, pidiéndole que lo mataran. En lugar de ello, lo mandaron a un campo de prisioneros donde estuvo seis años, hasta que fue liberado en 1954. Regresó a Berlín, con su esposa, y abrió una tienda de pinturas y papeles pintados, que regentó hasta 1983. Por su parte, su esposa, Gerda, siguiendo la tradición familiar, fue concejal en el Ayuntamiento de Berlín occidental. Tuvieron una hija, que vive en Fráncfort y apenas habla con su padre.Le pregunto, como al azar: «¿Se acuerda del número de teléfono del búnker?». Misch me mira con sorna. «Por supuesto. Era el 120050». Hitler, prosigue, «era el mejor jefe que se puede tener: siempre tranquilo, educado y amable. Ojalá todo el mundo tuviera un superior como él».Luego nos enseña las cartas que recibe de todo el mundo. «Ésta es de Eslovaquia y ésta, de Australia. Suelen pedirme autógrafos», me dice. «¿Y usted les responde?», le pregunto. «Sí. Tengo hasta mi propia tarjeta postal», y saca un fajo en las que aparece en uniforme frente al cuartel general de Werwolf, en Ucrania.El antiguo militar nazi es incapaz de entender lo repulsiva que puede resultar para la mayoría de los mortales la añoranza que siente por Hitler y su régimen. Sin embargo, al final, los temores de Efrem de que lo tratara con desprecio no se confirmaron. Es más, cuando Misch supo que el abuelo del traductor había servido en la legión africana de Mussolini, posó encantado con mi amigo eritreo. Su reacción al conocer mis orígenes rusos fue incluso más positiva: «Odio a los matones de los servicios secretos de Stalin, que me torturaron, pero los rusos de a pie se portaron muy bien con los prisioneros alemanes», me dijo, incluyendo algunas palabras en ruso.Aunque hay algo que nos inclina a creer en la proclamación de inocencia de Rochus Misch, no puedo dejar de darle vueltas a un pequeño detalle de su relato. El hecho ocurrió en 1943, en Werwolf, el cuartel general nazi en Ucrania. «Al pasar cerca de la ventana del barracón de Hitler, oí el sonido de un aria. Me asomé y vi al jefe sentado en el borde de la mesa de su despacho escuchando el sonido del gramófono. Había discutido con sus generales y estaba muy irritado. Le pregunté: `¿Quién canta, mi Führer?´. `Joseph Schmidt, un famoso tenor?´, me contestó. `¡Pero es judío, mi Führer!´, exclamé. `¡Y eso qué más da! Lo único importante es que la música sea maravillosa!´.»Konstantin Eggert

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