domingo, 8 de junio de 2008

¿POR QUE ESTOY EN CONTRA DEL COMUNISMO ?


El comunismo es ateísta. Ningún dirigente comunista ha procurado nunca el disfrazar esto. Por el contrario, se han enorgullecido de ello.

Karl Marx declaró que “la religión es el opio de las masas.” En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels se burlan de los esfuerzos de los cristianos para la reforma humanitaria con esta condenación: “El Socialismo Cristiano es únicamente el agua bendita con la que el sacerdote consagra el rencor del aristócrata.” (Edición Progress Publishers, pá­gina 80). Lenin dijo: “El ateísmo es una porción natural e inseparable del marxismo, de la teoría y la práctica del socialismo científico.”

A veces, por razones tácticas, los comunistas le restan importancia a su ateísmo. Nikita Khrusch­chev, al preguntarle una delegación visitante de socialistas franceses: “¿Hay que ser ateo para ser comunista?” contestó: “Si, hay que ser ateo, pero algunosde los camaradas son ateos en el partido y creyentes en sus casas.” Los comunistas
chinos no son tan flexibles.

George Fitch, que pasó 80 años en China y prestó servicios durante muchos años como secre­tario de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA), visitó el cuartel general comunista en Yenan en 1940. El informa sobre la respuesta que recibió, tanto de Mao Tse‑tung como de Chou En‑lal, cuando preguntó si un cristiano podía ingresar en el Partido Comunista: “Cuando les pregunté si auspiciábamos la apertura de un local de la Asociación en Yenan y enviábamos una secretaria adiestrada para este trabajo, ¿podría tal persona (que serla cristiana) llegar a ser miembro del Partido Comunista, si le pareciera deseable hacerlo?” Tanto Mao como Chou respondieron que la persona tendría que declararse atea para que se le admitiera como miembro.” (Mis Ochenta Años en China, página 172).

Como la mayoría de las ideas, el ateísmo tiene consecuencias. La negación de la existencia de Dios elimina todos los valores y principios morales que provienen de Dios. Suprime las normas absolutas del bien y del mal; de lo bueno y lo malo. Degrada los códigos de moral que alegan el origen divino. Así, los Diez Mandamientos se reducen a un conjunto de normas destinadas a armonizar las relaciones dentro de una tribu nómada. La humani­dad queda abandonada y sola en un ambiente cruel y confuso. sin brújula, y en el que el más fuerte deriva el derecho del poderío.

El ateísmo desvaloriza la vida humana. La reduce a un absurdo accidental breve sin sentido ni propósito. Suprime la continuidad y lo venidero, sin lo cual la vida tiene poco valor.

La relación entre la continuidad y el valor de la vida ha sido reconocida por los hombres considera­dos a través del tiempo de que se tiene memoria. San Pablo declara: “Si sólo mirando a esta vida tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres.” (Primera Epístola a los Corintios, Capítulo 15, Versículo 19). Y traza las consecuencias éticas con este consejo: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.; ; (Igual texto citado, Capí­tulo 15, Versículo 32).

El poeta Tennyson lo expresa: “El don de mi vida me dice ésto, que la vida durará eternamente. De lo contrario, la tierra es obscuridad en su centro, y todo lo que existe no es sino polvo y ceniza.”

Stephen Kelman, en su libro “El Impulso se Convierte en Empujón”, describiendo los años locos de revolución en Harvard, relata cómo los estudian­tes se sentaban toda la noche a discutir la certidum­bre triste de que la arbitrariedad de la muerte hacía fútil y vacía toda la actividad humana.

El ateísmo elimina la racionalidad y el propósi­to de la existencia humana. La meta de la existencia se vuelve como la descrita por Shakespeare como la séptima edad del hombre: “Sin dientes, sin ojos, sin el sentido del gusto, sin todo.” Una visita a un hogar de descanso para ancianos y enfermos mostrará el futuro que ofrecen los ateos.

El ateísmo es ineludiblemente pesimista. Esto continúa siendo verdad a pesar de las promesas brillantes que el comunismo hace para el futuro. Estas promesas se aplican a alguna abstracción colectiva, tal como la sociedad o la humanidad, mientras que al individuo no le queda sino un futuro de artritis, arteriosclerosis, ancianidad y muerte.

Como optimista incurable, que cree que la vida es continua y que a los que esperan en Cristo les espera un futuro glorioso, encuentro aborrecible y repugnante el ateísmo del comunismo.

Me doy cuenta de que hay quienes consideran insignificante y falto de importancia el ateísmo del comunismo. Algunos anti‑comunistas aceptan y aseveran el ateísmo. Esto es comprensible, puesto que hay razón amplia para que los ateos que valoran la libertad personal se opongan al comunismo por razón de las demás características objetables men­cionadas antes.

Para mí, no obstante, el ateísmo del comunis­mo es fundamental a mi oposición. Mi conflicto con el comunismo empezó porque percibí una incom­patibilidad inherente entre la fe cristiana y el ateísmo militante. La cristiandad afirma que Dios existe; que Dios crea, ama y redime. El comunismo asevera que no hay Dios. Si la enseñanza de la cristiandad es correcta, la del comunismo es erró­nea. No puede haber transigencia sobre ésto.

El cristianismo y el comunismo son incompati­bles como doctrinas. El hecho de que los regímenes comunistas puedan algunas veces permitir activida­des cristianas limitadas, no afecta esta incompatibi­lidad doctrinal.

EL MATERIALISMO

El materialismo es afín con el ateísmo, pero no idéntico a él. El materialismo del comunismo fué declarado sucintamente por Mao Tse‑tung en su libro titulado “Sobre la contradicción”: “No hay nada en el mundo excepto la materia en movimien­to” (Edición de Foreign Languages Press, Pekín, página 16).

Si esto es verdad, el hombre es totalmente material y puede describírsele por completo median­te los procesos naturales que investigan la química y la física. El hombre estaría privado de cualquier sustancia espiritual, de cualquier continuidad de la vida. La idea de un futuro no material se convierte en absurdo. Toda razón para la propia limitación se suprime. En las palabras del anuncio de una cerveza: “Sólo se vive una vez, de modo que mejor obtenga todo el gusto que pueda.”

El convencimiento de que el hombre es una máquina física, susceptible de que se le describa por completo a través de las leyes de la química y la física, abre la puerta a los programas de ingeniería humana. La comprensión de las leyes físicas que funcionan dentro del cuerpo humano y sobre él, permitirán que se produzcan los cambios deseados. De este modo, el ingeniero humano informado y hábil puede crear un tipo de ser humano deseado.

El programa del comunismo es un vasto trámite de ingeniería destinado a crear máquinas humanas mejoradas. Se alega que estas máquinas trabajarán constantemente de modo productivo, experimentan­do un sentimiento de felicidad al hacerlo. Estas máquinas cooperarán universalmente y se elimina­rán todos los elementos de conflicto. En esa forma prevalecerá una civilización de máquinas armonio­sas.

Naturalmente, la ley del desuso funcionará con respecto a las máquinas individuales. Cada una de ellas se desgastará en un espacio de tiempo relativamente corto y la sustituirá otra máquina semejante o aún mejor, creada por medio de los trámites reproductivos y de ingeniería.

No se concibe ningún proyecto de ingeniería sin un ingeniero. La firma de ingenieros para este proyecto es el Partido Comunista. Mediante algún proceso aún no explicado e incomprensible, el Partido Comunista se convierte en el instrumento de las fuerzas materiales que determinan el futuro de la humanidad. Esto les da el privilegio y la responsabi­lidad de llevar a la práctica los programas que perfeccionarán las máquinas restantes.

Resulta extraordinariamente difícil describir es­te trámite en términos meramente materiales. Las ideas abstractas, como el propósito, la convenien­cia y la responsabilidad se inmiscuyen de continuo en la discusión.

Puede argumentarse persuasivamente que la visión comunista del papel económico e histórico del Partido Comunista es, en s( mismo, un repudio de la doctrina del materialismo. La filosofía comu­nista es una tentativa elaborada para escaparse de los cuernos de este dilema. Para reclutar a los inteligentes, las racionalizaciones deben ser com­plicadas. Esto fué logrado por Karl Marx cuando combinó ciertas características de la Dialéctica Hegeliana con el materialismo, a fin de crear la filosofía que se conoce por “Materialismo Dialécti­co” Con ellos agregó un elemento de misticismo al materialismo. Puesto que la dialéctica predicaba el progreso y el propósito, esto permitió a los comu­nistas inteligentes dedicar sus energías y sus vidas a la creación del futuro deseado sin un sentimiento debilitante de irracionalidad y futilidad.

La historia del comunismo es un repudio claro de la doctrina comunista del materialismo. Es una prueba viviente de que existen otras cosas además de la materia en movimiento. ¿Dónde se hallaría el movimiento comunista sin sus ideas de unificación, sus cálculos fríos y su heroísmo que lleva a la propia inmolación?

INFANTICIDIO ESPIRITUAL

Los niños ocupan un lugar único en la cristian­dad. Jesús tomó a un niño pequeño y dijo: “Dejad que los niños se acerquen a ml y no se los prohibáis, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Evangelio de San Marcos, Capítulo 10, Versículo 14).

El comunismo prohíbe que los niños se acer­quen a Jesús. Lo hace sustrayéndoles el derecho de oír las buenas nuevas, el Evangelio. La constitución de la Unión Soviética permite “la libertad de cultos religiosos y la libertad de propaganda anti‑religio­sa.” Esto se interpreta como que permite a los creyentes de mayor edad el dar culto, pero no el evangelizar. A los niños se les enseña ateismo en las escuelas. Tal instrucción empieza en la pre‑pri­maria y continúa durante todos los cursos escola­res. Me consternó el saber que se dedica más tiempo en los cursos de medicina de la Unión Soviética al estudio del Materialismo Histórico y Dialéctico que al de la Química Orgánica.

En la China Comunista se enseña a leer a los niños por medio del estudio del “Pensamiento de Mao Tse‑tung.” Se les adoctrina mediante la lectura del “Librito Rojo.” Hay algo horripilante en que las vocecitas repitan a coro máximas tales como: “El poder político se deriva del cañón de una arma de fuego.”

En la Unión Soviética se permite que funcionen abiertamente unas pocas iglesias. La más famosa de ellas es la Iglesia Bautista de Moscú. Dichas iglesias, sin embargo, sólo atienden al culto de los creyentes. No se les permiten servicios evangélicos ni actividades juveniles. No hay escuelas dominica­les. El convertir a un niño a Cristo es una actividad delictuosa punible con encarcelamiento. Reciente­mente se encarceló a un sacerdote de Lituania porque enseñaba el catecismo a los niños y los bautizaba.

Las presiones sociales auxilian a las leyes para asegurar que se críe a los niños como pequeños ateos. A cualquier niño que profese una fe religiosa se le impide adelantar escolásticamente y sus iguales se burlan de él. La aprobación de los iguales es una fuerza poderosa en la vida de los jóvenes.

Afortunadamente, hay padres creyentes y vale­rosos que insisten en transmitir a sus hijos el mensaje de Cristo a pesar de las consecuencias. La mayoría de éstos son miembros de la iglesia no inscripta o “subterránea.” La mano fuerte del estado autoritario ateo cae pesadamente sobre quienes eligen obedecer a Dios y guiar a sus hijos hacia Jesús. Muchos de ellos están actualmente encarce­lados o recluidos en instituciones psiquiátricas.

En la China Comunista subsiste un mero vestigio residual de cristianismo organizado. La Gran Revolución Cultural destruyó la mayor parte de las comunidades cristianas practicantes. Se permi­ten pequeñas reuniones eclesiásticas para los ex­tranjeros que están en China por razones diplomáti­cas o semejantes.

La Albania comunista alega haber logrado el objetivo ‑ el estado totalmente ateo. Sostiene que todos los vestigios de la religión se han suprimido por completo.

Para cualquier cristiano que tome en serio los mandamientos de Cristo, la situación actual de los niños en todo el mundo es causa de consternación. Hay por lo menos cinco niños en las escuelas comunistas a quienes se les enseña ateísmo siste­máticamente, por cada niño en alguna escuela, protestante o católica, gubernamental o parroquial, diaria o dominical, que esté aprendiendo algo del mensaje de Cristo.

Jesús empleó palabras enérgicas en lo tocante a quienes descarriaran a los niños. Dijo: “Al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en Mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y que lo arrojaran al fondo del mar.” (Evangelio de San Mateo, Capítulo 18, Versí­culo 6).

¿Cuán importantes son para nosotros las ense­ñanzas de Cristo? ¿Cuánto debería preocuparnos la vida y el destino de los niños? Hablando en una reunión anti‑comunista en el Madison Square Garden de New York en 1962, Pat Boone dijo: “Tengo cuatro hijas encantadoras. Mejor querría verlas hechas volar al cielo por una bomba atómica que llevadas al infierno por la enseñanza de los comunistas.”

Estas son, ciertamente, palabras enérgicas. ¿Cuántos padres pueden decirlas con sinceridad? Sin embargo, nuestra reacción a esta declaración es una medida de la sinceridad de nuestra fe cristiana.

Es importante diferenciar entre el comunismo y los comunistas. El comunismo es falso, monstruo­so y maligno. Es el padre de la guerra, la dictadura, el monopolio, la esclavitud, el exterminio de las clases, el imperialismo y el infanticidio espiritual. No hay otra actitud concebible para el cristiano genuino hacia el comunismo que la oposición sin tregua.

Los comunistas son las víctimas principales del comunismo. Debemos amarlos. Es aceptable el asociarse con ellos bajo determinadas circunstan­cias y aún el dialogar con ellos. A muchos de ellos puede llevárseles a ver los errores de sus doctrinas y de las prácticas resultantes.

Es trágico que el amor hacia los comunistas conduzca a la tolerancia hacia el comunismo. Este peligro se halla presente en ciertas secciones de la Iglesia Cristiana hoy. Hasta en algunas iglesias evangélicas no está de moda el manifestarse en contra del comunismo.

LA IDOLATRIA

El hombre es un ser que rinde culto. Nace en un ambiente que estimula la curiosidad y el temor reverente. Este mundo es, verdaderamente, un lugar maravilloso. Los filósofos raciocinan que todo acertó a suceder, pero la mayoría de las personas parece tener un sentido innato de que la Inteligencia Creadora está en el centro de la existencia; que existe un Dios a quien debe rendirse culto.

Los comunistas son seres humanos. Sus doc­trinas cierran la puerta al culto de adoración del Dios inteligente y creador, de modo que crean ídolos con los que sustituyen a Dios. Tres de ellos son: 1) El dirigente; 2) el Partido; y 3) La Historia.

El Dirigente:

La doctrina comunista, particularmente el Ma­terialismo Histórico, resta importancia al dirigente; la práctica comunista lo exalta. El panteón comunis­ta comprende a los mortales endiosados: Marx, Engels, Lenin, Trotslcy, Stalin y Mao Tse‑tung.

Se emplean todas las técnicas características del culto religioso para fomentarla adoración de los (dolos comunistas. La sosegada revista comunista, LOS VECINOS DEL NORTE (NORTHERN NEIGH­BORS), informa en su edición dp Abril de 1975 que:

“El mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú ha sido visitado por más de cien millones de personas, mucho más que cual­quier santuario religioso; aunque se abrió formalmente sólo en 1924. El año pasado se reconstruyó totalmente el bello edificio y ahora resulta más impresionante que nunca.

“Hoy, 105 años después de su nacimiento, más personas leen a Lenin que a cualquier otro autor vivo o muerto. Según la Organización de las Naciones Unidas, las ventas de las obras de Lenin han sobrepasado a las de la Biblia, que anteriormente no tenla competidor cercano.” (Página 10).

Durante sus vidas, incontables sacerdotes co­munistas entonaron palabras de alabanza equivalen­te a la adoración sobre Stalin y Mao Tse‑tung, mientras que cientos de millones se inclinaban ante ellos. Los sacrificios humanos en honor de ellos eran rutinarios.

Aún la adoración rendida a Hitler en Alemania no podría igualar la concedida a Stalin en la Unión Soviética. Solzhenitsyn nos cuenta este relato tí­pico:

“Stalin apareció ante una reunión de los fieles. A la terminación de su declaración oracular, la audiencia se puso en pie y aplaudid ruidosa­mente. Nadie se atrevió a ser el primero en dejar de aplaudir, porque todos sabían que la NKVD vigilaba, de modo que el aplauso continuó indefinidamente. Por último, el alcalde se desmayó de agotamiento y se sentó. Poco después lo arrestaron.”

Los (dolos tienen un apetito voraz de carne humana.

El Partido Comunista:

Los comunistas idolatran también al Partido Comunista. Se le otorgan los atributos de la deidad. Lenin describía al partido como “la mente, la moral y la conciencia de nuestra época.” La advertencia de San Pablo: “Que el espíritu que esté en vosotros sea el mismo que está igualmente en Cristo Jesús”, se convierte en: “Que el espíritu que esté en vosotros sea el del Partido Comunista.” El comu­nista debe creer lo que crea el partido, pensar lo que piensa el partido y juzgar como juzgue el partido. El veredicto del partido es también la determinación del bien y del mal. Si el partido decide que debe torturarse y exterminarse a un grupo de personas, esa es una acción justa y moral. Cuando Mao Tse‑tung y los triunfadores de la lucha por la dirigencia del Partido Comunista Chino decidieron que el antiguo dirigente, Liu Shao‑chi, habla sido un capitalista infiltrado en el Partido Comunista duran­te 30 años y que era “un montón de basura podrida,” millones de comunistas en China y en todo el resto del mundo aplaudieron. Cuando la clase dirigente del Partido Comunista Chino decidió que Lin Piao, en otro tiempo el más cercano compañero de armas de Mao y su sucesor designado, era un capitalista decadente y discípulo anti‑comunista de Confucio, millones de personas modificaron sus opiniones sin dificultad. La razón está en el andamio.

Fué la adoración del ídolo, el Partido Comunis­ta, lo que permitió a Stalin cometer sus crímenes monstruosos. El Partido Comunista había elevado a Stalin a su posición dirigente. Sus veredictos se hallaban revestidos de la autoridad y el prestigio del Partido Comunista. Los comunistas sinceros, que creían en la infalibilidad del partido y que le eran absolutamente fieles, se vieron abrumados por un conflicto mental y una confusión moral intolerables cuando el partido los calificó de traidores. Como resultado, sus voluntades se paralizaron y no ofrecieron resistencia a sus torturadores y ejecuto­res.

La Historia:

El comunismo personifica y endiosa a la Historia. Trata a la historia como a un creador con un propósito. Los comunistas se llenan de orgullo jubiloso al pensar que están dirigiendo la corriente de la Historia. La “voluntad de la historia” lo justifica y glorifica todo.

Esta actitud se basa en una asunción falta de pruebas, un articulo de fe pseudo‑religioso. Se asume que los propósitos de la historia son benig­nos y que producen el bienestar y la felicidad universales.

Esta presunción es contraria a las enseñanzas de Cristo y al peso abrumador de la evidencia científica. El “Club de Roma” ha empleado métodos científicos para vaticinar un futuro sombrío para la humanidad. Por todos lados escuchamos sobre el hambre y el desastre ambiental próximos. Libros tales como “La Sacudida Futura” se venden por millones. El principal científico 4nédico australiano, Sir Macfarlane Burnet, informa que conoce sola­mente a un científico notable que se sienta optimis­ta acerca del futuro de la humanidad.

Jesús enseñó: “Oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis, porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrán hambres, terremotos y plagas en diversos lugares. Todo esto es el comienzo de los dolores.” (Evangelio de San Mateo, Capítulo 24, Versículos 6 a 8).

En medio de todo esto, los comunistas siguen felizmente, justificando toda brutalidad actual con el alegato de que están sirviendo a la causa de la historia. A los que se alega que actúan contra la corriente histórica se les condena sin juicio. Como me escribió un comunista joven

“Se mostrará que los comunistas están al lado de la historia. Los reaccionarios (como lo son Uds.) con el tiempo se mostrará que son reliquias del pasado y obstáculos para el progreso. El mundo está cambiando, comienza a existir un nuevo sistema social, producto de la necesidad histórica. Va a ocurrir, indepen­dientemente de vuestra voluntad o la de cual­quier otro. Uds. desdeñan el mundo de los grandes eruditos, Marx, Engels y Lenin. Quizás si Uds. se tomaran tiempo para leerlos con seriedad, comenzarían a comprender lo que es la necesidad histórica, por qué vino el cristia­nismo a existir y de qué modo no es más que una creación de las circunstancias de la época y que, junto con el sistema capitalista, está desapareciendo. El trabajo de Uds. es reaccio­nario, infructuoso. Es aún más que eso: Está envenenando las mentes de los jóvenes con quienes Uds. entran en contacto; envenenando sus mentes con ideologías pasadas de moda, mitos y esperanzas falsas. Sería mejor animar a los jóvenes a estar al lado de la historia y del progreso, en vez de volverse 'mohosos' con las ideas reaccionarias. Esa es la razón por la que no puedo contribuir a fomentar vuestro 'traba­jo.' Vuestro 'trabajo' está obstruyendo el ade­lanto del desarrollo de la historia. Pero no lo detendrá. Estoy escribiendo esto para hacerle saber que hay muchas personas que no están de acuerdo con el 'trabajo' que Uds. desarro­llan, y esperan que algún día llegará a su fin. No puedo darles mi nombre y dirección, porque vivimos en un sociedad en la que las personas no son libres de creer lo que deseen y expresar sus puntos de vista abiertamente sin temor a las represalias.”

Le contesté lo siguiente:

“Le agradezco sus comentarios animadores referentes a la eficacia de mi trabajo. Puede que Ud. tenga razón al alegar que los comunistas están al lado de la historia. Cristo enseñó que este mundo llegaría a un fin malo, y eso puede lograrse mediante el triunfo del comunismo. De ser éste el caso, es bueno tener su seguridad de que el trabajo de la Cruzada está obstaculizan­do esta consumación espantosa. No hay razón para que las personas Inteligentes y compasi­vas deban trabajar para ayudar a las corrientes históricas. La historia funciona para la muerte de todos los individuos. Puedo imaginarme al diablo tentando a un médico: 'Tu trabajo está tratando de desvirtuar la marea de la historia. Es inútil. La muerte triunfará al final.' La mayoría de los médicos permanecerían conven­cidos de que su trabajo, encaminado a estorbar y demorar la victoria de la muerte, valla la pena.

“Cualquier cosa que ocurra en la historia de este mundo, Cristo le ofrece una vida continua y gozosa si Ud. confía en El.”

Mi esperanza descansa en el Cristo que con­quistó la muerte y que ha prometido: “Vendré otra vez.”

Creo que el relato anterior de las doctrinas y el expediente del comunismo hacen obligatorio que cada persona que sienta compasión hacia el sufri­miento, se halle en contra del comunismo.

Publicado por her_ns para Grandes Esperanzas

SALUDOS HERNAN EXCELENTE NOTA HH

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