jueves, 10 de abril de 2008

ANÁLISIS DE LOS «PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN»



POR EL DOCTOR WICHTL


El traductor y editor alemán Gottfried Zur Beek dice que la autenticidad de estos Protocolos nunca ha sido puesta en duda por los judíos ni los francmasones, pero que las primeras ediciones de la traducción de Nilus y del H. Butmi, han sido, en su mayor parte, compradas y detruidas por los judíos.

¿Qué ha sucedido después de la primera trascripción hecha por Nilus? La guerra mundial y el derrumbamiento de los tronos de Rusia, Austria-Hungría y Alemania, el caos preparado por los francmasones comunistas, del cual debe salir la Liga de la Humanidad proyectada desde hace 200 años, bajo la dirección masónica judía aparece hoy con una claridad terrible, por lo que deben tenerse muy en cuenta estos Protocolos de los Sabios de Sión.

El que no esté ciego puede ver cómo los judíos han comenzado la lucha para conseguir la hegemonía mundial, y los Sabios de Sión no hacen más que sentar un hecho, al decir en sus discusiones confidenciales:

“Nosotros (judíos) estamos animados de una ambición invencible, de unas ansias ardientes, de un rencor implacable y de un odio inextinguible.”



Los principios que quieren emplear, para realizar su dominación mundial, no son nuevos para los iniciados, pero es necesario que todos los no judíos los conozcan:

“Todo el que quiera gobernar debe recurrir al disimulo, al engaño, a la malicia y al disfraz. Las más altas cualidades morales —franqueza, probidad y honorabilidad—son los únicos escollos del arte de la política, puesto que ellas precipitan de los tronos a los mejores hombres, mientras que el enemigo se sirve de medios diferentes y ver­daderamente eficaces.”



Los judíos, entre ellos, están de acuerdo en que la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad no son más que palabras vanas propias para ilusionar y perturbar a los pueblos cristianos, los cuales forzosamente tienen que amoldarse y por lo tanto quedar bajo la dependencia completa de los privilegios (monopolios) judíos. Declaran con toda franqueza:

“Nosotros (los judíos) hemos inoculado a los organismos de los Estados, el veneno de la libertad; hoy (1897), a todos les ha atacado una enfermedad mortal: tienen infec­tada la sangre. No nos queda más que esperar la última convulsión de la agonía.”



En el imperio judío no quedará, naturalmente, ni rastros de libertad del derecho de los gentiles:

“Nosotros (los judíos) sabremos impedir que de las filas de los gentiles puedan salir personalidades de talento, y si tal ocurriera y las masas que nosotros dirigimos les prestaran oídos, nosotros haremos que en la primera ocasión, ellas mismas los desacrediten.”



Dicen sin circunloquios, que su dominación será el régimen del terror:

“Nuestro imperio que, está fundado para conquistar pacíficamente, debe sustituir a los horrores de la guerra castigos menos duros, para que sean tan eficaces; debe establecer el reinado del terror, para de este modo obligar a todos a una obediencia ciega y absoluta.”



Las bases de la hegemonía mundial judía radicarán en las guerras económicas:

“Empujaremos a los obreros a que cada vez tengan mayores exigencias en materia de salarios. Pero cuando las consigan, no alcanzarán con ello ningún provecho, puesto que, al mismo tiempo aumentaremos los precios de todo lo que les sea necesario para la vida.

Socavaremos profunda y hábilmente las bases de la producción de la agricultura, empujando a los obreros a la anarquía y a la embriaguez.

Incitaremos a los gentiles, para que hagan grandes gastos que no sean proporcionados a sus rentas y les hagan llevar una vida de lujo.”



En todas las páginas de los Protocolos de los Sabios de Sión se ve la inspiración de las logias fracmasónicas. Véase un pasaje significativo:

“Se sobreentiende que nosotros (los judíos) seremos los únicos que dirigiremos la actividad de la francmaso­nería, sin permitir que nadie se mezcle en este asunto. Somos los únicos que conocemos la finalidad hacia la cual marchamos solos, nosotros somos los que sabemos cuándo terminará su actuación. Por el contrario, los gentiles no tienen la menor noción de estas cosas.”



También nos enteramos por boca de los mismos Sa­bios de Sión, que protegen e incitan todos los desórdenes que se producen en el mundo:

“Si el mundo está atormentado por desórdenes, quiere decir que nosotros (judíos) debemos excitar esos desórdenes para deshacer el armazón poco sólido de los Estados de los gentiles. En cuanto se produce en alguna parte una conspiración puede estarse seguro que a su f rente se encuentran algunos de nuestros buenos servidores.”



También tratan de asuntos de guerra, y entre ellos ci­tan la guerra mundial en 1897:

“En el momento que un Estado gentil se permita hacernos la menor resistencia, nos es necesario estar en disposición de arrastrar a su vecino, para que le haga la guerra.

Pero si por otra parte, los vecinos quieren hacer causa común con él, y ponerse en contra, entonces, desencadenaremos la guerra mundial.”



En otro lugar dice:

“Podemos reducir a pocas palabras nuestro plan para humillar a los Estados gentiles. Probaremos nuestro poder con uno de ellos, por medio del terrorismo y el asesinato.”



Tratan también de asesinatos de príncipes:

“En algunas ocasiones serán muy convenientes los asesinatos de altos dignatarios, seguros de que siempre los autores actuarán como borregos ciegos, sacados de los rebaños de que disponemos, gente a la que es facilísimo alucinar a fuerza de discursos con sentencias extremistas, siempre que, en la forma, se les revista de apariencias políticas.

Cuando lleguemos por fin a la dominación judía universal, estaremos muy alerta para que no puedan realizar ninguna conspiración, haremos ejecutar a cualquiera que intente tomar las armas contra nosotros o levantarse contra nuestro poder. Cualquiera organización secreta que trate de establecerse será igualmente condenada a muerte. Las sociedades secretas que existen en la actualidad (Logias francmasónicas) que conocemos perfectamente, por los grandes servicios que nos han prestado y siguen prestándonos, quedarán disueltas por nosotros. Sus miembros serán expatriados y confinados fuera de Europa. Tendremos que actuar en esta forma, sobre todo con aquellas logias no compuestas por judíos y que estén al tanto de nuestros secretos; los exceptuados de esta medida deben pensar constantemente que cualquier falta que cometan será castigada con el destierro. Pero no solamente se trata de ataques contra los tronos de Europa: cualquiera, sea el que fuere, que se atreviese en nuestro camino (de los judíos) o trate de ponernos obstáculos, debe correr la misma suerte; su muerte será... fulminante.”



Refiriéndose a este mismo objeto, en los Protocolos de los Sabios de Sión, dicen textualmente:

“En las logias francmasónicas practicamos los castigos en tal forma, que ninguno de nuestros correligionarios puede suponérselo, ni siquiera el que condenamos: todos mueren cuando es preciso que mueran, y casi siempre de una muerte en apariencia natural. (Sesión 16, pág. 114 de la traducción alemana.)”



Las notas siguientes nos demostrarán la seguridad que tienen los judíos del dominio del mundo que sus profetas les han prometido:

“Nosotros (judíos) estamos seguros de conquistar todos los pueblos, para la organización de un nuevo Estado, cuya idea se cierne a nuestro derredor desde hace mucho tiempo. Por eso debemos antes de nada estar seguros de que podremos disponer de jefes capaces de lanzarse a la conquista de nuestro objetivo, con una fuerza de inteligencia y astucia extraordinaria (es decir, con cualidades tales, como las de un Lenin y un BelaKun, un Kurt Eisner,etc., etc.).La revolución debe estallar simultáneamente en todos los países.”



También el comunismo nos invita a algunas reflexiones.

Los Sabios de Sión en sus reuniones se entretienen en ponderar el talento de los gentiles, a propósito de su idea de “nivelación social”, esta idea que está en contraposición con las leyes naturales:

“ Pero... ese es el toque de clarín con que hemos de llamar a las masas, para enloquecer los pueblos gentiles y hacerles que no se entiendan entre sí, y poder llegar al caos universal. Entre los gentiles, hay que lanzar las masas unas contra las otras, a la anarquía, a la desesperación, a fin de que ellas mismas se vean obligadas a ofrecer la dominación universal a los judíos.”



¡Ved lo que pretenden los sionistas! El sionismo no es un movimiento nacional judío que tiene por objeto reunirles a todos en un Estado judío que se crearía en Palestina; esta es la opinión corriente, pero no es la cierta. El Estado judío de Sión sólo servirá para que en él se refugien esa gran cantidad de judíos pobres que existen y sobre todo los de Rusia. Además, este Estado judío será como el patrimonio de los «Amos del mundo».

Por increíble que nos parezca debemos creer, puesto que los Sabios de Sión nos lo afirman:

«ningún Estado debe en lo sucesivo disfrutar de tranquilidad interior para robustecerse. De aquí que haya que lanzar una clase contra otra, glorificar los crímenes políticos, despreciar la justicia, corromper sistemáticamente al pueblo, desprestigiar a los sacerdotes de los gentiles a los ojos de las masas y ridiculizar la fe cristiana».



Y nótese bien: siempre se trata de la fe cristiana, jamás de la fe judía.

Una gran parte de las decisiones tomadas por los iniciados, en el Consejo secreto de Basilea en 1897 están en vías de ejecución. El asesinato de la emperatriz de Austria Isabel, por el anarquista Luccheni (1898); el asesinato del archiduque heredero Francisco Fernando, por los francmasones servios (1914); la gloriosa revolución (?) del 9 de noviembre de 1918; los esfuerzos continuos de los judíos para establecer por su propia cuenta el caos y la más completa anarquía a instaurar en el momento preciso su hegemonía universal.



Unas palabras sobre los espartaquistas. Pertenecen a la orden de los Iluminados, fundada hacia fines del siglo XVIII por Weishaup, que se tituló con el nombre secreto de «Spartacus» La orden de los Iluminados era una sociedad secreta que se proponía imponerse a la Francmasonería; todo iluminado era francmasón, pero no todo francmasón era iluminado. Esta orden fue prohibida en Baviera, por causa de ciertas intrigas peligrosas para el Estado en 1785, pero volvió a resucitar en el siglo xIx y tenía su centro en Dresde. A la nueva orden de los Iluminados pertenecía también el judío Axelrod, el doctor Karl Lienecht y la famosa Rosa Luxemburgo, que frecuentaban mucho los centros de los iluminados. Los papeles encontrados en septiembre de 1918, en las casas de algunos espartaguistas, demostraban que se había proyectado, y quizás proyecten todavía realizar grandes matanzas como en Rusia. Las sociedades secretas judías han encargado a sus hombres de confianza el preparar listas con todos los alemanes sospechosos de ideas monárquicas, a fin de suprimir los obstácu­los que pudieran presentar para la revolución anárquica proyectada. La lista de esos hombres beneméritos casi todos de la patria alemana existe y ha sido leída en una reunión secreta judía, en la que los oradores han empleado para sus discusiones la lengua hebraica. (Protocolos, página 79 de la traducción alemana.)

Pero la situación es todavía peor en Rusia. En este país, cuatrocientos cincuenta y siete bolcheviques consiguen que reine el terror, de ese número cuatrocientos vein­tidós son judíos, la mayor parte de los otros son presos escapados de sus prisiones. (Ibid., pág. 178.) Al H.:. Lenin (Ulianoff Zedernbaum) pertenecía desde antes de la guerra a una logia secreta de Suiza (Braunstein) y el H.:. Radek (Sobelsohn , pertenecían al mismo club de conspiradores y también debía serlo el H.:. Fritz Adler. Lenín es judío a pesar de sus negativas.



Los judíos se enorgullecen de haber implantado el bolchevismo en Rusia, así, el judío M. Kohen, escribe en el periódico Der Kommunist publicado en Charkow, Rusia, el 12 de abril de 1919:

“Puede decirse sin exageración, que la gran revolución social rusa ha sido obra de los judíos y que éstos no sólo han dirigido el movimiento, sino que han ayudado a la causa de los Soviets. Los judíos podemos estar tranquilos mientras la dirección suprema del ejército rojo está en manos de León Trotzky. En el Hammer («El Martillo») de Leipzig, n.° 424, febrero 1920.”



En lo que se refiere a Hungría, está reconocido que los obreros húngaros desde 1914 exigieron en un Congreso que celebraron que los jefes socialistas procedieran de las logias fracmasónicas, que es otra prueba que demuestra que en Polonia dirigían también los fracmasones. Estos lo prometieron pero no se sabe si cumplieron su palabra. (Doctor Hans Eisele, Bilder aus dem Kommunistichen ungarn, editada en el Tirol de Innsbruck, 1920, pág. 6.)

El 22 de marzo de 1919, se estableció la República Húngara de los Consejos; sus jefes eran francmasones, tales como el ministro de Instrucción, II.. Kunsi (debe leerse Kohon); el H.:. Iaszi, ministro nacional de los Consejos; el H.:. Agoston Peter; el H.:. Lukazs, hijos de un millonario judío de Budapest; el H.:. Dienner Denes Zoltan, y sobre todo, el H.:. Bela Kun (debe leerse Kohon), criminal de primer orden, que todavía goza de la protección del Gobierno austríaco.

El H.:. Ernest Freymann, alemán, asegura que en el fondo la francmasonería tiene una tendencia puramente comunista. Esto lo asegura en un escrito que titula: Auf Den Pfaden der Internationalem Freimaureri («En el sen­dero de la F.:. M.:. Internacional»), pág. 3.

El Gobierno de los Consejos estaban compuesto de judíos, véanse los nombres, de los más conocidos: el sanguinario Tibor Szannuely; el presidente del Consejo Alexan­dre Garbai (Grümbaum); Bostanzi (Bienenstock), por el Ejército; Ronay (Rosenstengel), por la Justicia; Varga (Wichselbaum), de Hacienda; Vince (Wesinstein), por la capital; Moritz Eddelyi (Eisentein), por la Alimentación; Bela Vago (Salzberger), y Bela Viro (Bienenstock, n.° 2), por la Policía; todos son judíos; sólo Oskar Czerny preten­día que no lo era, pero estaba acreditado como asesino y ratero, por lo que se le consideraba digno de poder figurar en el Gobierno de los Consejos. También Nik, jefe supremo de la policía, era un asesino y ladrón y podría decirse lo mismo de los seis mil guardias de Lenín, como del mismo BelaKun.

Los ciento treinta y cuatro días del reinado de los comunistas en Hungría causaron en su país daños enormes y unos cuantos millares de víctimas inocentes que perecieron de manera horrorosa. Los agitadores judíos robaron oro, alhajas, piedras preciosas, por un valor de tres mil millones de coronas, que colocaron en sitio seguro; de los que ciento noventa y siete millones pasaron a Austria para propaganda. El comunista Tomann recibió cuatrocientas mil coronas; según puede probarse oficialmente. Se pudo apreciar que, inmediatamente de declararse la República de los Consejos en Hungría, apareció un llamamiento o proclama, titulado «Pueblo de Israel» en el cual se invitaba a los judíos a que tomaran posesión de toda Hungría en virtud de las promesas hechas por sus profetas. ¿Y no era muy significativo que cuando ponían banderas en los edificios no toleraban que se pusiese al lado de la roja de los revolucionarios, otra bandera que no fuera la azul y blanca de los sionistas?

Todo el mundo pudo presenciar el gran caos que profetizaban los Sabios de Sión en 1897. Estamos en el principio de la hegemonía mundial judía.

Para abrir los ojos a los que todavía duden sobre la conexión entre la francma­sonería, los sionistas, espartaquistas, comunistas y bolchevistas, insistamos para que no lo olviden en que llegará día en que la Sociedad de las Naciones izará la bandera azul y blanca del Estado judío (tres largas bandas horizontales, una azul en el centro entre dos blancas): esa será la orgullosa bandera de todos los pueblos que estarán sometidos al yugo de los judíos. ¡Desgraciados de nosotros, pobres vencidos, a los que se nos impondrá la humillación después de la derrota!




SEMEJANZA ENTRE «LOS PROTOCOLOS» Y LA SOCIEDAD ACTUAL



Los discursos de los rabinos en 1880 y 1901, particularmente, y los Protocolos de los sabios de Sión en 1897, nos dan las fórmulas secretas de una intoxicación lenta al principio, pero después fulminante.

Véase el siguiente documento procedente del Comité Central de la Sección de San Petersburgo de la Liga internacional israelita, publicada en la Revue Internacionale de Sociétés Secrétes, t. IV, pág. 203:

(Reservado.) — A los representantes de todas las ramas de la Liga:

«¡Hijos de Israel! La hora de nuestra suprema victoria se aproxima; nos encontramos en el umbral del dominio del mundo. Lo que para nosotros antes era un sueño, está a punto de realizarse. Éramos débiles e impotentes pero la catástrofe mundial nos transforma, y gracias a ella podemos levantar la cabeza con orgullo.

»No obstante, debemos de ser prudentes; casi seguramente podemos profetizar que después de haber pisoteado y aplastado altares y tronos, podemos seguir avanzando por el camino que nos hemos trazado.

»La autoridad de la religión y de las doctrinas extrañas, que tanto éxito hemos propagado, puede exponernos a críticas y burlas violentas. Pero de todos modos hemos conseguido conmover la cultura, la civilización, las tradiciones y los tronos de las naciones cristianas. Hemos hecho todo lo humanamente posible para someter al pueblo ruso al yugo del poder judío y finalmente le hemos obligado a prosternarse ante nosotros.

»Ante nuestro modo de ver, nuestra obra está casi acabada; sin embargo, debemos mostrarnos muy prudentes, porque Rusia oprimida será siempre nuestra mayor enemiga. La victoria que hemos alcanzado gracias a nuestra superior intelectualidad puede volverse contra nosotros en las nuevas generaciones.

»Rusia está conquistada y clavada al suelo, agoniza bajo nuestros pies, pero no olvidemos nunca que, es necesario estar muy atentos y ser prudentes. El secreto sagrado de nuestra seguridad no puede aconsejarnos nunca el practicar ni la piedad ni el perdón. Es una necesidad el mantener al pueblo ruso en la miseria y el llanto. En cuanto sean nuestras sus propiedades y el oro les habremos reducido a la esclavitud.

»¡Seamos prudentes y callados! No tengamos ninguna piedad para nuestros enemigos. Debemos acabar con los mejores elementos del pueblo ruso, de forma que ese país no pueda encontrar jefes que lo dirijan. De este modo les quitaremos definitivamente la posibilidad de oponer resistencia a nuestro mando. Tenemos que provocar el aborrecimiento entre obreros y campesinos. La guerra y la lucha de clases destruirán todos los centros de cultura de los pueblos cristianos. ¡Pero, hijos de Israel, seamos prudentes y reservados! Nuestra victoria está próxima, porque nuestra potencia política, así como nuestra influencia sobre las masas, hacen rápidos progresos. Somos los amos de las finanzas y del oro, de casi todos los Gobiernos, y por consiguiente, somos los dueños de las Bolsas de los Estados. El poder está en nuestras manos, pero desconfiemos de los traidores y de los trabajos ocultos. Bronstein, Apfelbaum, Rosenfeld, Steinberg, son, entre muchos otros, verdaderos hijos de Israel. Tenemos sobre Rusia un poder sin límites. En las ciudades, los comisariados de abastecimiento, las ca­sas, etcétera, son nuestras, pero no os dejéis ofuscar por la victoria. Sed prudentes y desconfiados, pues, fuera de nosotros, no podéis contar con nadie.

»Acordaos que no debemos fiarnos del ejército rojo, que puede un día volver sus armas contra nosotros.

»Hijos de Israel, la hora de la victoria sobre Rusia, tan­to tiempo esperada, ya llegó. Cerrad vuestras filas, propagad la política nacional de nuestra raza. Combatid por nuestro ideal. Guardad con toda santidad las antiguas leyes que hemos heredado; que nuestra inteligencia y nuestro espíritu nos proteja y nos guíe.»



Este curioso documento lleva por fecha, diciembre de 1919. Se encontró en la cartera de un oficial judío llamado Zunder, que fue muerto en uno de los combates y mandaba el segundo batallón de Tiradores del ejército bolchevique, en la campaña contra Polonia, ejército que estaba dirigido por Weigand, famoso general francés. Estaba escrito en hebreo y fue traducido al ruso y al inglés. Lo transcribo del texto inglés, que poseo. — Roger Lambelin.

¿Qué son, pues, los Protocolos, sino un plan de envene­namiento de las naciones, tan sutil como satánico, que con­siste en excitar, hábilmente, es cierto, todas las pasiones humanas, para conseguir poner en oposición al hombre con Dios y por lo tanto al hombre consigo mismo?

Es, al fin y al cabo, la primera traza del enemigo del género humano, cuando dijo a nuestros primeros padres: «Comed de esa fruta y seréis como dioses.» Sugestión y falta, que, como primera consecuencia tuvo la muerte de Abel por su hermano, manantial de un río de sangre que corre y correrá hasta el último día, pero que ha pasado por el Calvario. Exactamente igual que hacen los judíos: empiezan por ayudar al individuo y a las masas, ofreciéndoles libertades, derechos, una igualdad y una fraternidad completamente falsas, para irlas separando del verdadero Dios, y de las obligaciones que con El tienen, y para arrojarlas en la anarquía, y en fin, dominar en ella.

Los Sabios de Sión, puesto que son los Ancianos, los Sabios, o dicho con otras palabras, los hombres de experiencia —¡prevengámonos contra ellos!—: los Sabios de Sión fundan sus juicios de una doble comprobación, que desgraciadamente es muy exacta:



a) Es necesario fijarse en que el número de hombres con instintos perversos es mucho más grande que aquellos que tienen instintos nobles... Todo hombre tiene ansias de mando y de poder; a cada uno le gustaría ser un dictador... Y muy raros son aquellos que no consentirían sacrificar el bienestar de otros, por satisfacer sus ambiciones personales. (Primera Sesión.)



b) Para poder elaborar bien un plan, es necesario estar completamente convencido de que la flojedad, la falta de seguridad y equilibrio en las masas, es incapaz de comprender y respetar las condiciones de su propia existencia y de su bienestar... Que la fuerza de las masas es ciega, desprovista de razón y de discernimiento, porque tan pronto escucha a unos como a otros... Es suficiente dejarles que se gobiernen por sí un corto tiempo, para que todo se desorganice inmediatamente. (Primera Sesión.)”



Seguros de estas observaciones y de los resultados obtenidos, actuando a la vez sobre los individuos y sobre las masas, los Sabios de Sión conseguirán en lo sucesivo un grado de desmoralización y de desorganización con el que cuentan para establecer su hegemonía, que es el objeto a que aspiran, como así lo manifiestan con el mayor descaro en los Protocolos.

Para poder comprender mejor el trabajo de los judíos bastaría hacer un parangón del texto de los Protocolos con los hechos ya consumados o en vías de ejecución.

Como suplemento a los datos que se dan a conocer en esta obra, creemos interesante añadir algo recientemente publicado sobre la organización de los judíos y su forma de Gobierno mundial, es decir, algo que juzgamos deben conocer los cristianos para convencerse de que en la actualidad el gobierno del mundo se halla efectivamente en manos de un poder oculto. Lo constituyen unos hombres que pudié­ramos llamar «internacionales», por pertenecer a una sec­ta que, sin tener patria, se adapta en cualquier nación. El sistema peculiar de esta secta, que, desde hace veinte siglos, emplea los mismos procedimientos para alcanzar el dominio absoluto del mundo, ha logrado su actual preponderancia merced a cualquier país, desempeñando cargos y ejerciendo todas las profesiones, con iguales derechos que los nacionales. A pesar de las prohibiciones impuestas a los judíos en casi todas las naciones, esta raza no ha dejado nunca de permanecer unida y gobernada por un poder que ellos mismos desconocen, pero que les guía, les protege y les manda; un poder que dispone del arma más potente, manejada con tanta inteligencia como tesón, la carencia de patria. Repartidos por todo el mundo, adoptan la nacionalidad que les conviene, y desde ese momento viven amparados por las leyes del país elegido, sin abandonar las pro­pias, a las que siguen sumisos y obedientes. La religión es el lazo de unión con sus Gobierno; y el rabino, el jefe políticomilitar que los atiende y dirige. Este jefe está subordinado al Gran Rabino oculto, al que denominan los «Sabios», por mediación de jefes iniciados, que a su vez orientan y dirigen a la Masonería mundial, apareciendo como guías del «Progreso», cuando sólo son los tentáculos con los que los elementos iniciadores más poderosos impulsan las corrientes inferiores de que más adelante hablaremos.

Nada tiene de extraño que tal organización haya dejado en cada uno de sus individuos un sello especial, una huella característica. Trátase de una raza a la que nadie molesta, por lo general; administra sus asuntos con arreglo a sus propias leyes arbitrarias, y casi siempre sin preocuparse, y hasta con desprecio, de las disposiciones gubernamentales del país de adopción.



Preciso es que todo el mundo sepa que ese Gobierno oculto, conocido con el nombre de «Los Sabios de Sión», el que dirige y guía al pueblo de Israel, es el mismo que gobierna a la Masonería en sus planes de dominio universal. Algunos países ocultos, conscientes del error de tales propagandas, que, bajo el señuelo del «Progreso», sólo trata de colmar ambiciones, ha dado principio a una unión a fin de contener la ola retrógrada que, por un momento, ha pretendido enseñorearse del mundo. Pueden servirnos de ejemplo Italia, Polonia e Inglaterra, y en el momento actual Alemania, que renace potente y alcanzará a este paso los puestos de vanguardia del Cristianismo, demostrando al mundo entero el peligro que corremos si el judaísmo gana terreno en sus conquistas. Reflexionando un momento sobre las enseñanzas que este libro encierra, llegaremos a comprender por qué desaparecieron de Europa los tres grandes imperios, Alemania, Austria-Hungría y Rusia; las causas de la guerra mundial; los motivos de que en Francia se trate de conservar por todos los medios imaginables el odio al pueblo alemán, manteniendo así latente sobre Europa tan temible amenaza; la razón de que España caiga y se desmorone hoy sin causa que justifique su precipitado hundimiento.

La prensa y la literatura desde hace tantos años en manos de los judíos, han conseguido inculcar en los pueblos el odio a la religión y a sus soberanos, hacién­doles aparecer como causantes de todos los males. Esta campaña lenta, pero segura, ha triunfado, no cabe dudarlo. Mas, a medida que el tiempo pasa y los pueblos recapacitan sobre los daños y sufrimientos incalculables causados a la Humanidad, van las naciones experimentando la reacción regeneradora que presenciamos. Ella también, sin duda, ha de impedir la descristianización del mundo, objeto principal del Gobierno judío. De nada han de servir en manos de éste las tres potentes palancas con que tratan de someter la tierra a su imperio: el dinero, la prensa y las logias, si en su soberbia olvidaron que sobre ellos se cierne el poder infinito del Ser que gobierna el Universo.



El trabajo principal de los judíos ha sido, durante muchísimos años, conseguir su emancipación en todos los países. Para lograrlo, prepararon y realizaron la revolución francesa de 1789, y con el tiempo, no sólo obtuvieron la igualdad de derechos, sino que se les permitió aprovecharse de las ventas de todas las propiedades confiscadas, con lo que acumularon grandes riquezas, base de las inmensas fortunas que hoy manejan. Poco después de ese gran acontecimiento, obtuvieron los mismos derechos que en Francia, en Austria y Alemania, consiguiendo rápidamente adueñarse de los altos puestos en sus países de adopción, como lo demuestran los nombres de los Rothschild, Cremieux, Disraéli y otros. El peso del Kahal sobre los nuevos ricos, que, como es natural, deseaban poder gozar de sus fortunas, les obligaba constantemente a modificar sus rituales, hasta que los jefes fueron apercibiéndose de la necesidad de establecer nuevas leyes para ellos y para sus Comunidades.



Los Protocolos han sido muy combatidos, pero nadie ha conseguido desnaturalizarlos ni disminuir su interés, y mucho menos lo lograrán en los momentos actuales, cuando con tan extraordinaria seguridad siguen los acontecimientos el plan que dejan trazado.

Los judíos, en este último siglo, han hecho rápidos progresos en el arte de la política, tanto en la teoría como en la práctica. Mientras la humanidad los creía perfectamente inofensivos, la gran organización del Kahal avanzaba, tratando de arrollar todo lo que a su paso ofreciera resistencia. Precisamente esta marcha progresiva es la que Ginzberg describe en sus 24 Protocolos, que resumen el pensamiento judío desde Rabbi Akiba y Maimónides hasta Karl Marx y Engels. Cada uno de los párrafos de los Protocolos hace desfilar por la imaginación del lector una sucesión de hechos recientísimos que parecen comprobarlos.

Ginzberg no era un visionario, como algunos han creído; escribió siempre seguro de lo que hacía, como lo demuestra el movimiento revolucionario ruso, tan minuciosamente preparado, que su triunfo final no ofrecía duda ninguna.

La «Segunda Internacional» se creó en 1889 adoptando las teorías de Marx y Engels; en ella, el grupo obrero fue muy reducido y el objeto principalmente debatido fue la idea de que el poder debía pasar a manos del proletariado. Los intereses primordiales, industriales y financieros, sirvieron para satisfacer las ambiciones socialistas en detrimento del partido obrero, al que maltrataron con dureza.

En 1900, cuando Lenin volvió del destierro, apareció el periódico revolucionario Iskara (La Chispa), editado en Londres por el judío Trotzky (Braumstein) y subvencionado también por otro judío llamado Blumenfeld. El periódico Iskara dirigía infinidad de Organizaciones que trabajaban en Rusia propagando sus ideas. En la primera reunión que tuvieron todas estas Organizaciones en Minsk, en marzo de 1903, constituyóse un partido comunista que desde el primer momento quedó completamente organizado; este partido representaba siete Organizaciones, y tenía a su cabeza nueve jefes, de los cuales, cinco eran de origen judío. Se le puso por nombre «Partido social-demócrata ruso», denominación que conservó hasta 1918.

Sus procedimientos, así como su divisa: «Proletarios de todos los países, uníos», eran los mismos de Marx y Engels. El segundo Congreso del partido se reunió primero en Bruselas y luego en Londres, en julio y agosto del mismo año. En él fue donde por vez primera se formuló esta doctrina: «La condición esencial de la revolución social es la dictadura del proletariado». Recuerde a este propósito el lector lo que ha leído en los Protocolos, Sesión primera, pág. 44: «...Es suficiente dar a las masas el poder de gobernarse, para que se conviertan inmediatamente en un tropel completamente desorganizado.»

El estallido de la revolución rusa fue inmediatamente proclamado y ensalzado en un periódico sionista, como obra de los judíos. Dice así:

«La revolución rusa es una revolución judía, una crisis en la historia del judaísmo. Es una revolución judía porque Rusia es el refugio de casi la mitad de los judíos del mundo entero, y porque el derrumbamiento de su Gobierno despótico tendrá una influencia eficacísima sobre la suerte de los millones de judíos que la habitan y sobre tantos otros millares que en estos últimos años han emigrado por todas las partes del mundo. Pero, sobre todo, la revolución rusa es una revolución judía, porque los judíos son los revolucionarios más activos en el Imperio de los Zares.»



En 1905 la intentona fracasó, por no haber tomado parte en ella ni el ejército ni los campesinos. En vista de ello, al reanudarse el plan revolucionario, todo se fraguó y se dirigió desde el extranjero. Pero lo que nadie ha publicado hasta el día son los datos de su organización: cómo sus jefes pudieron escapar de sus prisiones, cómo se procuraban fondos para poder realizar sus viajes por todo el mundo y tomar parte en los Congresos de Estocolmo, París, Praga, Berna y otros, y cómo pudieron mantener una organización central. Todo lo consiguieron gracias a la «Hermandad para la libertad de los judíos delincuentes», y así pudieron realizar esos milagros. Entretanto, los Protocolos, escritos en hebreo, circulaban secretamente entre la orden de los «Hijos de Moisés» (B'nai-Moshe), que había alcanzado notable difusión en Rusia y en Polonia, y que contribuyó al éxito del Congreso de Basilea en 1897, no obstante ser el sionismo el movimiento oficial. Esta asociación «Hijos de Moisés», una vez terminada su misión, fue disuelta después de celebrado el Congreso.

Pero al apercibirse Ginzberg de que la concepción del sionismo de Herzl era, ante todo, económica, que casi excluía la idea del nacionalismo judío, reunió a sus antiguos partidarios en una nueva orden secreta, «Los Hijos de Sión» (B'nai-Zion), para propagar la verdadera fe, y de este modo aparentar que permanecía fuera del movimiento oficial. Fundó otro periódico escrito en hebreo, Ha-Shilvah (El Camino), gracias a la ayuda financiera del judío Kal­mymus Wissotzkii, comerciante en té, poniéndose después al frente de una gran casa editorial hebrea, denominada Ahiassaf. Con ayuda de tan poderosas armas pudo impunemente combatir a Herzl.

Catorce años de labor dieron su fruto. En 1911, los representantes de Ginzberg, Chaim Weizmann y otros, consiguieron apuntarse una victoria en el segundo Congreso Sionista. Dos años después, en 1913, cuando asistía por segunda vez al Congreso, uno de sus discípulos escribió:

«...Fue dichoso; pudo comprobar a qué punto habían llegado algunas de sus ideas y verdades, por cuyo triunfo hubo de sostener tan enconadas luchas, consiguiendo al cabo, sin embargo, ver realizada su obra de penetración.

Fue tan dichoso como puede serlo un filósofo al cerciorarse de que su vida no fue estéril, que su existencia ha sido un eslabón más en la larga cadena que arrastra a Israel hacia un porvenir glorioso, de que ha servido a Israel y, a través de Israel, a la Humanidad entera...»



A nuestro modo de ver, el sionismo, tal como lo concebía Ginzberg, se ha convertido en una realidad, que sus discípulos han llevado de victoria en victoria bajo la mirada protectora del maestro.

Este siempre permaneció en la sombra, procurando, por lo menos, pasar desapercibido a las miradas de la muchedumbre, hasta su muerte, que ocurrió en el año 1927.

Con estas notas creemos haber realizado una obra más completa de divulgación, mostrando brevemente los trabajos realizados por los judíos en el mundo entero e indicando cuáles han sido sus principales directores.

De ellas deducirá, sin duda, el lector que los conceptos de «Libertad», «Progreso», etc., que se propugnan como regeneradores de la Humanidad, no difieren de los que con tanta precisión se detallan en los Protocolos.

Bien patentes aparecen los trastornos que tales principios han venido causando a pueblos y naciones. Las ideas marxistas, bolcheviques, los planes masónicos, todas esas corrientes inferiores, no han podido menos de producir, al encontrarse con la poderosa corriente occidental que vivifica el Cristianismo, esos violentos remolinos —muchas veces oleadas de Sangre— de las revoluciones, en cuyos abismos amenaza por momentos derrumbarse la verdadera civilización.


D. DE LA V.

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