domingo, 27 de enero de 2008
JEHOVÁ, DIOS DE ISRAEL
1- Origen del culto a Jehová, dios de Israel
2- La Creación de Jehová
3- Los sacrificios de Jehová
“Entonces los judíos de Cyrene (en la actual Libia) escogiendo como jefe a Andreas, mataron a romanos y griegos y devoraron sus cuerpos, bebieron su sangre, vistieron las pieles que les desollaron y aserraron a muchos por la mitad de la cabeza; algunos fueron tirados a bestias salvajes y a otros se les obligó a matarse entre ellos luchando en combate. En total mataron 220.000 personas. En Egipto hacían muchas cosas similares, también en Chipre, que llevó por ellos el nombre de Artemión; allí se mataron otros 40.000”.
Dio Cassius: 78º Libro de Historia. Capítulo 32.
1- Origen del culto a Jehová, dios de Israel
El Moloch es un ente adorado como dios del fuego, origen de Saturno y Cronos, es decir, Dios Uno de la Creación (o la Degeneración) del mundo y del tiempo. Según la tradición gnóstica este ser es el Demiurgo Satanás, el cual extrae su sustento vital de devorar sus criaturas.
Si bien hubieron diferentes culturas que desarrollaron cada una sus respectivos cultos a Moloch, el Demiurgo es sólo “Uno”. Otras denominaciones de Moloch según el dialecto utilizado son: Molok, Molek o Melek.
Según el gnosticismo, el judaísmo es el culto unificado a Moloch, bajo la denominación de Jehová. El judío reclama legítimamente ser el “pueblo elegido” del “Dios” creador (o causante) de este mundo. La palabra Molech no representa la pronunciación original del nombre hebreo sino que es la vocalización del griego Moloch.
Una vez instalado en Palestina, el judío sacrificaba los primogénitos en su particular culto a Moloch en el Valle de Hinnom, al sureste de Jerusalén. Mediante un oscuro pacto satánico, Moloch-Jehová selló el Pacto que conformó definitivamente al judío como su “pueblo elegido”, enseñándole a no rendir holocausto o sacrificio de sangre más que a Él mediante el culto renovado.
Los sacrificios al “dios sol” tienen un origen que se halla perdido en las nieblas del tiempo. Su intención es reavivar el fuego solar y se fundamenta en el hecho de que Jehová, como Saturno, como toda su Creación, necesita devorar a “sus hijos” para mantener su vigor. En Cartago, Moloch estaba representado por una enorme estatua de bronce con cabeza de toro. La estatua estaba hueca y dentro ardía un fuego que coloreaba a Moloch de un color rojo vivo. Las ofrendas, es decir, los niños y demás víctimas eran colocados en las manos de la estatua. A través de un “ingenioso” sistema, las manos se elevaban hasta la boca (como si el Moloch estuviera comiendo) y las víctimas caían en el fuego donde eran consumidos por las llamas. Las gentes reunidas ante el Moloch bailaban al son de flautas y tambores que amortiguaban los gritos de terror y de dolor de las víctimas.
Como hemos explicado, en la antigüedad existían muchos cultos diferentes a Moloch. Finalmente, Moloch-Jehová conformó y “santificó” mediante un pacto a su Pueblo Elegido para hacer de él una “nación santa”. El dios Creador del mundo material, Jehová, les ha creado de su propia naturaleza del barro de la tierra para ser su “pueblo santo” y su representante en la tierra.
2- La Creación de Jehová
“En el principio Jehová crea los cielos y la tierra...” (Génesis 1, 1)
Jehová es el dios, el Demiurgo Creador del mundo material.
“Y Jehová procedió a formar al hombre del barro y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino a ser alma viviente”. El Demiurgo crea al hombre del barro y le insufla su aliento dándole el alma-animal; crea el animal-hombre. He aquí al “orco” del Señor de los Anillos, creación del barro, emanación del aliento de Jehová.
Pero la serpiente (Lucifer) resultó ser la más cautelosa de todas las bestias salvajes del campo. Y dirigiéndose al hombre le dijo: “Positivamente no morirán si comen del árbol del conocimiento del bien y del mal. Sabe Jehová que en el mismo día que coman de él se les abrirán los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”.
Entonces, al comer del fruto del árbol, a Adán y Eva se les abrieron los ojos y empezaron a darse cuenta de que estaban desnudos.
Aquí se nos indica cómo la serpiente había introducido en el hombre, en algunos hombres, un veneno que lleva a despertar la esencia inmortal que se halla más allá de la Creación de Jehová. La consciencia luciférica del hombre había despertado, percibiéndose a Sí-mismos, dándose cuenta de que estaban desnudos en un cuerpo de carne. Antes vivían en una “perfecta” ignorancia de sí mismos y de la verdadera naturaleza y la realidad del mundo que les envolvía. Desde entonces ya no serían nunca más un simple animal-hombre limitado a la Creación de Jehová. De esta “rebelión” nació sobre la faz de la tierra una estirpe espiritual cuya naturaleza no estaba limitada a la realidad anímica de Jehová ni del mundo material. La superficie de la tierra fue pisada por seres fantásticos capaces de alcanzar más allá de los límites del mundo: un peligro para Jehová y su “Plan de Creación”.
Habiendo despertado, la naturaleza divina del hombre empieza a percibir la esencia satánica de la Creación de Jehová: un reino de esclavitud y de muerte. Se hacía necesario pues lanzar sobre el hombre la maldición de la religión jehovítica, “no sea que alargue la mano efectivamente tome también del fruto del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido...” (Génesis 3, 22).
Y Jehová los maldice expulsándolos del Jardín del Edén
3- Los sacrificios de Jehová
Más adelante, en la historia de Caín y Abel podemos ver cómo Jehová ve con desagrado las ofrendas de vegetales mientras aprecia agradables los crímenes rituales y degollamientos de Abel:
“Entonces Adán tuvo coito con Eva y ella quedó en cinta. Con el tiempo ella dio a luz a Caín y más tarde volvió a dar a luz a su hermano Abel.
Abel llegó a ser pastor de ovejas, pero Caín se hizo cultivador del suelo. Y al cabo de algún tiempo aconteció que Caín procedió a traer algunos frutos del suelo como ofrenda a Jehová. Pero en cuanto a Abel, él también trajo algunos primogénitos de su rebaño , aún sus trozos grasos (agradables como ofrenda sacrifical a Jehová). Ahora bien, aunque Jehová miraba con favor a Abel y su ofrenda (sacrificio de sangre), no miraba con ningún favor a Caín ni su ofrenda” (vegetales).
Tras la historia del Diluvio, común entre todos los pueblos del mundo, en la biblia judía hallamos el primer sacrificio agradable a Jehová: “Y Noé empezó a edificar un altar a Jehová y a tomar algunas de las bestias limpias (prescritas según Jehová) y de todas las criaturas voladoras limpias y a ofrecer ofrendas quemadas sobre el altar. Y Jehová empezó a oler un olor conducente a descanso...”. Jehová halla satisfacción y “descanso” en el degüello, desangrado y en el holocausto de víctimas en su altar.
La biblia judía es un manual de sacrificios en el que se detalla a la perfección el crimen ritual por degollamiento y el holocausto (por el fuego) agradable a Jehová que llevan a cabo los sacerdotes judíos. En Génesis 22, Jehová solicita a Abraham que le entregue su hijo primogénito:
“El dios Jehová puso a prueba a Abraham y le dijo: ¡Aquí estoy!. Toma, por favor, a tu hijo, a tu hijo único a quien amas tanto, a Isaac, y haz un viaje a tierra de Moria, y allí ofrécelo como ofrenda quemada (holocausto) sobre una de las montañas que yo te designaré”.
Abraham, habituado a las exigencias de su “dios”, no se sorprende lo más mínimo, obedece y se pone manos a la obra.
Entonces, tras marchar tres jornadas por tierras semidesérticas Isaac dice a su padre: “Padre, aquí están el fuego y la leña, ¿pero dónde está la oveja para la ofrenda quemada (holocausto)?. A lo cual Abraham dijo: “Jehová se proveerá la oveja para la ofrenda quemada (holocausto), hijo mío. Y ambos siguieron andando juntos”.
Finalmente, habiendo llegado al lugar designado por Jehová, Abraham edifica un altar poniendo en orden la leña y atando de manos y pies a su hijo primogénito lo pone sobre el altar, encima de la leña: “Entonces Abraham extendió la mano y tomó el cuchillo de degüello para matar a su hijo”.
Entonces el ángel de Jehová se puso a llamarlo desde los cielos diciendo: “¡Abraham, Abraham!. No extiendas tu mano contra el muchacho y no le hagas nada, porque ahora sé de veras que eres temeroso de dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo único”.
Este texto nos indica que el sacrificio humano, concretamente el del hijo primogénito, era práctica conocida por Abraham. Como sabemos, el hijo primogénito es la víctima preferida del Moloch.
Esta obsesión de Jehová por el degollamiento del primogénito podemos verla repetida en la biblia judía en el libro del Éxodo 13:1: “Jehová habló a Moisés y le dijo: Conságrame todo primogénito; las primicias del seno materno entre los hijos de Israel, tanto de los hombres cuanto de los animales, mías son”.
En Exodo 22:28, Jehová le dice al judío: “No diferirás la ofrenda de tu cosecha y de tu vino nuevo; me darás el primogénto de tus hijos. Así harás con el primogénito de tus vacas y tus ovejas; quedará siete días con su madre, y al octavo me lo darás”. Jehová exige a los primogénitos de las vacas, ovejas y humanos para el ritual por degollamiento, desangrado y holocausto.
Existen numerosas citas más de la biblia judía en las que Jehová reclama sacrificios humanos equiparándolos a los animales. (Ver: Exodo 22:29,30; Exodo 13:2). En Levítico 27:28 leemos: “Nada de aquello que se consagra a Jehová por entero, sea hombre o animal o campo de propiedad, podrá ser vendido ni rescatado; cuando una persona es dada por entero a Jehová, es cosa santísima. Nada consagrado por entero podrá ser rescatado, habrá de ser muerto”.
En el libro de Jueces 11:29, podemos leer con toda claridad la “normalidad” con que el texto judío relata el asesinato por el judío Jefté de su propia hija como víctima en el altar de Jehová. Dice así: “El espíritu de Jehová fue sobre Jefté, y pasando por Galaad y Manasés, llegó hasta Masfa de Galaad, y de Masfa de Gallad pasó a la retaguardia de los hijos de Ammón. Jefté hizo voto a Jehová diciendo: Si pones en mis manos a los hijos de Ammón, el que, al volver yo en paz salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, será para Jehová, pues se lo ofreceré en holocausto. Avanzó Jefté contra los hijos de Ammón y se los dio Jehová en sus manos, batiéndolos desde Aroer hasta según se va a Menit, veinte ciudades, y hasta Abel Queramim. Fue una gran derrota, y los hijos de Ammón quedaron humillados ante los hijos de Israel. Al volver Jefté a Masfa, salió a recibirle su hija con tímpanos y danzas. Era su hija única, no tenía más hijos ni hijas. Al verla rasgó las vestiduras...”. Jefté dijo a su hija: “he abierto a Jehová mi boca sobre ti y no puedo volverme atrás”. Quería decirla que la había prometido a Jehová en sacrificio. Ella dijo: “Padre mío, si has abierto tu boca a Jehová, haz conmigo lo que de tu boca salio, pues te ha vengado Jehová de tus enemigos, los hijos de Ammón (...) Pasados los dos meses, ella volvió a casa y Jefté cumplió en ella el voto que había hecho”. En definitiva, Jefté degüella a su hija, la desangra y la ofrece en holocausto en el altar de Jehová. El texto judío propone la actuación de Jefté como ejemplo de lo que ha de hacer un alma “piadosa y temerosa de Dios”. No hay la más mínima duda de que Jehová, el demiurgo causante del mundo material es un ser del bajo astral que se alimenta del derramamiento de sangre en crimen ritual y del humo del holocausto. Es el mismo Satanás y a “Él”, dios de este mundo, rinden culto y adoran tanto el judaísmo como las diversas iglesias cristianas; todos cultos satánicos.
Veamos ahora el ritual sobre el que Jehová establece el Pacto con su Pueblo Elegido.
Libro del Éxodo 29 de la biblia judía:
“Toma un toro joven y dos carneros sanos y pan no fermentado y tortas anulares no fermentadas mojadas ligeramente con aceite y galletitas delgadas no fermentadas, untadas con aceite”. (...). “Ahora tienes que presentar el toro delante de la tienda de reunión y Aarón y sus hijos tienen que poner sus manos sobre la cabeza del toro. Y tienes que degollar el toro delante de Jehová, a la entrada de la tienda de reunión. y tienes que tomar parte de la sangre del toro y con tu dedo ponerla sobre los cuernos del altar, y toda la demás sangre la derramarás sobre la base del altar. Y tienes que tomar toda la grasa que cubre los intestinos y el apéndice que está sobre el hígado y los dos riñones y la grasa que está sobre ellos, y tienes que hacerlos humear sobre el altar. Pero la carne del toro y su piel y su estiércol los quemarás con fuego fuera del campamento. Es una ofrenda por el pecado.
Entonces, tomarás uno de los carneros y Aarón y sus hijos tienen que poner sus manos sobre la cabeza del carnero. Y tienes que degollar el carnero y tomar su sangre y rociarla en derredor sobre el altar. Y cortarás el carnero en sus trozos y tienes que lavar sus intestinos y sus canillas y poner sus trozos uno contra otro y así hasta su cabeza. Y tienes que hacer humear el carnero entero sobre el altar. Es una ofrenda quemada a Jehová, un olor conducente a descanso. Es una ofrenda hecha por fuego (holocausto) a Jehová.
Enseguida tienes que tomar el otro carnero, y Aarón y sus hijos tienen que poner sus manos sobre la cabeza del carnero. Y tienes que degollar el carnero y tomar un poco de su sangre y ponerla sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y sobre el lóbulo de la oreja derecha de sus hijos y sobre el pulgar de la mano derecha de ellos y sobre el dedo gordo de su pie derecho, y tienes que rociar la sangre en derredor sobre el altar. Y tienes que tomar un poco de la sangre que está sobre el altar y un poco de aceite de la unción, y tienes que salpicarlo sobre Aarón y sus prendas de vestir y sobre sus hijos y las prendas de vestir de sus hijos con él, para que verdaderamente sean santos él y sus prendas de vestir y sus hijos y las prendas de vestir de sus hijos con él.
Y me verás presentarme allí (ante los cadáveres) a los hijos de Israel, y él ciertamente será santificado por mi gloria. Y de veras santificaré la tienda de reunión y el altar, y santificaré a Aarón y sus hijos para que me hagan trabajo de sacerdotes. Y ciertamente residiré en medio de los hijos de Israel, y ciertamente resultaré ser su dios. Y ciertamente sabrán que yo soy Jehová su dios, que los sacó de la tierra de Egipto para residir en medio de ellos. Yo soy Jehová su dios.
Toda la biblia judía detalla cómo realizar los sacrificios y holocaustos a Jehová:
“Luego acercó el carnero de la ofrenda quemada, y entonces Aarón y sus hijos pusieron las manos sobre la cabeza del carnero. A continuación Moisés lo degolló y roció la sangre en derredor sobre el altar. Y cortó el carnero en sus trozos y procedió Moisés a hacer humear la cabeza y los trozos y el sebo... Era una ofrenda quemada para un olor conducente a descanso. Era una ofrenda hecha por fuego a Jehová, tal como Jehová había mandado a Moisés”. (Levítico 8, 18).
Acaban los rituales siempre con la misma fórmula: “Un sacrificio para un olor conducente a descanso. Era una ofrenda hecha por fuego a Jehova”. Una ofrenda hecha por fuego, es decir, un holocausto.
La biblia judía es un documento mediante el cual Jehová establece un pacto con una casta sacerdotal. En ese libro se detalla el método de realizar los sacrificios a Jehová y, además, se establece que toda la “humanidad” no-judía está compuesta por animales igual al resto de las bestias y por tanto, son sujeto de sacrificio, ofrenda agradable “conducente a descanso” en el altar de Jehová.
Una de las principales celebraciones de los judíos es el Purim. Esta fiesta es una celebración de odio contra Haman, según la historia que se halla escrita en el Libro de Esther del “Antiguo Testamento”. El cuento, que como toda la “biblia judía” es una invención que refleja el modus operandis y el “ideal” judío, dice que Xerxes, Rey de Persia, tuvo como amante a una judía, Esther, y que la hizo su Reina en el lugar de su esposa. Haman, hermano del Rey, se quejó ante él de la conducta de los judíos diciendo que no respetaban las leyes y obtuvo del Rey una orden para ajusticiarlos. Esther, suplicándole al Rey, acordó con él de convocar a Haman a un banquete. Allí la Reina Esther convenció al Rey de perdonar a los judíos y de colgar a Haman en una horca que preparó para la ejecución su guardián. En lugar de ser los judíos los muertos, dice el mito judío, fueron asesinados sus enemigos, incluso los diez hijos de Haman, que fueron colgados. Hoy día el judío celebra este cuento con un carnaval de disfraces y gula llamado “Fiesta del Purim”, celebrado además con crímenes rituales encubiertos como formalidad ceremonial del festejo. El “pueblo” judío festeja la muerte de miles y miles de hombres, mujeres y niños en una suerte de orgía de muerte y de sangre, asumiéndolo como una lección de sabiduría de su “Dios”. Podemos pensar que aunque el relato sea una invención judía que no responde a la realidad literal de los hechos, el tema guarda un trasfondo histórico en algún tipo de contrapié y aventura conspirativa que en su día el judío desarrollara en Persia.
Hoy día el ritual sigue derramándose como en aquella jornada mítica. Los judíos celebran su fiesta del Purim atiborrándose de pasteles y lanzando maldiciones a la memoria de Haman; los panaderos judíos hacen con ingredientes secretos pasteles con forma de orejas humanas que son comidas ritualmente por los judíos en este día y las llaman “Orejas de Haman”.
Los dos días de fiestas principalmente asociados con el Sacrificio Ritual son el Purin y el Passover.
En los asesinatos políticos como el del Zar y su familia y de otros rusos, puede hallarse el rastro del Crimen Ritual. Igualmente hay informes prohibidos que apuntan a que en el Juicio de Nürnberg, las víctimas sufrieron este mismo tipo de Ritual.
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